Martes, 6 de julio de 2010 | Hoy
Por Irene Ocampo
El 28 de junio pasado se cumplieron los primeros 40 años de la Marcha y desfile del Orgullo gay en San Francisco, Estados Unidos. El Gay Pride Parade, como se lo conoce, cumplió cuatro décadas de visibilidad orgullosa en las calles. Ah, ¡mirá vos qué bien! pueden decirme ustedes, y luego preguntarme, ¿y, qué tiene eso que ver con nosotros/as aquí en el sur, en uno de los países rioplatenses, en mi barrio de una ciudad pampeana, en mi pueblo del norte argentino?
Tal vez muy poco, sin embargo durante años en Argentina no tuvimos ni Marcha del Orgullo gay ni el 28 de junio ni en noviembre. Porque no se hablaba del tema, porque los activistas eran aún muy poquitos y quienes simpatizaban con la causa no se animaban a salir a marchar, ni siquiera con una careta... Pero algunos de nuestros activistas pasaron por San Francisco alguna vez, y eso les cambió la cabeza, y algo de eso se trajeron de vuelta. Y luego de muchos años se armó la Marcha del Orgullo acá también.
Muchas veces cuando me junto con gays o lesbianas, estén en el armario o no, sale el tema: ¿Por qué hay que sentir orgullo? ¿de qué? ¿por quién voy a marchar? ¿por alguien que ni siquiera se atreve a decírselo a sus padres? Y luego salen una cantidad importante de razones parecidas a esa para justificar su ausencia en las marchas y en el activismo.
Marchar o no marchar es algo importante. Aunque a estas alturas no te convierte en activista, sí es una experiencia que yo recomiendo. Porque en primer lugar marchás por vos mismo/a. Y también por el orgullo de quienes salieron hace 40 años a la calle, arriesgándose a que los molieran a golpes, los metieran en cana, o incluso los mataran.
En Nueva York, en 1969, en el bar Stonewall, en la calle Cristopher street, en pleno Greenwich Village, un barrio medio y bohemio, hartas, cansadas de tanta redada, de que las maltrataran, golpearan e insultaran, se rebelaron, se metieron en el bar, y luego tomaron la calle. Nada menos que las maricas, las travestis, y también las lesbianas. Las "muñecas quebradas" haciéndole frente a la cana. Eso sí que debe haber sido un espectáculo lindo de verse. ¿Por qué? Porque dijeron basta todos juntos/as. Basta de atropellos, basta de tratarme como si fuera delincuente, una basura. Dijeron al unisono a la cana, al barrio, al mundo: somos personas, tenemos derecho a ser tratadas como personas. Y es así como nacen los/as activistas, las/os defensores de los derechos, las feministas nacieron así, por ejemplo. El movimiento gay nace influenciado por la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, y también por las feministas, los hippies, los pacifistas, y claro, algún incipiente punk que andaría por ahí, capaz, se me ocurre ahora.
En nuestro país en esa época surgió con mucha fuerza el FLH (Frente de Liberación Homosexual). La infame dictadura militar hizo añicos su tarea en pos de armar un activismo con espíritu crítico, no sólo por las libertades civiles, sino también para acercarlo al resto de las demandas sociales. Con la vuelta a la democracia en Argentina, surgió el movimiento gay local, con grupos como la CHA, Sigla, el MLH acá en Rosario, entre otros. En un comienzo fue por las libertades civiles y luego se tomó el tema del Sida con mucha fuerza, y un marcado asistencialismo. Las lesbianas feministas participaron de aquellos grupos y también formaron grupos que no subsistieron en el tiempo. Con muchas dificultades para consolidar los procesos grupales, conflictos al interior del movimiento feminista, etc. Así y todo, por ejemplo, las lesbianas en Brasil cuentan hoy con la Liga Lésbica que se sostiene desde hace varios años.
En 2008, luego de muchos años de trabajo y de sortear inconvenientes y dificultades se logró realizar el Encuentro Nacional de Lesbianas en nuestra ciudad. Organizado por Espartiles, una articulación lésbica nacional que tampoco sobrevivió, y que se disolvió luego de entregar la memoria de aquel histórico encuentro.
2010 tiene al movimiento lgbt detrás de lograr la modificación del Código civil que permita el matrimonio sin discriminaciones. No estoy a favor de perpetuar una institución del heteropatriarcado opresivo, sin embargo me sumo a la movida que permite que hoy, por ejemplo, estemos hablando abiertamente de nuestros temas, de nuestras familias, de todo lo que aún nos falta por lograr.
Hace poco fui a ver la película Sólo un hombre que debería llamarse Un soltero, destacando con eso que un gay viviendo con su pareja es un soltero, y más si quedó viudo. Justo eso es lo que el protagonista, George, interpretado por Colin Firth, recuerda de sus charlas con quien fue su pareja, un arquitecto, durante catorce años. Y se lo repite a sus alumnos de la universidad y a una amiga: "Somos invisibles". La película, ambientada en los comienzos de los años sesenta en Estados Unidos, marca algo que seguimos sufriendo a pesar de los cuarenta años de Marchas del Orgullo.
Debates como los que estamos viviendo en estos momentos, a pesar de las manifestaciones en contrario a la modificación del Código Civil, nos permite dejar de ser invisibles. Sumar al activismo de todos estos años más participación, acompañamiento a las salidas del armario de amigos, compañeros de trabajo, de estudio, vecinas, madres, hermanas, que ayuden a propiciar la visibilidad. Esa visibilidad que nos permitirá, como dicen mis compañeras de Lesmadres, ganar las luchas por el reconocimiento y el respeto.
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