Martes, 21 de abril de 2009 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › HASTA EL 30 DE MAYO, EL CASTAGNINO OFRECE UNA MUESTRA RETROSPECTIVA DEL ARTISTA
"Constructor de artificios" es el subtítulo del recorrido por la obra del rosarino, que murió en 2005 cuando volvía de un largo silencio. Las curadoras son Carolina Landoni y Norma Rojas, también restauradora de los trabajos con Mario Godoy.
Por Beatriz Vignoli
Rubén Baldemar, constructor de artificios: así se llama la esperada muestra retrospectiva de este artista rosarino nacido en 1958 y lamentablemente fallecido en 2005, cuando estaba volviendo al ruedo, luego de un silencio expositivo de 10 años, con su muestra Heráldica (2004) en el pasaje Pam. Esta nueva muestra podrá verse en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Bv. Oroño y Av. Pellegrini) hasta el 31 de mayo. Es curada por Carolina Landoni y Norma Rojas, quien además restauró las obras junto con un antiguo discípulo de Baldemar: el pintor Mario Godoy.
Es una pena que no se incluyan sus minuciosos dibujos de los años '80, pero se celebra el reencuentro con sus objetos más ingeniosos y geniales. Retornan al museo las entrañables piezas que compusieron allí mismo en 1992 su exposición titulada Judith y Holofernes: una maja goyesca plegable, un Fragonard devenido en repisa pequebú, el Narciso del Caravaggio atrapado en una fuente de falso mármol o una femme fatale de Klimt gozando de una abstracción de Jasper Johns que generosamente se le abre con un cierre relámpago de madera. El sexo, o lo que el artista en una entrevista denominó "las compulsiones nocturnas", aflora en sus citas y apropiaciones como un pliegue de sentido que se abriera para develar lo no dicho en las obras del alto arte occidental a las que homenajea. Pero su humor no es jamás obsceno, sino elegante; es de una picardía que no por pícara deja de ser culta. El gesto camp de Baldemar, por decirlo en una comparación que a él le hubiese encantado, es tan irónicamente decoroso como los buenos modales de la anfitriona de El discreto encanto de la burguesía, de Luis Buñuel. Sus intertextos son guiños en el más festivo de los sentidos. En su "Tríptico de cometas ligeramente barrocas" (1991), unos escorzos muy dinámicos dejan ver las redondeces sensuales de los "putti", aquellos angelitos desnudos de cuyo nombre surge el apelativo derogatorio de ciertos hombres que aman quizá demasiado.
Ocultar mostrando, como la carta robada de Poe según Lacan, es el arte menor detrás del gran arte con el que dialoga Baldemar en sus obras-texto. La cita culta es la máscara carnavalesca detrás de la cual danzan las pasiones, alegres o tristes, a menudo tristemente prohibidas, veladas o silenciadas. Así, en una serie de 2001 que alude a "Mutt" (el seudónimo con que Marcel Duchamp firmó su famoso ready made del mingitorio a comienzos del siglo XX) se cruzan la irreverencia del arte de vanguardia con insinuaciones a la cultura gay de las "teteras". "Tú y yo" es el título de una de esas esculturas diminutas, donde dos mingitorios posan espalda contra espalda. En un libro objeto de diez años antes, pequeño y delicado como un misal, textos extractados de "El dolor", de Marguerite Duras alternan con pasajes de "Duelo y Melancolía", de Sigmund Freud. El objeto pequeño, amorosamente esculpido y policromado, es para Baldemar algo así como objeto litúrgico del drama de lo íntimo. En las obras de mayor formato, en cambio, el humor provoca la sonrisa o la carcajada. Allí el artista dialoga tanto con las dichas y desdichas de la vida cotidiana como con códigos bien reconocibles de la cultura de masas: el cine de aventuras, las marcas de productos (ya usadas en el arte pop, al que de paso cita también) o la comedia rosa.
Los rosarinos muy observadores habrán notado, pintada en lo alto de un edificio que puede verse desde la parada de colectivos de San Luis y San Martín, una Anunciación en la que un arcángel Gabriel le anuncia su embarazo a una Virgen María medio sorda, interrumpida en su lectura donde la acompaña una chita rodeada de calas. En esta muestra puede verse el original, exquisitamente confeccionado como un biombo de tres paños, y su continuación: "La Anunciación, segunda parte: el festejo" (1991). Allí la Virgen saca un champagne Chandon de la heladera mientras el ángel, sentado ante dos copas de cristal vacías, se agarra la cabeza con las dos manos como anticipando la resaca del día siguiente. Esta serie de Anunciaciones es un collage de citas de varias obras del Quattrocento y el Cinquecento con el mismo motivo (la más conocida es la de Fra Angelico), al que el rosarino trata como si fuera un género, con convenciones previsibles y que pueden anticiparse o transgredirse. Por decirlo con otro ejemplo tomado del cine al que él tanto amó (amor del que da cuenta su serie sobre Metrópolis, de Fritz Lang), los géneros del arte son a Baldemar lo que a Tarantino los del cine.
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