Viernes, 14 de enero de 2011 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. DURANTE TODO ENERO ESTá ABIERTA LA MUESTRA COCHET UTóPICO
El rosarino, que era anarquista, consideraba que "todo verdadero artista debe estar consustanciado con su mundo" y haber "definido su sentir apasionado de la vida". Una completa retrospectiva se exhibe en el Parque de España
Por Sabina Florio
La exposición Cochet utópico puede visitarse en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) todo enero de martes a domingos de 16 a 21 con entrada libre. En los años '60, radicado en Funes, con una amplia e intensa experiencia de vida transitada, Gustavo Cochet (Rosario, 1894; Funes, 1979) sostenía que "todo verdadero artista debe estar consustanciado con su mundo", debe haber "definido su sentir apasionado de la vida" y de "las cosas", su idea "de belleza y de amor". En los años '30, desde Barcelona declaró que sus maestros habían sido "la naturaleza, la vida y el ejemplo de los grandes artistas", también que "la sabiduría se adquiere en la experiencia de la vida y en el trabajo de cada día".
En el transcurso de los años '20, Manuel Musto, colega, amigo y par generacional de Cochet, anotaba en su cuaderno personal: "Nosotros como no somos futuristas, no somos tampoco restauradores del anciano régimen (sic)". También, destacaba la presencia "una conciencia joven" donde "cada artista, operario, pensador u hombre de acción" se alimenta de "sensaciones íntimas" labrando un nuevo "concepto de vida" que consiste en "saber armonizar lo más posible nuestros actos con nuestras aspiraciones íntimas".
En un mismo sentido, Julio Payró para pensar la figura de Gustavo Cochet sostuvo que "grave inexactitud sería considerar a Cochet como un 'pasatista': su realismo tiene marcados caracteres de novedad, por mucho que se relacione con una serie de manifestaciones tradicionales, y, así, ni la Academia ni los vanguardistas intransigentes colocan a este pintor en el lugar que le corresponde, una porque es demasiado avanzado, y otros, porque les parece demasiado confundido con la retaguardia".
Atendiendo a las persistentes reflexiones de Cochet, las notas de Musto, las elecciones vitales y estéticas de Augusto Schiavoni, las configuraciones formales de Tito Benvenuto, la mirada de José Marín Torrejón y los encuadres elegidos por Minturn Zerva, podemos pensar en la existencia de una tradición en el arte de Rosario conformada por artistas que cultivaron un tipo de arte figurativo realista de fuerte impronta personal vinculado a su mundo más próximo. Desarrollaron sus proposiciones plásticas desde una imagen que no buscaba exhibir los lenguajes icónicos internacionales como insignias de la renovación. Ni conservadores, ni rupturistas, los autores otorgaron un sentido de lugar a sus obras desde la elección de un repertorio de temas vinculados a su hábitat. Equidistantes de la vanguardia y de la tradición estos autores sostuvieron valores como el amor por el oficio, la honestidad, la ética, la sencillez y la sinceridad, muy próximos a las ideas libertarias, de las que gran parte de ellos eran simpatizantes. Estos fundamentos operaron como guía por sobre los principios de originalidad y ruptura sustentado por las vanguardias.
El 6 de mayo de 1894 nació en Rosario Gustavo Cochet. Hijo de un maestro de escuela rural de origen francés y de una criolla descendiente indígenas, pasó sus primeros años de vida en el campo. Más tarde se trasladó junto a su familia a Carlos Pellegrini y posteriormente a Maciel.
Su realidad de mezcla hizo que Cochet se pensara ciudadano de tres naciones, Argentina (su país natal), Francia (país de origen de su padre) y España (su primer destino europeo). Seguidor del ideario anarquista, abogó siempre por "la conquista de la libertad y el amor mutuo entre los seres humanos".
A los 18 años decidió dedicarse a las artes plásticas dejando su casa paterna y dirigiéndose a la ciudad de Rosario. Arribó en un año en que desde distintas disciplinas se intentaba conformar una esfera cultural diferenciada, a través de la fundación de múltiples instituciones orientadas a difundir la historia, el arte y la cultura. Este año marcó el inicio de institucionalización del campo artístico local con la apertura de la Biblioteca Argentina y la fundación de la sociedad cultural El círculo de la biblioteca (más tarde El Círculo).
Cochet comenzó su formación en 1912 junto a César Caggiano como maestro. Su tutor acababa de regresar de Europa adonde se había embarcado en 1911 junto a Carlo Socrate para estudiar con Giovanni Costetti en Florencia. El estudio de Costetti (pintor, crítico y escritor) era muy concurrido, allí asistieron también los pintores rosarinos Domingo Candia, Manuel Musto y Augusto Schiavoni. El artista italiano se destacaba ser el introductor del Fauvismo en la Toscana, por su admiración de la obra de Cézanne y por su singular empleo del color al que denominaba "sentimiento de paleta". Como miembro activo del ambiente florentino mantenía relaciones de amistad con Giovanni Papini, Ardengo Soffici y Giorgio De Chirico. Con éste último compartía su pasión por la imaginería simbolista de Arnold Böcklin.
Cuando regresó a Rosario, en 1912, Caggiano se vinculó con sus pares artistas para emprender la labor de construcción de un ambiente artístico local. La inexistencia de un programa cultural oficial había llevado a pequeños grupos de creadores e intelectuales a la necesidad de crear instancias de producción, exhibición, difusión y circulación de ideas sobre el arte, de autores y de obras. El escultor Herminio Blotta, como miembro activo de estos emprendimientos, dejaba constancia por escrito de que: "Fuimos nosotros los que organizamos el Primer Salón de Arte Nacional", "con el esfuerzo personal de los que ideológicamente nos habíamos reunido al lado de Valenti".
Valenti era el seudónimo de Alfredo Chiabra, más conocido como Atalaya, quien había arribado a la ciudad en 1911. Blotta calificó a Atalaya como "jefe espiritual" de un grupo al que percibía como una "célula" del ambiente del arte de Rosario. Así, "desde las redacciones de los periódicos, en los pequeños cenáculos de café" se afinaba la sensibilidad artística de un sector de la primera generación de artistas locales.
Ricardo Falcón destacó que a inicios de siglo XX, "tras haber descendido del tren, Enrique Dickman" aplicará a Rosario "el mote de la Barcelona argentina". Siguiendo al historiador "el apelativo se ajusta al hecho de que en esas dos ciudades tuvieron lugar los dos movimientos anarquistas urbanos más importantes, en términos relativos, en el mundo de la época, de acuerdo al peso específico de cada uno". La presencia de Atalaya operó como catalizador para un conjunto de creadores que sostendrían, al igual que él, una firme postura libertaria y una identificación completa del arte con la vida cotidiana.
Próximo a reconocidos anarquistas de la escena nacional como Ghiraldo y Gilimón y apasionado por el desarrollo de las artes visuales y la literatura, Atalaya editó junto a César Caggiano y a Valentín Thibon de Libian la revista Bohemia. Del semanario se lanzaron 18 números entre inicios de 1913 y 1914. Allí Thibon de Libian publicó sus ilustraciones y Atalaya explicitó sus preferencias por "algunos nombres que lo han de acompañar a lo largo de lo años: Walt Whitman, Oscar Wilde y Anatole France".
La prédica de Atalaya, estuvo acompañada de la presencia sostenida de los discípulos de Malharro, a través de la exposición de sus obras y de su participación en el Petit Salón organizado por artistas locales. Blotta, dejó constancia de "los viajes que en segunda clase, pues no había tercera, hicimos a Buenos Aires en el invierno de 1913, para traer personalmente las obras que nos confiaran los amigos Thibon de Libian, Walter de Navazio, Ramón Silva, Delucchi, Daneri, Nicolás Lamanna y Luis Falcini". De Rosario aportaron sus obras Emilia Bertolé, Herminio Blotta, César Caggiano, Gustavo Cochet y Alfredo Guido.
El Primer Salón Nacional de Bellas Artes de Rosario comenzó a organizarse en 1913 y se concretó en mayo de 1914 en la denominada Casa Blanca de Casildo Souza. Luis Falcini recordará la muestra como "la primera exposición realizada en el interior del país de la nueva generación de artistas argentinos que iniciaron su actividad en los años cercanos al centenario".
En 1914, a los veinte años, Cochet viajó a Buenos Aires donde frecuentó a Thibón de Libian y Walter de Navazio. La mayoría de los pintores porteños mencionados, sumados a Pablo Curatella Manes y Carlos Giambiagi, cultivaban una vida bohemia, profesaban un profundo respeto por la figura de Martín Malharro y se oponían a los postulados de la Academia Nacional de Bellas Artes. Como ha señalado Malosetti Costa, Malharro y sus discípulos marcaron "un camino diferente de la modernidad". No se trató de la historia canónica que indicaba el necesario paso del impresionismo al posimpresionismo sino que transitaron del naturalismo al simbolismo en la búsqueda de una "luz local". Pensamos que con estas ideas éticas y estéticas sobre el arte, en 1915, Cochet, se trasladó al Viejo continente para completar sus estudios.
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