Miércoles, 18 de febrero de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › ACOSTUMBRO A VER TV LOS MARTES 36, DE PAUL CITRARO, VIENE CON MúSICA
La edición se completa con un CD que se propone como marco a cada uno de sus nueve poemas, y tiene un formato inusual, lejos del libro de bolsillo. La obra del crítico musical de Rosario/12 se presenta el sábado en Venado Tuerto.
Por Edgardo Pérez Castillo
Resulta imposible pensar en Acostumbro a ver Tv los martes 36 como un libro de bolsillo. Por un lado, es altamente improbable lograr que los más de treinta centímetros de alto quepan aún en un sobretodo. Por el otro, y esencialmente, el de Paul Citraro no es un material para consumir en tránsito, para recorrer entre semáforos. El disco compacto que se adosa a la tapa refuerza ese concepto, proponiendo un marco musical a cada uno de los nueve poemas, con obras que van desde la compleja soledad del cellista Martín Devoto a la polca entrañable del Chango Spasiuk, pasando por Bill Evans, Miles Davis, Ennio Morricone y más.
Es que Paul Citraro no puede presentarse escindido de la música, ésa a la que le dedica horas de escucha y líneas escritas desde su condición de crítico (tarea que desarrolla en estas mismas páginas desde hace una década). Citraro es, además, boxeador amateur, padre, productor de espectáculos, ex estudiante de Filosofía y Letras. Todo ello se conjuga en un libro que este sábado a las 22 tendrá su presentación en la Biblioteca Ameghino de Venado Tuerto, ciudad natal del autor, donde además actuará el Chivo González Trío, inaugurando una serie de conciertos que serán registrados y editados por un sello dedicado específicamente a la publicación de discos grabados en vivo (y que ya cuenta con los shows de Leo Genovese y Quintino Cinalli en proceso de edición).
Así, una vez más, música y palabras estarán enlazadas tras la figura de Citraro, que decidió reunir sus obras en una edición cuidada y poco convencional, según explicó el autor: "La intención era hacer un libro objeto, de manera tal que puedan fusionarse diferentes aristas, múltiples juegos de perspectiva, diferentes formas de poder mirarlo. Básicamente el libro es un pequeño viaje, como podría ser la audición de un disco. De ahí la perspectiva de insertar también un CD que actúe como mapa sonoro. Era una forma de buscarle un plus, que pueda tener una suerte de disparador sensorial. Y además, quizás la posibilidad de despertar otra clase de pensamientos. Es claro que cuando uno está escuchando música y al mismo tiempo está leyendo probablemente pase tres o cuatro páginas sin haberse dado cuenta, por esto de que hay dos o tres funciones en juego, pero quería experimentar a ver qué sucedía desde ahí con ese marco sonoro".
- La música impone un ritmo, genera clima y aporta un color que en cierta manera subjetiviza la lectura. Así lleva al lector a un terreno elegido específicamente. ¿Era consciente de esto?
-No, ahora que lo decís me doy cuenta. Sin duda que hay muchísimo de uno ahí, en términos de experiencias atroces, de frustración, de derrota, que escapan sin lugar a dudas a través de la fantasía que es esta cuestión que tiene que ver con lo musical. Por momentos uno intenta llevar al plano de la música la escritura. Es decir, este elemento de tensión como es una pieza ejecutada con violoncello es lo que intenta de algún modo dibujar lo que está escrito. En este juego de la lectura y la audición hay como un diálogo implícito entre lo que significa la crítica musical y la forma de mirar las cosas. En más de una oportunidad la crítica hace agua o bien no coincide con el criterio del lector o del oyente.
Con su colchón de acordes magistrales, los poemas arrojan vivencias íntimas junto a múltiples citas. Así desfilan el fotógrafo holandés Van der Elsken, Juan Gelman, Neruda, Miles, James Dean, Chet Baker, el box, el Diego y, entre ellos, Onetti y Borges, autores que Citraro reconoce como influencias de peso. "Para mí son dos pensadores y escritores clave. Borges es un tipo que inventa todo el tiempo mundos puramente imaginarios en los cuales los personajes siempre se refugian, pueden sobrevivir o simplemente mueren. Me parece una suerte de palabra cerrada. A partir de la lectura de Borges uno entiende que todas las posibilidades que uno podría haber pensado alrededor de un giro idiomático, una palabra o una definición, siempre terminan en él".
- Si se piensa al libro como un viaje, la nostalgia atraviesa buena parte de los poemas hasta llegar a "El Zorro es Robin", último poema que parece hablar sobre una instancia superadora. ¿Es un viaje que se fue dando durante la escritura?
-Sí, sin duda lo que intenté decir es éso. El libro fundamentalmente tuvo que ver con un proceso catártico en mi vida. Fue un trabajo de apoyatura interesante para mí, en el cual traté de plasmar esta situación en relación a las diferentes realidades. Por éso "El Zorro es Robin" termina con una suerte de hilo esperanzador, como que la cosa empieza a funcionar de nuevo desde otro lugar. Tiene que ver con un pequeño racconto de unos pocos años en los quince días en los que escribí los poemas. Básicamente pasaba que iban saliendo a diario y en función de éso empecé a trabajarlos, recapitularlos, y me pareció interesante jugar con esta posibilidad de editarlos. De mostrarlos, de decir: "Acá estoy nuevamente, he vencido, con otra mirada, esto es lo que tengo para ustedes". La escritura tiene que ver no solamente con un oficio, sino con una realidad que está sujeta a tu forma de vivirla y sentirla. En tanto y en cuanto uno tenga temas, algo para decir de la mejor forma posible, creo que es inevitable el camino de seguir escribiendo.
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