Domingo, 17 de marzo de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › MIGUEL ANGEL SOLá Y DANIEL FREIRE SOBRE "EL VENENO DEL TEATRO" Y OTRAS REALIDADES.
Los dos actores argentinos hicieron su experiencia en España y ahora están de vuelta con una obra que inquieta e incomoda, porque muestra el lado más crudo del poder. Solá y Freire hablaron con Rosario/12 de sus carreras y de política.
Por Julio Cejas
En esta persistente historia plagada de exilios, de argentinos que se van y vuelven, muchas veces porque el país los expulsa y otras porque el amor los reclama desde otras tierras; volvieron Miguel Angel Solá y Daniel Freire. Y volvieron embarcados en "El veneno del teatro", nave dramática escrita por el valenciano Rodolf Sirera, en versión de José Rodríguez Méndez y dirigida por Mario Gas que hoy vuelve a presentarse en el Auditorio Fundación (Mitre 754) a las 20.
"Las amenazas de muerte a mi hija de dos años, formaban parte de la normalidad anormal en que vivíamos, aún en tiempos de democracia. Ella me pidió que le llevara una bandera argentina para poner en su cuarto, ella recuerda todavía, el color de las hamacas y el tobogán donde un día encontré un trozo de gillette", comenta en tono confidencial un desencarnado y siempre lúcido Miguel Angel Solá.
En una cálida y cordial entrevista con Rosario/12,la dupla SoláFreire recordaron sus respectivos viajes, sus experiencias en España y resaltaron la importancia de esta gira con un costo importante de producción, sin dejar de manifestarse con respecto al teatro y su relación con lo político.
"Todos tenemos que aprender de todos, los españoles tienen que aprender que en el actor está la herramienta para hacer su propio trabajo. Aquí se juntan, arman un espectáculo y lo ponen en el garage de la casa de la abuela, ellos tienen que aprender de nosotros, en general. Allá se quedan esperando que el productor los llame para un nuevo espectáculo. Y nosotros tenemos que aprender que el oficio tiene un valor, a veces lo hacemos para que nos vean nada más", comenta Freire.
"El director español en general prescinde del actor dice por su parte Solá siento que el actor es un mal necesario, como no saben hacer eso que pasa arriba del escenario, tienen que llamar a gente que lo sepa hacer y eso da mucha bronca. Les va a costar tiempo aprender, son gente de mucho compartimento estanco, el asistente de dirección -por poner un ejemplo- no puede hablar de la tarea del actor, el director es el único que puede hacerlo".
-Cuando hablaban del teatro en el garage de la abuela, recuerdo que eso impresionaba mucho en Europa y se hablaba de un teatro argentino de resistencia...
-Acá hay una larga tradición de movimientos colectivos, el teatro independiente, Teatro Abierto, Por la Identidad, eso en España todavía no está, hay manifestaciones individuales. No aparecieron movimientos colectivos en nuestro oficio, hay muchas dificultades porque es imposible abrir una pequeña sala de teatro, hay muchas exigencias, todo cuesta mucho dinero dice Freire.
-Miguel Angel, vos que has construido una sala en Buenos Aires, ¿añorabas eso allá?
-Yo quería abrir 10 teatros acá, estoy en deuda. Pude con uno pero la vida me llevó a otro lado, siempre tengo la nostalgia de tener una sala donde poder expresarme y no depender de las frustraciones ajenas, que te llamen porque creen que van a llenar un teatro con tu nombre y resulta que no es así, porque se equivocaron con la producción, etc. Yo he trabajado para mí, hice dos obras que duraron entre las dos casi ocho años en cartel y en Madrid que no es nada fácil dice el fundador de "El Callejón de los Deseos".
-Hay mucho del veneno del poder en "El veneno del teatro", lo teatral una vez más desnuda algo que está más allá de la ficción...
-La obra habla de cómo el poder maneja los discursos, el poder siempre nos ilusiona, es lo que pasa en la obra: El señor Solá me hace creer un discurso, entro en una ficción supuesta, para terminar viviendo en carne un horror, pero yo también me permito atravesar esa puerta que él me va abriendo y construyo esa ilusión. Es lo que hace el espectador en el teatro, se va creyendo lo que el actor va tirando para construir la obra que le vamos a contarexplica Freire.
"El poder está en manos de los tecnócratas", afirma Solá. "Desgraciadamente ellos son los que dirijen la vida de los que no lo son, manejan la realidad como si fuera el todo y la realidad es solamente una parte pequeña de la verdad. Había un general que decía `la única verdad es la realidad', una de las tantas mentirillas que dejó flotando. La realidad es una parte de la inmensa verdad que somos y del cúmulo de cosas que tenemos para interrelacionarnos o matarnos como se estila últimamente".
-El público y la crítica son parte de una realidad favorable que los viene acompañando...
-Desde el punto de vista formal la obra que estamos haciendo es preciosa. Se trata de una persona que estéticamente desarrolla muy bien lo que quiere hacer, la puesta en escena es absolutamente armoniosa con lo que sucede, es atractiva. El clima muy bien logrado, todo lo que ocurre dentro para crear ese clima ha quedado en manos de nosotros dos, esta asociación es muy buena. Como si hubiésemos trabajado juntos toda la vidaafirma Solá.
Con la mirada lejana en el sitio donde lo aguarda la llegada de una nueva hija, Miguel Angel Solá, vuelve a reflexionar sobre su oficio y ese oasis que significa el teatro en un desierto de incomunicación cada vez más invasivo.
"Lo más bonito de todo esto es probar que el público de teatro existe, sigue estando y sigue necesitando el teatro, más allá de aquellos que nos venden como realidad lo que sólo es una resaca. Los señores que deciden poner en marcha esos programas bochornosos donde se rebaja la condición humana, esos que viven encerrados en sus estudios, escuchando a Brahms, para darle a la gente `la caca de Brahms'"- concluye.
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