Martes, 22 de abril de 2008 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › GRABADOS. EXPOSICION DE TRABAJOS DE RUBEN DE LA COLINA.
"No hablo yo", selección de trabajos de un libro póstumo del artista, puede verse en la Biblioteca Argentina.
Por Beatriz Vignoli
Hasta el viernes 2 de mayo, en la Biblioteca Argentina (Pte. Roca 731) --de lunes a viernes de 8 a 19:30 y los sábados de 9 a 11--, puede visitarse No hablo yo, una exposición de grabados en madera del profesor, crítico de arte, pintor y grabador rosarino Rubén de la Colina (1926-2007). Las xilografías de la muestra son una selección generosa de los originales de un libro póstumo, Xilografías (1966-2006), cuya presentación acompañó, el 3 de este mes, con gran éxito de público, su inauguración. También se incluyen cuatro assemblages de Rubén Echagüe y un retrato del maestro de la Colina en su taller por el fotógrafo (también tocayo) Rubén Lezcano.
"Esta exposición fue una de las más emotivas de mi vida", cuenta Rubén Echagüe a Rosario/12. Se trataba nada menos que de presentar el libro de edición póstuma que de la Colina dejó proyectado antes de fallecer en el Sanatorio Británico el 21 de octubre del año pasado. "El día antes de internarse, me dijo: 'Tengo una propuesta deshonesta para hacerte'", evoca Echagüe. En la muestra se incluye la carta mecanografiada en que de la Colina detalla su propuesta, en realidad muy honesta: "Un librillo con 49 grabados divididos en tandas de siete. A cada grupo de siete le precede un texto de hasta 170 palabras. La idea sería sobrevolar sobre la estirpe del grabado su condición múltiple, sobre la nobleza de la madera, la amplitud del dibujo en la línea de contorno, adorno y textura, y todo lo que significa la apresadora atención de la necesidad de mirar". La tarea de escribir los textos le fue encomendada a Echagüe, quien recuerda: "Pituca (Haydée Lassaga de De la Colina) me llamó ese mismo día preguntándome: '¿Cuándo los vas a ir a buscar?'. Fui a su casa y allí estaban las fotocopias de los grabados en el orden en que iban a estar ubicados. No me pude ocupar enseguida. Después, Pituca me contó que había salido bien de la operación. Me puse a trabajar y cuando lo llamé de nuevo, Pituca me dijo que le había dado un accidente cerebrovascular y se hallaba en terapia intensiva. Escribí los textos sabiendo que él no los iba a leer nunca".
El libro se publicó después de su muerte según sus indicaciones. Lo financió la familia, que lo diseñó en colaboración con Echagüe siguiendo el diseño que Rubén de la Colina había previsto, semejante a su libro de grabados de Grela. El cuidado editorial estuvo a cargo principalmente de su hija, Florencia de la Colina, egresada de Bellas Artes por la UNR. Cabe agregar que el proyecto guarda cierta similitud con Poemas y Maderas (1975), treinta cuadernos en series de siete xilografías de Rubén de la Colina y siete poemas de Gary Vila Ortiz. En Xilografías (1966-2006), escribe Echagüe que el particular agrupamiento "remite a esos septenarios (conjuntos de siete unidades) tan caros a la mentalidad escolástica del Medioevo y que John de Salisbury desarrollara en un libro titulado precisamente De septem septenis". Reunir tres más cuatro es juntar el cielo y la tierra. Por eso, al hojear el libro, se descubre que cada septenario de grabados abarca una parte o especie de una taxonomía: 1) bestias, monstruos y ángeles; 2) temas religiosos; 3) insectos y plantas; 4) niños y mujeres que cantan y tocan música; 5) aves; 6) europeos célebres; 7) interiores y fachadas de edificios. Cada motivo está tratado con oficio virtuoso y en un estilo ecléctico que remite a la vez a tradiciones premodernas, como el Gótico, y a modernismos críticos de la modernidad, como el simbolismo de Gustav Klimt y otros. Se destaca por su expresividad un muy expresionista retrato de Kafka, cuya intensa mirada de tinta negra parece vivir en el papel pálido. La muestra agrega un homenaje a tres colegas y amigos: "Grela, Mele, Cochet". Y lo humildemente cotidiano aparece transfigurado por el arte en la pava y el mate junto a la ventana del Sanatorio Británico que deja ver la torre de la antigua estación Rosario Central. Borges bromeó famosamente con ese tipo de clasificaciones en su lista de animales del Imperio sobre la cual Foucault acuñó la noción de heterotopía. Así también, Echagüe sospecha un cierto humor oscuro en el encargo del maestro, quien termina su carta con un enigmático: "Que Dios te ayude, hijo mío".
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