> ARMANDO BO Y LA COCA SARLI
“Vengan, siéntense en mi cama. No se preocupen, es un film hétero. Bueno, un film hétero que maravilla al público gay: tetas enormes, una canción ridícula, lesbianas políticamente incorrectas, lo tiene todo. ¿Ustedes creen que la gente gay está loca por el sexo? Esperen a ver lo locos que pueden llegar a ponerse los heterosexuales.” Con estas palabras, John Waters presentó hace unos años el clásico exploitation criollo Fuego, de Armando Bo con la Coca Sarli, como parte de un ciclo titulado “Películas que te corromperán”. “Ah, los días de los films de explotación sexual, cuando el mínimo atisbo de vello púbico te mandaba preso; cuando los críticos todavía hacían reseñas de films sexuales, antes del porno, antes de las videocaseteras, antes de que el sexo en las películas empezara a parecerse a una cirugía a corazón abierto.”
En el capítulo final de Mis modelos de conducta, Waters se propone a sí mismo finalmente como Líder de Culto, y a todos aquellos que quieran tomarlo a él de Role Model, ofrece, o más bien exige, una serie de requisitos para convertirse en verdaderos, dignos seguidores. Entre sus propuestas, anota: “Vamos, piensen como estafadores. Tienen que contribuir. Necesito dinero. Si son demasiado orgullosos como para mendigar, tal vez puedan vender las mantas para rezar que diseñé. Decoradas con dibujos de dioses difuntos del cine como Armando Bo (el Russ Meyer argentino, que realizó innumerables films con su mujer, la increíble bomba sexual Isabel Sarli) y Delmer Daves (el director jamás aclamado en los Estados Unidos, responsable de Amarte fue pecado, en la que el bebé del personaje de Connie Stevens se prende fuego y Troy Donahue lo apaga), debería ser fácil de vender. Esta manta realmente funciona. Tóquense con ella los genitales y luego refriéguenla sobre cualquier guión o disco de música que estén tratando de que se produzca y póngalo en el buzón. ¡Shazam! Les harán una oferta. Se los garantizo”.
“Armando Bo e Isabel Sarli son como Joseph von Sternberg y Marlene Dietrich”, declara, entusiasmado.
Tal vez un poco menos elegantes...
–¡No para mí! Cuando pasamos sus películas acá, la gente se ríe con ellas, no de ellas: se ve que Armando estaba absolutamente fascinado con esta diosa, y no había nada de ironía en ellas, en todo caso eran piezas de otra época, grandes films inocentes de sexo, políticamente incorrectos para nuestros estándares actuales. Me fascina también esta otra película, creo que se llama Carne, cuando Isabel camina hasta su trabajo en un frigorífico todos los días siguiendo las vías del tren en tacos y con el look completo de una prostituta, o cuando rueda en la nieve para apagar su calentura. Es cierto que en Estados Unidos no los conoce casi nadie, porque sus películas se vieron sólo en copias muy mal dobladas en los ’70, apenas antes de lo que se conoció como el fin del porno soft, en los cines sexuales, y los de la calle 42 de Nueva York. Pero creo que no me di cuenta de la enorme influencia que habían sido en mis películas hasta que grabé esta presentación para la televisión. Hay una escena en que Isabel Sarli viene a Nueva York y la cámara la sigue desde un auto mientras ella camina por la calle 42, caminando entre la gente de verdad, y al volver a verla entendí que habíamos filmado una escena exactamente igual en Pink Flamingos, en la que Divine va caminando por las calles de Baltimore, y la gente la mira. Es el mismo plano, yo diría que es una copia, pero no me di cuenta hasta hace poco. Al principio de Female Trouble, Divine se ve igual que Isabel, en su maquillaje y todo. Isabel no era gorda, pero de algún modo era como una female impersonator, como Divine, un hombre haciendo de una mujer voluptuosa.
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