Dom 07.07.2013
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> MATHESON EN EL CINE Y LA TV: DE LA DIMENSIóN DESCONOCIDA A SPIELBERG

Aquí, allá y en todas partes

› Por Mariano Kairuz

Pocos autores deben haber influido como Richard Matheson en los cineastas que hoy ganan cientos de millones, pero su propia obra no tuvo mucha suerte en el cine. Soy leyenda es el caso paradigmático: es sorprendentemente cinematográfica –es descriptiva, es visual, tiene acción– pero se filmó tres veces y las tres veces fracasó. El motivo del fracaso nunca fue un apego demasiado restrictivo al original, sino quizá lo contrario: haber cambiado tanto lo que por escrito funcionaba tan bien. La coproducción spaghetti El último hombre sobre la Tierra (o Seres de las sombras, según la versión, de Ubaldo Ragone, 1964) más o menos seguía al libro pero, tal como señaló Matheson, entre otros problemas estaba que Vincent Price era demasiado desbordado, excéntrico, hasta caricaturesco, para interpretar al contenido y trágico protagonista. La de Charlton Heston, El hombre Omega (Boris Sagal, 1971) exploraba los paisajes de la desolación y los asomos de locura del sobreviviente, pero luego se apartaba mucho de la novela, hasta convertirla en otra cosa, tal vez más apta para los hijos de la era de Acuario. Finalmente, en 2007 se estrenó una tercera versión con Will Smith (Soy leyenda, dirigida por Francis Lawrence) que en su primera mitad parece destinada a convertirse en la adaptación definitiva: había algo en la descripción de las rutinas del héroe/sobreviviente, en las imágenes de Times Square convertido en un páramo salvaje, que parecía captar finalmente el concepto del último sobreviviente, un solitario batallando contra fuerzas más allá de su alcance, dilatando lo inevitable. Sin embargo, el final traicionaba todo lo construido hasta entonces, y en particular la potente, irreductiblemente desesperanzada, indeleble última página de la novela. “No sé por qué no pueden filmar mi libro –dijo Matheson, algo resignado, en más de una ocasión–. No sé para qué siguen pagando los derechos si van a hacer otra cosa. ¿Por qué no escriben algo enteramente nuevo?”

Y así le fue a Matheson a menudo. Tras ese descalabro new age que fue Más allá de los sueños (What Dreams May Come, protagonizado por Robin Williams, Oscar a los efectos, dirección de arte del argentino Eugenio Zanetti), un jefe de Universal le reconoció al escritor: “Debería haber filmado tu libro tal cual”. “Estoy de acuerdo –dijo Matheson– pero ahora me lo decís.”

Una de las grandes excepciones fue la versión de El hombre menguante, hoy todo un clásico de la clase B de los ’50 bajo la dirección de Jack Arnold (y con el adjetivo “increíble” agregado al título). Pero la cuña de Matheson en el cine, en las generaciones que empezaron a filmar de los ’60 y ’70 en adelante fue mucho más allá del puñado de intentos fallidos de trasladar la potencia de su obra al cine. El medio por el que Matheson marcaría a las nuevas generaciones de cineastas, fue la televisión.

Y no solo porque él fue, después de Rod Serling y Charles Beaumont, quien cuenta con la mayor cantidad de episodios de La dimensión desconocida en su haber, sino también porque algunos de estos capítulos quedaron grabados en la memoria cinéfila de varios de los directores más importantes de las siguientes décadas. Richard Donner, por ejemplo, todavía no era el director de La profecía cuando hizo el archicitado episodio de culto Pesadilla a 20 mil pies, con William Shatner. Algunos años después de la serie, otro cuento suyo, igual de ominoso, pero menos fantástico, le daba el primer gran envión a la carrera de uno de los autores que llevaría la ciencia ficción y la fantasía al mainstream en los ’70 y ’80: en Reto a muerte (Duel), un joven Steven Spielberg probó su mano maestra la puesta en escena con un tópico inevitablemente mathesiano: el hombre solo (un automovilista en una ruta desértica) combatiendo o resistiendo una fuerza mayor (un camionero anónimo que sin razón aparente lo acorrala por el camino). Tan buena era Reto a muerte que pesar de ser un telefilm en muchos países se estrenó en cine; Spielberg quiso que Matheson escribiera los guiones de dos de sus dos siguientes films: Tiburón (a la que definía como “Reto a muerte con un escualo”) y Encuentros cercanos, pero Matheson declinó.

Imposible listar la totalidad de las incursiones televisivas de Matheson, pero algunos títulos darán una idea de su alcance: adaptó para Dan Curtis la novela sobre el detective de lo sobrenatural Kolchak, oficialmente reconocido por Chris Carter como el padre de los Expendientes Secretos X; suyo es también uno de los episodios más recordados, bizarros y metafísicos de Viaje a las estrellas –“The Enemy Within”, donde el capitán Kirk (Shatner) se dividía en dos mitades antagónicas en violento conflicto–. Además, en parte para sacudirse la etiqueta de escritor fantástico, Matheson solía declararse orgulloso de los guiones que había escrito para The Morning After –dramático telefilm de 1974 sobre el alcoholismo con Dick Van Dyke– y por la no muy recordada The Dreamer of Oz, biopic de 1990 sobre Frank L. Baum, el autor de El mago de Oz.

Pero volviendo al cine, hay que decir que es notable, para alguien que siempre se declaró descontento con el modo en que otros guionistas, productores y directores tergiversaron su obra, el trabajo que hizo junto a Roger Corman para el llamado “ciclo Poe” –versiones baratas, veloces y muy imaginativas, en general encabezadas por Vincent Price–, que incluyó La caída de la casa Usher y El pozo y el péndulo. Notable, porque son películas extraordinarias hecha con escasos recursos; pero también por lo mucho que se alejan de los cuentos originales en los que están vagamente basadas. No porque Matheson no fuera un gran fan de Edgar Allan Poe –que no lo era– sino porque tomaba la premisa de un cuento de por ahí no más de diez páginas, y desarrollaba a partir de un par de sus ideas y su atmósfera, una historia de 80 minutos que iba para cualquier otro lado. A diferencia de las tres Soy leyenda, el ciclo Poe es un triunfo de la adaptación libre.

También es cierto que Matheson no detestó todas las adaptaciones cinematográficas que se hicieron de sus historias: se sabe que le gustó Pide al tiempo que vuelva (Christopher Reeve viajando al pasado mediante autohipnosis), así como las vueltas que David Koepp le dio a su novela de fantasmas A Stir of Echoes (Ecos mortales, con Kevin Bacon), y en los últimos años se mostró muy entusiasmado por Gigantes de acero, la emocionante superproducción sobre robots boxeadores protagonizada por Hugh Jackman, basada en “Steel”, un cuento que ya había sido adaptado en 1963 para La dimensión desconocida. El productor de esta virtual remake fue Steven Spielberg, quien de esta manera se reencontraba una vez más con el cuentista y guionista de su ópera prima. “Debe haber sentido culpa”, dijo Matheson sobre la ocasión en que Spielberg lo consultó por el guión de Gigantes de acero, porque luego le envió un cheque, cosa que Matheson interpretó como una probable compensación por haberle robado parte de su historia “Little Girl Lost” (La dimensión desconocida, 1962) cuando produjo Poltergeist. En el medio de esta relación de cuarenta años, ambos habían vuelto a reunirse en la serie Cuentos asombrosos, colaboración que Matheson recuerda como un fracaso: “Recuerdo que le rechacé un par de sus historias. No soy muy político: cuando algo no me gusta, lo digo, y no me importa quién esté involucrado. Pero volvería a trabajar con Spielberg, Dios sabe que el hombre tiene talento”.

La infección de Soy leyenda sobre el cine contemporáneo ha llegado, si bien por caminos transversales, bien lejos, y hoy se siente como nunca: la inagotable zombiemanía a la que asistimos está modelada sobre las criaturas inventadas por Romero, quien a su vez... En cierta ocasión, Matheson pescó La noche de los muertos vivos en televisión y se dijo: “No sabía que habían vuelto a filmar Soy leyenda. Romero dice que filmó un homenaje, lo que significa que no te tienen que pagar por tu libro”. Unos cuantos años después, buscando material para Cuentos asombrosos, Matheson citó a Romero para almorzar. En cuanto se encontraron, lo primero que le dijo el director de los muertos vivos fue que “nunca gané nada de dinero con el film”. “Creo que pensó que lo iba a trompear –recordó Matheson–. Pero yo no estaba tan molesto. En Hollywood ese tipo de cosas pasan todo el tiempo.”

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