Martes, 6 de julio de 2010 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. SORPRESAS Y DELEITES EN LA VISITA GUIADA A LA MANSIóN DE SAN LUIS Y CORRIENTES
En el marco de la muestra Entre Centenarios se abrió al público la casa construida por el psiquiatra Teodoro Fracassi y su esposa, Sara Avalle. Entre las joyas artísticas encontradas se destacó el mural que Alfredo Guido pintó en 1927.
Por Beatriz Vignoli
"¡Psicodélico!": tal fue la exclamación de admirado asombro que surgió al unísono de una artista, de un historiador y de esta cronista al contemplar por primera vez el mural que Alfredo Guido pintó, hacia 1927, para la mansión del destacado médico psiquiatra y profesor Teodoro Fracassi (decano de la Facultad de Medicina de 1930 a 1931 y fundador de su cátedra de Neurocirugía) y su esposa, Sara Avalle de Fracassi.
En el marco de las actividades de la muestra Entre centenarios, con curaduría de Pablo Montini y María de la Paz López Carvajal, la turística esquina y patrimonio arquitectónico de San Luis y Corrientes (San Luis 1384) abrió el martes pasado sus puertas al público rosarino de la mano de una nieta del matrimonio. Con gran amabilidad y hospitalidad, Ana Inés Fracassi mostró sus tesoros artísticos, de valor tanto histórico como estético, y contó a los visitantes cómo fue habitado ese oasis, un singular palacio neocolonial en pleno centro de la ciudad de Rosario. Hubo visitantes distinguidos: el arquitecto Jorge Scrimaglio observó todo atentamente y hasta intervino para señalar una juntura, el único punto donde se interrumpe la continuidad del mural. Éste fue pintado en tela por Alfredo Guido y sus colaboradores entre 1925 y 1927 sobre las grandes mesas de su taller. Fue pegado sobre las paredes una vez terminada la construcción que diseñaron y dirigieron, durante esos dos años, su hermano, el arquitecto Angel Guido, y el constructor neocolonial Víctor Avalle, hermano de Sara.
"Angel Guido fue un escritor reconocido y docente de la Facultad de Arquitectura. Alfredo Guido fue director de la Facultad de Bellas Artes. También escribía una revista de la que además hacía el diseño gráfico, la revista de El Círculo. Un gran pintor que era muralista. Se ve que era una familia de artistas porque Angel Guido tuvo tres hijas y la más chica es Beatriz Guido", comentó la guía, Analía Huerta.
Según Montini, "Avalle también fue un miembro notable de la Comisión Municipal de Bellas Artes. Construyó las bases del Museo de Bellas Artes, que es ahora el Museo Histórico. Finalmente se lo cedieron a la Provincia y lo terminó Angel Guido. Pero siempre hubo una colaboración entre ellos dos muy estrecha, lo mismo que entre Alfredo Guido y Rovatti. O lo mismo que entre Alfredo Guido y de Bikandi". El ceramista vasco José de Bikandi fue conservador del Museo Municipal de Bellas Artes y en la casa Fracassi hay obra suya.
Recibidos en la planta baja por los anfitriones y por una escultura art dèco de Luis Rovatti, la gente subió por una escalera de mármol hasta la sala, donde se deleitó contemplando el rincón andaluz. Sobre éste, los arcos del balcón del mezzanine, o entrepiso para los músicos de la orquesta en vivo, lucían su españolísimo decorado con relieves y adornos de flores y hojas en yeso. Ante los vitraux con el emblema repetido de un jarrón incaico y bajo las lámparas de hierro, Ana Inés demostró el "secreto" del mecanismo de apertura de un bargueño, un escritorio con cajones con el pie en puente y dorado a la hoja, diseñado por Angel Guido. Este mueble (según apuntó Montini a posteriori) es copia exacta de un bargueño colonial americano. Ana Inés se detuvo en una naturalista y enternecedora gallina con pollitos que parecían vivos más que de mármol blanco, obra de un escultor italiano y pieza preferida de la abuela Sara.
Luego Ana y su colaboradora abrieron el comedor y sorprendieron con la magnificencia del mural: un paisajismo fauvista y una paleta deslumbrante, que prefigura la de Luis Felipe Noé. De una belleza estremecedora, el mural es envolvente: cubre todas las paredes e incluye al espectador, anticipándose en esto por media década al realizado por David Alfaro Siqueiros en la provincia de Buenos Aires en 1933. Además, el colorido es mucho más exquisito y la temática mucho más comprometida con la cultura autóctona y criolla de América que la de la obra del mexicano.
"Comíamos todos los domingos en esta mesa", contó Ana Inés sobre un fondo de música de sikus que brotaba de un equipo de sonido en el extremo del comedor, al pie de una cerámica esmaltada de Alfredo Guido representando una alegoría femenina mítica del continente americano. "Toda la casa tiene una tendencia femenina, por el rol que cumplió ella acá adentro. Fue una mujer muy activa y manejaba el tema dinero. Ella era catalana. Construyeron esto por una especie de sueño o ilusión que tuvo el hermano de mi abuela. Esto se hizo con un crédito del Banco Hipotecario a 30 años. La abuela se dedicó a soñar, con Alfredo Guido y con Angel Guido, y así surgió esta casa. Que primero tuvo otro proyecto. Y después de que viajan a Perú, cambian el proyecto".
¿Cuándo pudo haber sido ese viaje de los hermanos Guido? Montini sugiere que en el `23 ó el `24 y cita un ensayo sobre el mural escrito por la investigadora Adriana Armando, a partir del cual aventura que el viaje pudo ser también a Bolivia, de donde Alfredo toma los motivos del mural: habitantes con sus trajes típicos, el Lago Titicaca y sus alrededores, alusiones a la Isla del Sol y de la Luna con sus barquitos de totoras.
"Minería, agricultura... el carnaval, las festividades, todo fue representado acá", resumió Ana ante ese Aleph andino. Y Montini aportó que Alfredo Guido hizo otro mural en la casa de los Mayorell, en Los Cocos (Córdoba): "Es el primer mural que también pega, pero en proporciones mucho menores a éste. Después hace éste, y después en 1929 Martín Noel le encarga para Sevilla el mural que ahora está en la biblioteca del Colegio Normal Nº 2 (Córdoba 2084, Rosario). En 1926 hace, pero con otra técnica, los techos de la sala Lavardén. Esos son los murales que hace en este período. El más grande es el del Normal 2, pero éste es muy importante porque aquí también desarrolla todo un programa que va a expandir después en el Normal".
La casa siguió revelando sus rincones. De la sala parten dos escaleras que conducen una al mezzanine y otra a otro entrepiso con escalera que lleva al mirador. En dicho entrepiso, en los años 50, se añadió un bar de moderno estilo racionalista que permite una visión privilegiada del mural. El techo del mirador fue pintado a fines del siglo XX en tonos pastel. El altorrelieve de la chimenea, obra de Luis Rovatti que data de 1927, sufrió drásticos cambios al percatarse un visitante de que representaba a ¡tres mujeres desnudas! Teodoro le preguntó a Sara qué hacer y ella dio con la solución: se llamó a un escultor que las "vistió" burdamente con pliegues agregados. Por suerte para la historia del arte, en la foto del catálogo del Salón de Otoño donde fue exhibida a fines de los años 20 y ya siendo propiedad de Fracassi, a la obra se la reproduce "sin censura".
A pesar de la llovizna, acudieron unas 50 personas. Ana, encantada por el interés, destacó la "loable obsesión" de Angel Guido por dar a hacer todo el arte decorativo en Rosario. Y señaló la firma en la biblioteca del escritorio del doctor Fracassi (¡que se carteaba con Freud!) del ebanista rosarino Juan Balañá, quien tenía su taller en Catamarca al 1200. "Me quedé sorprendido y contento por la cantidad de público", comenta Montini. A agendar y a cargar las baterías de las cámaras: las nuevas visitas a la casa Fracassi serán el sábado 17 de julio a las 18 y el jueves 9 de septiembre a las 18. El mural del Normal 2 tendrá su visita guiada el jueves 5 de agosto a las 18.
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