Dom 31.03.2013
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LA BATALLA DE FERRO

El autor de esta nota se encontraba entrevistando a Robert Smith (junto con Marcelo Fernández Bitar), cuando los vidrios del estadio de Ferro estallaron en 1987. Antes habían conversado con un nerviosísimo Simon Gallup (hoy de regreso en The Cure, que también integran Reeves Gabrels, Roger O’Donnell y Jason Cooper), que se balanceaba de un lado al otro. La cara de Robert Smith en el momento en el que se desató la batahola mostraba una genuina sorpresa no exenta de un fuerte temor por su vida. Se interrumpió la entrevista, los músicos fueron conducidos a un lugar más seguro, y todo el mundo allí dentro se quedó preguntando qué había sucedido.

Robert Smith se refirió a menudo a aquella noche fatal. Habló de perros y policías en llamas que nunca existieron. También de ciento diez mil personas en un lugar para sesenta mil, cuando Ferro jamás tuvo capacidad para más de veinticinco mil. Y quedó en su cabeza la muerte de un vendedor de choripanes, que sí aconteció, pero que no fue asesinado por la multitud, sino que sufrió un paro cardíaco cuando el alambrado cedió y las hordas hicieron volar por los aires su carrito. Sí hubo un perro de policía muerto, y The Cure recibió proyectiles arrojados por la audiencia, que se quejaba por la enorme altura del escenario que no permitía verlos. “Fue la primera vez que me asusté en serio con lo que The Cure podía provocar”, dijo su cantante.

Se ve que el mito que provocó la violencia de aquella noche creció en la mente de Robert Smith. Las llamas que vio desde el escenario eran pedazos de cartón, de papel, de náilon, que cierta parte del público incendió, poseído por la furia colectiva que destrozó el alambrado que separaba la popular del campo, desbarató el cordón de policías que quiso impedir que dos mil personas ingresaran sin entradas, y rompió unos cuantos vidrios del estadio, sin saber que The Cure se encontraba a no más de diez metros de ellos. Fue una noche apocalíptica y permanece en la memoria de Smith como una pesadilla. Por eso es que tardaron más de un cuarto de siglo en regresar a Buenos Aires. Ojalá que el show en River les permita dormir más tranquilo en un futuro cercano y revierta la imagen que le quedó del público argentino.

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