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Domingo, 23 de junio de 2013

> Unos fragmentos de Diario de Juventud

1937

16 [marzo?]

Bailamos en lo de Dora. Me gusta bailar con cualquiera que baile bien. No pararía en toda la noche. [...]

17 [junio]

Clase. Gimnasio. Biblioteca. Me persigue viejo en auto grande, aun después de que subo al tranvía. Si no chocará, me digo.

1938

Jueves 27 [octubre]

Mañana terminan las clases. Tal vez no quiero demasiado a nadie en el liceo y, sin embargo, me entristece. A la una voy hacia el centro con miras de seguir y dar la vuelta en el mismo tranvía, porque entro a segunda hora. Quería estar sola, pensar un rato. Pero está esperándome. Iba pensando en mí, en lo que es el hombre para mí, en lo que son los otros para mí. En lo poco que me queda de cuanto viene de afuera, en lo poco que doy, y siento que, a pesar de mi vida, yo estoy como ahora, detrás de una cortina que separa - sola, con los libros, sola. No quería, pero he seguido pensando hasta que me pregunté para qué y para quién. [...]

SOLA

Sola bajo el agua que rueda y que cae,
Los ruidos se agrisan,
termina la tarde,
y siento que añoro o deseo algo,
quizás una lágrima que rueda y que cae.

Sola bajo el agua que cae y que cae,
sola frente a todo lo gris de la tarde,
pensando que añoro o deseo algo,
quizás una lágrima color de la tarde.

Sola bajo el agua,
sola frente al duelo sin luz de la tarde,
sola sobre el mundo,
sola bajo el aire.

Sola.
sola y triste, lejos
de todas las almas
de todo lo tierno,
de todo lo suave.
Silencio, Tristeza.
La muerte más cerca
en el marco triste y sin luz de la tarde.

1939

Lunes 13 de febrero

[...] No sé qué hacer. Estoy desorientada frente a los hombres –no a éste–. Me gustan, los dejo acercarse, pongo barreras. A veces no sé cómo proceder ante actitudes que me chocan y tal vez no deberían chocarme. Pero esto es ya una rutina. Vivo rodeada, codiciada. Por mi culpa, me digo. Si me hiciera un moño chiquito, caminara como Tilín, no buscara con mi ropa, con mi pelo, su admiración. Pero el problema se plantea en otra etapa. No puedo andar como la triste profesora M; debo aceptarme yo y ser aceptada. No solo por los hombres. También por mis amigos, por mi propia gente. Pido consejo a mamá por la respuesta a Tito, y ella me sugiere términos que ya estaban en mi carta.

Abril 20

Las cosas han cambiado tanto. He hecho alguna amiga entre mis compañeras. Y lo he encontrado a él. No sé si son sus ojos, o su voz, o sus gestos, pero vivo toda la semana esperando sus clases y en ellas me embriago como con vino.

Este viernes 18 de agosto.

Cumplí 19 años. Siento, me preocupa este irse rápidamente de la vida. Siento que se me escapa la veloz entre las manos, mientras casi no vivo más que en sueños. Sobre todo porque los días apenas me dejan tiempo para vivir, para tomar, para decidir, y no atino a nada de lo que quisiera. Mamita hizo pastel de pollo y bizcochuelos varios. Vinieron los de siempre, y Lute, y recibí lindísimos regalos.

1940

Verano

Todos los días a la playa, a las rocas. Experiencias intensas: despersonalización. Una noche me pongo a pensar en lo que ha quedado: ciencia y belleza. Escribo sobre esos momentos.

Terminado los cursos de Preparatorios para Derecho, que hice por profundizar en Filosofía, Historia, Literatura, me inscribo en los de Medicina. Podré revalidar unas cuantas materias y hacer el resto en un año. Me emociona pensar que firmo algo así como mi futuro. La idea es, por un lado, dedicarme a la investigación científica –el problema del origen de la vida, entre otros–. Por otros, he pensado, viendo cómo las enfermedades se suceden en mi casa, que allí se necesita un médico. Si no, me hubiera inscrito en Química.

31 de agosto de 1940

Mamá murió el 31 de este mes.

1941

Rodeando a la madre en un dia de paseo con sus hermanos Alma, Poema y Azul. Algo apartada del grupo, la pequeña Idea mira directamente a la cámara.

10-7-41

Yo quisiera volcarme totalmente a este cuaderno. Pero no puedo. Las tareas domésticas, la lectura y las largas horas que paso con ellos, sobre todo con él, me roban todo el tiempo. Además, a veces me pregunto por qué escribo esto. ¿Será también por grabar belleza? Puede ser. Yo quiero, yo veo armonía, belleza en todo: en las paredes rotas, en las manos ajadas, en la llama del gas, en los arcos del techo, en los petálos caídos. Las cosas más feas tienen para mí una sombra hermosa. Y lo mismo los hechos, los días y las gentes. ¿Las gentes? [...]

1942

27 de enero

Mis males triunfan nuevamente. Mis dolencias abdominales siguen de mal en peor. Tengo dolores agudos y se efectúan en mí los más extraños fenómenos. Los ojos me duelen; debo usar lentes negros; ya me cuesta bordar o estudiar violín. [...] A veces pienso que tal vez sin todo eso, sana, yo no sería yo. Pero es un poco demasiado. Con mucho menos alcanzaba. Soy una verdadera calamidad. Todo el mundo arrastra una o varias cosas mal pero como esto, y a los veintiún años, no he visto. Además son enfermedades crónicas, tal vez incurables –la piel, el asma, el resfrío–. Entre tanto estudio dos nuevos preludios de El Clave [temperado] –y una de las Invenciones– de Bach. En tres días he hecho maravillas con la gavota de Rameau. Papá viene a oírme. Creo que son momentos de felicidad para los dos.

1943

Agosto 26

La frente se me quiebra como un cristal sombrío.

Oct [ubre] 17, domingo

Anoche C [laps] durmió aquí conmigo. Cenamos en el centro. Al llegar, no sé cómo nos empezamos a querer sobre la espesa alfombra azul y allí tuvimos una ternura, un amor, un placer de esos que pocas veces se alcanzan. Qué hermoso ser mujer, hombre, sentir la misteriosa tortura del sexo, el misterioso éxtasis, la profunda delicia de la carne. Y la ola de vida que sube y que hay que conseguir que estalle aunque uno se muera, y la ternura después, y el sueño. Sueño que nunca llega a sueño porque aquí está el otro, vacilando entre el sueño y la ternura. Solo una vez, pero hasta la mañana no nos dormimos profundamente. Entre la noche hablamos de la muerte.

1944

21 de abril 44

Ya he conseguido un empleo. Es una agencia de quinielas de mal aspecto en un barrio céntrico y feo y rodeado de casas de citas pobres. El dueño dice que no es trabajo para mí, que es incompatible con el profesorado, que es una esquina fea. Son $25, con el tiempo, cuarenta. Poema consiguió uno de $20 para vender timbres. Todavía no hemos comenzado. Sylvia iba a decirle algo a Goyena, pero su madre ha enfermado. Ha enloquecido. Pobre Sylvia.

Martes 25 abril, 1944

Estuve releyendo algo de todo esto y se me ocurre que es demasiado hablar de mí. O no. Este cuaderno es lo único que me une conmigo misma. Haciendo la vida que hago, sin tiempo de silencio, de reposo, para mí, me pierdo. Estas páginas me dan como una unidad. Sin leerlas, con solo saber que existen estoy, en cierto modo, segura. Es una manera de retener la vida que se va como agua. Además, sí, escribo para decir mucho de lo que no puedo decir, tal vez para justificarme, para explicarme ante mí misma. O algo como son los poemas. No sé.

1945

Mayo 1º de 1945

La caída de Berlín, el fin de la Guerra, inminentes. ¿Qué será de este pobre mundo en las manos de los grandes intereses –EE.UU., Rusia, Inglaterra–? Este país está poco menos que vendido, comprometido, endeudado con EE.UU. Hace poco días que murió Roosevelt. [...] Estados Unidos, que nos compran por nada nuestras cosas, nos venden caro lo que necesitamos y hasta intervienen en nuestra libertad. Los diarios no se pueden leer. [...]

18 de agosto de 1945. Madrugada

Hoy cumplí 25 años.

Profundamente me desprecio.

Y sin embargo esta dicha está en mí. Acepto todo, todo me parece compresible menos el mal a los otros, la traición, las vidas no sinceras. Y he aquí. Y sin embargo me juego todo, y mañana puede ser la indigencia total, el abandono, la soledad. Y eso sería un lujo, lleno de tristeza, de cuerpo inútil, y son sonrisas, pero otro sueño, necesidad colmados.

Sylvia: es medianoche y estoy pensando en lo de esta tarde, y en lo de antes, tan natural, tan dulce.

Cuando termine éste hará siete años que nos conocemos. No sé cómo puede ser. Siento que hace tres años, a lo sumo, que te he encontrado, y a Claps. No sé cómo todo ha conservado esa frescura, esa emoción. Todas las épocas de mi vida han tenido su belleza y su locura. Los años frívolos, olvidados y divinos, más lentos que los de ahora, con aquellas tristezas inexplicables, de pronto; los del primer amor, tan puro; los del otro amor, tan profundo y doloroso. [...] No sabes cuánto agradezco al amor los poemas, las cartas, las flores que guardo secas, las palabras que no olvido. Y el deseo que se alzó en casi todos. Pienso en mi casa... tantas cosas. Pero ese tiempo en que te conocí fue distinto, en conciencia, en seriedad. Se separa. Tu llegada coincidió con mi iniciación a la vida profunda, con el conocimiento de Oribe, la influencia de Goyena, con ciertas lecturas, cierta música aún no penetradas. No sé si fue lo mismo para ti, o si ese año de 1939 tiene una tensión distinta en tu vida. Tú eras más reservada, más olvidada de ti. Y te acepté así, sospechando tristezas en tu vida clara, al parecer sin ilusiones. Somos distintas. Como dos notas distintas que pueden dar un acorde perfecto.

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Junto a Manuel Claps y Sylvia Campodónico en La Calera, julio de 1941
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