Así se hicieron las tapas de los discos de Juana Molina
› Por Alejandro Ros
Con Juana nos conocimos en el ’96, cuando me llamó Santaolalla para hacer la tapa de Rara. Nos juntamos los tres: ella estaba con la guitarra y empezó a cantar, tímida y desconfiada. Se me ocurrió que el arte del disco fuera una carpeta, como ésas de escuela con elásticos, y a ella le pareció bien porque podía poner sus recuerdos y fotos de distintas épocas.
Cuando hicimos la tapa de Segundo yo fui a la casa con una cámara barata que tenía. Le dije que se tapara la cara con el pelo y le saqué una foto. Como es un plano largo, la tuvimos que ampliar muchísimo. Después salió el vinilo y tuvimos que ampliarla más todavía, ¡y la foto aguantaba! Ella dice que es la tapa que más la identifica.
Cuando Juana volvió de Los Angeles hicimos la tapa de Tres Cosas. La puse atrás de la cortina del baño de mi casa y empecé a moverla hasta que apareció ese monstruo que se ve. La tapa de Son es ella frente a un tapiz que hizo su tía abuela que está colgado en su rancho estudio. La de Un Día también la hicimos en su casa; le hice mover el pelo para todos lados y espejé la foto hasta que apareció ese bicho. Adentro hay una foto en la que parece una nena asesina.
Cuando trabajamos con Juana es como si fuéramos dos niños jugando en un jardín lleno objetos: bordados, telas, trajes, lanas. Tardamos meses hasta que sale una tapa; paseamos, vamos al jardín, no hacemos nada, bailamos, cenamos haciendo que somos otras personas. Cuando encontramos la idea estallamos en risas. Hacer una tapa con ella es como hacer un bordado, o un ovillo. Como si fuéramos enrollando lanas de colores alrededor de un palito hasta formar una bola. Ese ovillo gira por el pasto y se le pegan abrojos, bichos, basura. Es por acumulación.
Nosotros empezamos el proceso a oscuras, no sabemos adónde vamos. Hay otras tapas que hago que tengo más certezas de adónde ir, porque el nombre es muy determinante o la banda tiene una personalidad muy definida. Pero con ella siempre es todo más incierto.
A Juana no le gusta que se le vea la cara en la tapa, aunque siempre está presente, con algún problemita. Para esta última fui a la casa y revolví todo el placard; había ropa vieja de la madre, telas increíbles que ella ni sabía que tenía. Agarré objetos, una manito de madera, una planchita... Ella tiene muchas cosas en la casa, guarda todo.
Esta vez decidí llamar a Marcelo Setton para hacer las fotos porque mis fotos son muy pobres técnicamente. Compramos papel crêpe de colores y se los enrollamos en el cuerpo; hicimos una momia, pero después no quedó. De esa la momia crisálida nació una reina robótica que es la que está en la tapa.
Las tapas las hacemos ella y yo solos; no contratamos maquillador ni peinador ni vestuarista, como en cualquier producción de fotos. Yo cuando hay mucha gente en la toma me disperso, y ella ni hablar. Juana no escucha mucha música; no estudia el mercado, lo que se está haciendo. Y con las tapas es lo mismo: hacemos lo que nos sale, no importa lo que hay afuera.
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