Obra de teatro, mini parcours, experiencia sonora y novela epistolar, la obra de Tartaglia (Buenos Aires, 1977) consiste en un viaje desde los pabellones de la bienal hasta la Capella de Morumbi, un recorrido por la muestra que se aloja en la capillita, y la vuelta a la bienal. Sentados en una van y con auriculares, los espectadores escuchan el desarrollo de un romance entre un paulista y una argentina, algunas canciones, grabaciones de campo, la historia de los espacios que van apareciendo detrás de la ventanilla y reciben información sobre los conflictos que subyacen bajo los edificios.

Todo en su mente podría pensarse como la versión paulista de La esquina indicada, el recorrido que Tartaglia organizó el año pasado, una experiencia muy similar en donde los espectadores también recibían auriculares y eran trasladados en auto por el barrio de Chacarita. Pero si La esquina indicada era un programa de radio que hacía eje en el discurso informativo y en la ciudad chatarra, un espacio que se presentaba como el residuo de los procesos económicos o como la forma visible que éstos adquieren, Todo en su mente, ya desde su título, se concentra en la ciudad como el lugar que entreteje la historia colectiva y la individual, un nudo tan construido por acero y cemento como por sonidos y coqueteos.

“La línea que separa el paisaje interior del exterior está colapsando. Los terremotos pueden ser el resultado de trastornos psíquicos dentro de nuestra mente”, escribió W. S. Burroughs, definiendo una ciudad que descubría no ya fuera, sino dentro de él. Entre la ficción y la arqueología urbana, San Pablo es para Tartaglia un espacio complejo de choque y encuentro de diferentes ritmos y temporalidades, tan íntimas como públicas, tan simultáneas como inconexas, pero sobre todo, como cualquier ciudad, es el dispositivo sensorial que modela su propia percepción.