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Martes, 23 de junio de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS › ESPLéNDIDA MUESTRA ANTOLóGICA DEL ESCULTOR MENDOCINO ROBERTO ROSAS

Arte con convicción de trascendencia

Hasta el 28, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, se exponen obras de este artista que muestra una envidiable vitalidad a sus setenta años. Su escultura humanista es más una cuestión de representación que de presencia.

 Por Beatriz Vignoli

Hasta el 28 de este mes puede visitarse una espléndida muestra antológica de "el" escultor mendocino, Roberto Rosas (Guaymallén, 1938). La exposición reúne en las dos salas de la planta baja del Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Martín 1080) casi la totalidad de sus obras, realizadas en las últimas tres décadas. Algunas son muy recientes, lo que da cuenta de la infatigable vitalidad de los jóvenes setenta años de este artista. La pieza central, que domina el hall de la planta baja, se titula "Lecho de amantes", está fechada en 2005 y conmueve casi hasta el llanto. Verla es como entrar de repente a la intimidad de un amor que se sustenta en lo esencial: escudilla, pan, zapatos, manta, silla, abrigo, cama y dos cuerpos entrelazados de los que se alcanza a ver más que nada su volumen. Un ornamento modernista en el respaldo sugiere pájaros o magia. La escala es casi natural y los detalles, cuidadosamente esculpidos en metal, dan un efecto de realidad que bajo la pátina verde remiten al mismo tiempo al instante cotidiano y a algo universal de lo que ese instante forma parte. La representación de la cotidianeidad, en Rosas, no es una instantánea banal sino una efigie de lo que siempre ha sido y siempre será. Pocas veces en esta época el arte alcanza a transmitir tal convicción de perdurabilidad más allá de la finitud del individuo, duración sostenida no en una vaga trascendencia sino en el aquí y ahora donde conviven las generaciones.

Formado en la Escuela Superior de Artes Plásticas de la Universidad de Cuyo, militante del Partido Comunista en su juventud y uno de los contadísimos mendocinos que se atreven a confesar su ateísmo en público, Rosas es un artista de honda espiritualidad, pero de una espiritualidad inmanente, no despegada del mundo. Los rostros aindiados de sus figuras tienen una expresión muy particular y serena; personajes antes que meras esculturas, parecen alienígenas buenos surgidos de alguna luminosa utopía fantástica. Pero provienen de este planeta: son los hombres y mujeres "del pasado", los ancestros guías que transmiten las leyendas aborígenes. O también podrían venir del futuro, a juzgar por sus cráneos prominentes (que según cierta hipótesis, más ficción que ciencia) se supone será la forma que tendrá la cabeza humana cuando la especie evolucione. El virtuosismo técnico del autor transmuta en mantos pesados y solemnes el metal con que trabaja; de entre esas capas elevan estos seres los bracitos en gestos admonitorios o de advertencia a los hombres del presente. Hay algo de sobrecogedor en su hieratismo. Es fácil imaginar a alguno de estos androides de enigmática sonrisa de Mona Lisa surgiendo en medio de un pastizal bajo la luz de la luna. Seguramente el naturalismo con que Rosas esculpe los detalles de sus vestimentas y enseres contribuye al estremecedor efecto de realidad. Es que la escultura humanista de Roberto Rosas es menos una cuestión de representación que de presencia.

Roberto Rosas acredita además una prestigiosa trayectoria internacional. Fue invitado por el gobierno de Italia a visitar Florencia en 1985 y por el centro Wilfredo Lam a la Segunda Bienal de la Habana en 1986. En 1999, con el propósito de abrir el espacio a generaciones futuras para promover la escultura, Rosas creó la Fundación Rosas para la Escultura, con sede en su taller de Mathus Hoyos 4447 en Bermejo, Guaymallén (Mendoza). Su hijo Fernando también es artista plástico, y con 33 años es ya un reconocido acuarelista de renombre nacional.

Rosas padre ha sido siempre bienvenido en Rosario, donde expuso muchas veces en la galería de Gilberto Krasniasky. Hoy, una monumental obra del mendocino, de 9 metros de ancho por 5 de alto, "El sol en el maizal", embellece el nuevo edificio del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (HECA).

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"Lecho de amantes", de 2005, la pieza central de la muestra, conmueve casi hasta el llanto.
 
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