Lunes, 19 de junio de 2006 | Hoy
Una iniciativa presentada en la Legislatura apunta a estudiar las consecuencias del monocultivo con soja transgénica en casi todo
el territorio santafesino, que provoca graves daños ambientales.
Un proyecto de ley para crear una comisión especial destinada a analizar las consecuencias de la aplicación sistemática del monocultivo de soja sobre el territorio santafesino, fue presentado por el diputado socialista Sergio Liberati. Durante la última década el aumento progresivo, año tras año, del cultivo de soja (transgénica en más de un 95 %) sobre miles de hectáreas de suelo, ha provocado un gran impacto socioeconómico y ambiental. "Este modelo ha producido una grave modificación biológica del suelo agrícola provincial -destacó Liberati- y se está desarrollando un inmenso proceso de devastación, erosión y desertificación estructural de las tierras sometidas al sistema de siembra directa y cultivo de soja RR (transgénica)".
La no roturación del suelo, que pudo ser vista en un principio como una práctica benéfica, terminó produciendo compactación, acumulación excesiva de residuos orgánicos que no pueden ser mineralizados, y disminución de la temperatura del suelo (lo cual trae aparejado la disminución de la fijación de nitrógeno por la soja y por ende la necesidad de fertilizarla).
La comisión propuesta trabajará sobre las consecuencias sociales y económicas que produce la aplicación de este sistema y el impacto ambiental del monocultivo de soja modificada genéticamente, como también los trastornos de salud derivados de su implementación en planes alimentarios y la diagramación de políticas agrarias sustentables que eviten la degradación de los suelos. Se propone que la misma esté integrada por representantes del Ministerio de la Producción; la Legislatura, las universidades nacionales, el INTA, la Federación Agraria y organizaciones no gubernamentales con experiencia y trayectoria en la materia.
Liberati recordó que junto con su explosión, desde 1994 hasta ahora el monocultivo vino acompañado de la destrucción de otras producciones de alimentos, como el tambo, la ganadería, la apicultura, montes frutales, cultivos de semillas, frutas, hortalizas, expulsados de la producción por la imposibilidad de competir económicamente con la soja; "subsidiada por el modelo económico que ha llegado a extremos claramente irracionales que permitió incluso desmontar áreas frutales, forestales, y de recreo, para sembrar soja transgénica". Como producto de esta situación Santa Fe ya no produce alimentos, sino "commodities" exportables, de alta rentabilidad, que generan divisas para aumentar las reservas.
Si bien la soja tradicional (no transgénica) venía expandiéndose en forma continuada desde mediados de los `60, es a partir de 1994, con la autorización del cultivo de la soja RR (soja transgénica con agregado de genes para resistencia a los herbicidas), que el cultivo crece exponencialmente llegando a ocupar más de la mitad de la producción total de granos argentinos. Si bien la transgenia es un grave problema en sí, lo más grave del cultivo de la soja RR es su sistema de cultivo y la poco conocida acción del monocultivo continuado de soja sobre la fertilidad y la estructura de los suelos donde se la cultiva.
El sistema de cultivo de la soja RR se basa en su resistencia al glifosato (herbicida). El uso continuado de herbicidas tiene graves consecuencias sobre la salud de las personas, ya que los mismos son mayoritariamente cancerígenos, altamente tóxicos, y contaminantes del suelo y de las napas de agua.
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