Dom 28.07.2013
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El aprendiz

Cuando Pinochet terminó de preparar su libro sobre geopolítica, libro que, como previno el mismo autor en la introducción, “sólo constituye un texto guía” y surge de “apuntes y análisis reunidos en el lapso de 15 años ejerciendo la docencia”; cuando ese cúmulo de “numerosos conceptos fundamentales que se deberán enseñar en esta ciencia” estuvieron sistematizados, prontos a entrar a imprenta, el autor tuvo una ocurrencia.

Goyito, su antiguo y querido profesor de geopolítica, quien le había legado la cátedra y confiado sus apuntes, podía ser el más indicado candidato para escribir la presentación del libro.

Gregorio Rodríguez Tascón había pasado a retiro en 1961, pero estaba lejos de la jubilación. Presidía la Comisión Chilena de Límites, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, que en esos años, frente a los múltiples litigios territoriales con Argentina, tenía una particular importancia.

Era común que Rodríguez Tascón encabezara expediciones a las zonas en disputa para realizar mediciones y estudios, pero lo que tenía un carácter técnico, si es que no científico o diplomático, solía terminar como un western patagónico, entre tiroteos con gendarmes argentinos.

Desde la segunda mitad de los ’50, cuando pasó del Instituto Geográfico Militar a la Comisión Chilena de Límites, Gregorio Rodríguez vivió episodios tensos y violentos, pero ninguno como el ocurrido en enero de 1966. Un par de meses antes, en la zona de Laguna del Desierto, un carabinero chileno había sido muerto a tiros por gendarmes argentinos, lo que levantó protestas y vientos de guerra desde ambos lados de la cordillera. Entonces el gobierno chileno ordenó el envío a la zona de una expedición encabezada por Rodríguez Tascón, quien debía realizar mediciones y rescatar a un coronel de Carabineros que había quedado cercado por tropas argentinas.

Ese era Goyito a mediados de los ’60, un prestigiado general en retiro del Ejército, alto funcionario de gobierno, masón, de izquierda, a quien el coronel Pinochet contactó un día para pedirle que le escribiera la presentación de su libro sobre geopolítica.

Por separado, los tres hijos de Goyito cuentan que su padre se sintió halagado ante la solicitud. Había, si no una amistad, una estima mutua, un respeto profesional entre compañeros de armas. El problema vino cuando Rodríguez Tascón tuvo los originales en sus manos y no tardó en reparar, porque la evidencia saltaba a la vista, que Pinochet había copiado párrafos completos de la histórica conferencia que había pronunciado en 1949 en la Academia de Guerra.

Es probable que el capitán Pinochet no fuera consciente del plagio, de lo contrario no se explica que le haya pedido al autor original de los textos plagiados que prologara el libro. Aunque es probable también que Pinochet fuera consciente del plagio, pero juzgara que no había problema en ello, que incorporar párrafos completos de un autor sin identificarlo era intelectualmente honesto y aceptable, que bastaba con que dijera, como lo hizo al final de la introducción que escribió para su propio libro, que, “por último, debemos decir que el material empleado proviene de numerosos maestros nacionales y extranjeros”, sin identificar a ninguno de ellos.

El hecho es que Rodríguez se negó a escribir una presentación para el libro de Pinochet. Y es un hecho también que Pinochet, enterado del rechazo y de las razones del mismo, no ofreció disculpas, ni siquiera una explicación. Simplemente pasó por alto el asunto y, como si no tuviera importancia, como si fuera algo personal, mantuvo el texto tal como estaba.

Todos los fragmentos pertenecen a La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, de Juan Cristóbal Peña, Debate, Chile.

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