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Viernes, 18 de diciembre de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS › TODOS MIENTEN, DE MATíAS PIñEIRO, SE VERá EN EL ARTEóN

Mundo de verdades mentirosas

Un film peculiar, con dosis de divertimento y provocación, es el que podrá verse desde hoy. La historia incluye la disputa actual entre descendientes de Sarmiento y Rosas, así como una compleja trama de engaños y conjuraciones.

Cine Arteón suma a la cartelera un film peculiar, que así como propone un divertimento al espectador oficia también desde su provocación. Rasgos que se articulan desde relatos de la historia argentina, con descendientes actuales de Domingo Sarmiento y Juan Manuel de Rosas, más cuadros y pinturas de auténtica falsedad, y cantidad de pactos y acuerdos realizados a espaldas y en presencia de todos. Y todo ello desde un grupo que fía poco de sí mismo. Tanto es así, que el film en cuestión se titula Todos mienten, el segundo en la carrera del realizador Matías Piñeiro, y podrá verse desde hoy en la sala de Sarmiento 778.

El primer título de este director fue El hombre robado (2007), y tanto allí como aquí se reproducen preocupaciones. "Son obsesiones mías, a partir de temáticas que me interesaba seguir trabajando, como la idea de la unión entre el siglo XIX y el XXI", comentó a Rosario/12, Piñeiro, que se desempeña como docente en la Fundación Universidad del Cine de Buenos Aires (FUC). Este realizador argentino reconoce en el cine de Orson Welles y su mundo de espejos una de sus referencias claves.

-La película me dejó perplejo, y me lleva a preguntarte cómo pensaste el guión, donde nada parece claro aunque, a la vez, resulta un relato tan sólido.

El desafío fue armar una película movediza, escurridiza, fragmentaria, que pudiese mantener cierto interés. Una película donde pasaran muchísimas cosas, que yo supiera y pudiese controlar, pero con la gracia de que nada fuera tan evidente; es decir, cómo contar un montón de cosas sin recaer en una especie de retórica donde todo sea claro. Me parecía que se trataba de crear cierto misterio, cierta cuestión incompleta desde lo que sucede, sin dar toda la información. Pensaba que así se podía generar una cierta tensión o paranoia que provocara el interés en seguir viendo. Es por eso que quise que la película fuese corta, si la hubiese prolongado durante dos horas la propuesta se vencía. Lo que comencé a hacer al escribir el guión fue, primero, limitar un espacio muy concreto y cerrado, en el que yo pudiera hacer lo que sea. El inventar historias "tiradas de los pelos" es algo que me divierte, parte del interés de estas historias radica en que hay un exceso de ficción que, si mostrás más, pasa por ridículo mientras que, si lo mostrás de una manera particular, deviene verosímil.

-¿Cómo pensar, tan equilibradamente, la presencia de tantos personajes?

-Pensé las historias, de hecho, desde la definición primera de los personajes, de manera tal que los personajes secundarios, en un momento, taparan la figura del personaje de Helena, para que después ella resurgiera sobre el final. Es como una especie de interrogante acerca de quién tiene el poder en este juego, quién está al mando; la gracia estaba en no develar nunca del todo en manos de quién está, que de a poquito la película, con determinadas escenas, comienzara a hacerlo ver entre todos los personajes. Trabajé las escenas como si fuesen fichas, luego atravesadas por los personajes, con un recorrido personalizado. Hay dos tipos de complot en la película. El complot de los chicos acerca de qué le pasa a Helena, y luego el de Helena, que es el más femenino. A ello se le suma una historia de venganza que se traslada en el tiempo, generacionalmente, a partir del relato que remite a Rosas y Sarmiento.

-Mientras se dice algo que parece importante, la cámara siempre se ocupa por desatender. Se genera una confusión atrapante.

Eso está hecho bien adrede, es decir, las cosas importantes nunca están subrayadas, mientras que a la vez juego con una especie de barroquismo en las acciones. Lo que pasa es que suceden demasiadas cosas, y es eso lo que hace que se pierda la jerarquía de las acciones. Es como que todo lo que ocurre, ocurre de modo huidizo, de forma esquiva. Procuré mostrar las cosas de una manera distinta, para probar qué pasa si se filma en plano general una situación donde se dice algo importante, seguramente se pierde cierta atención, pero al mismo tiempo las cosas están, para después poner otra escena que vaya en esa misma dirección, que permita captar la atención sobre otra cuestión, o que conecte y que cierre lo anterior. La clave para mí está en cierta apreciación rítmica de la película, no tanto en la trama desde un sentido tradicional sino, antes bien, desde su ritmo interno.

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Matías Piñeiro también es docente de la Fundación Universidad del Cine de Buenos Aires.
 
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