Lunes, 2 de enero de 2006 | Hoy
El gobernador Obeid dice que "la política es una enfermedad incurable", recuerda su militancia en los '70, y cuando le aplicaron "la ley antisubersiva". Le gustaría ser abuelo y confiesa sus dos grandes frustraciones en la vida: no saber jugar mejor al fútbol y ni saber cantar.
Por Pablo Feldman
-¿Si no hubiera sido político, qué hubiera hecho?
-Soy ingeniero químico, trabajé muchos años de mi profesión, que por cierto me gusta mucho. Creo haber sido un buen ingeniero.
-¿Cuándo comenzó a militar?
-En la escuela secundaria, en un grupo de la Juventud Peronista a los 16 años en Entre Ríos. Cuando comencé a estudiar Ingeniería en 1965 en Santa Fe empecé a militar en el ateneo universitario. No obstante fui un buen alumno, la hice rápido y cuando me faltaban tres materias para recibirme vino el golpe militar. Estuve en el exilio, estuve preso, me aplicaron una ley que pocos se acuerdan, una cosa espantosa, "la ley antisubersiva", que lo convertía a uno en un muerto civil porque no podía estudiar, trabajar, moverme por el país. Todo eso pasó, me recibí y me dediqué a trabajar como ingeniero muchos años. Como esto de la política es una enfermedad incurable poco a poco retomé la actividad y aquí estoy.
-A propósito de sus años de militancia. ¿A qué edad estuvo por primera vez con Juan Domingo Perón?
-Tenía 22 o 23 años. Yo estuve más de una docena de veces con Perón. Fue un privilegio que me dio la vida del cual me siento orgulloso. Esto que digo tal vez hoy no se entienda, lo que ocurre es que cuesta interpretar la historia sacándola de su contexto. Me cuesta explicarle a mis hijas de 25 años cómo se vivía bajo un régimen militar. No pueden entender, y gracias a Dios que sea así, que en aquellos años estuviera prohibido expresar las ideas libremente. Yo siempre cuento una anécdota para entender esa época: el actual intendente de Santo Tomé, Angel Piaggio y el diputado provincial José Pividori, del norte de la provincia (Avellaneda) iban en moto por el puente que une Santa Fe con Santo Tomé y gritaron "Viva Perón". Los cagaron a patadas y los metieron presos 15 días. Fueron épocas muy difíciles, por eso digo que hay que valorar la democracia. Solamente los que vivimos muchos años en dictadura tenemos clara conciencia del valor que tiene la democracia con sus defectos, que son muchos y que hay que corregir. Vivir en democracia es un valor agregado que está por sobre cualquier otra cosa.
-Aceptando la contextualización histórica que usted señala, ¿se arrepiente de haber participado de aquellas organizaciones políticas?
-Siento que fui partícipe, uno más de un gran movimiento histórico político en los 70 que tuvo una impronta indiscutible que fue luchar para que Perón volviera a la Argentina. Una porción importante del país que era justicialista, estaba proscripta sin poder votar, con su líder proscripto, exiliado en Madrid. Los años 70 fueron de una gran movilización social no sólo de peronistas sino también de organizaciones juveniles cuyos dirigentes hoy militan en el radicalismo y el socialismo. Esa gran movilización social que tuvo como eje la eliminación de la proscripción al peronismo, el regreso de Perón a la Argentina y el regreso de la democracia me tuvo a mí como uno de sus protagonistas y eso para mí es motivo de orgullo.
-Kirchner es menor que usted pero también reivindica la lucha de aquellos años. ¿Habló de estos temas alguna vez con el Presidente?
-Lo hablé varias veces. Hay una camada de dirigentes que nos formamos en aquella lucha contra la dictadura y que hoy tenemos cierto peso en la vida política argentina. Eso demuestra que aquello sirvió para formar en lo teórico y práctico a una generación. Había una literatura, publicaciones que ahora casi no se ve. Eso marcó a nuestra generación, a hombres y mujeres como Bonasso, Righi, Kunkel, Garré con quienes compartimos alegrías como la llegada de Cámpora al poder y tristezas como su caída.
-¿Estaba en la plaza cuando Perón echó a la JP, a Montoneros?
-No, yo ya había roto con la JP. Habiamos tenido una discusión política importante en torno a la actitud que debía tener la JP y los grupos armados estando Perón en la Argentina. Nosotros sosteníamos que Perón era la conducción estratégica del movimiento y siendo Perón el presidente no teníamos que tomar ninguna acción que pusiera en peligro el liderazgo del general. En definitiva los 70 dejaron dirigentes formados, entre ellos el Presidente que están poniendo en práctica lo que aprendieron.
-¿Qué extraña de aquellos años?
-Sin lugar a dudas haber sido joven.
-Con las compañeras, ¿era de los que ganaba o era parte del pelotón?
-(Se ríe) No me haga hablar de eso, después lo escucha mi mujer y empiezan los problemas.
-¿Vio morir a algún amigo suyo cerca?
-Sí, no es una cosa agradable siquiera de recordar. Tengo un profundo respeto y dolor por las personas que dieron su vida, equivocadas o no por un país mejor. Los que son más jóvenes podrían pensar que el país siempre fue así pero recuperar la democracia costó muchas vidas. No hay que olvidar a los héroes y heroínas anónimos que lucharon para que tengamos la Argentina que tenemos.
-¿Es nostálgico? ¿Romántico?
-Puedo tener fama de duro por conducir una provincia ya que no hay que demostrar puntos de flaqueza. Soy en definitiva un ser humano como cualquier otro, me gusta la poesía, me gusta Neruda. Soy un peronista atípico porque me gusta Borges, eso me trajo discusiones con varios compañeros pero es un gran escritor.
-¿Qué tipo de música que le gusta?
-Me gusta el jazz, el tango.
-¿Qué está leyendo?
-Me gusta la literatura, me gusta Saramago pero en estos últimos meses estuve escribiendo el libro de Fidel.
-¿Fidel o Perón? ¿Con quién cenaría por última vez?
-Encontré enormes similitudes en las personalidades y en los planteos de ambos. Se trataron con mucho respeto a pesar de no haberse encontrado personalmente pero sí a través de reportajes. Más allá de las diferencias notorias que hay entre el justicialismo y el castrismo hay y hubo muchos comúmes denominadores.
-¿Le gustaría ser embajador en Cuba cuando termine su mandato?
-Se habló mucho de eso, pero yo nunca tuve esa expectativa. Del que se va, se olvidan; es mejor quedarse.
-¿Va a seguir en la política cuando termine la gobernación?
-Es inevitable. Es una enfermedad incurable. Voy a cumplir 60 años, 10 días antes de terminar la gobernación. Con 60 años, dos mandatos de intendente, dos de gobernador, uno de concejal, uno de diputado, la militancia juvenil... la verdad, ya estamos cerca de la meta. La terminación de este período va a marcar una etapa en mi vida política, tengo perfectamente en claro que se viene una nueva dirigencia, la generación de los 40 y 45 años. Los hombres que estamos en política deberíamos tener una fecha de vencimiento. Lo peor que le puede pasar a un dirigente es terminar como esos boxeadores que pelean por la bolsa y pierden por knock out. Hay que saber retirarse antes de que le peguen muchas piñas.
-¿Jugaba al fútbol?
-Sí, no era bueno pero jugaba. No era patadura. Mi dos grandes frustraciones en la vida fueron no saber jugar mejor al fútbol y no saber cantar. Tengo una batata en la oreja, no puedo entonar siquiera la marcha peronista.
-¿Qué lo emociona? ¿Es de llorar?
-Poco, pero lloro. Lloré cuando murió mi padre, mi hija, siempre hay algo que al ser humano lo impacta. En general soy bastante duro. Lloré hace un año y medio cuando mi madre estuvo enferma y pensé que se moría y esta ahora más fuerte que yo.
-¿Qué le genera felicidad?
-Mi mujer, mis 5 hijos. Quisiera tener nietos, pero ninguna de mis hijas ha decidido formar aún una familia, tienen otros tiempos.
-¿Discute mucho con sus hijas?
-No. Era vigilante cuando eran chicas. Mi esposa era la conciliadora.
-¿Hace las compras?
-Siempre, con mi mujer.
-¿Hizo la cama alguna vez?
-La tendí 8 años cuando era estudiante y cuando estuve preso. Después delegué la tarea.
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