Temas tradicionales de la pintura española y europea y motivos de la fauna americana, plasmados en el lenguaje plástico de la neofiguración, son una singular marca de estilo en los grabados y pinturas de Cristina Santander, una treintena de cuyas obras en estos medios pueden verse este mes en Krass Artes Plásticas (San Martín 631). Con intenso temperamento y audaz pero refinado virtuosismo, Santander hace del grabado un laboratorio del color que nada tiene que envidiarle a la pintura en riqueza de matices, enriquecida ésta a su vez por la intensidad de los trazos del buril. Suman un plus los efectos logrados mediante el corte, el desgarro o la superposición de papeles, que además de las tintas también aportan planos de color. El aguafuerte, el collagraph y el collage se combinan así en logradas armonías de colores puros en su máxima intensidad, similares a las de su pintura y cuyos contornos y texturas gráficas llevan además la personalísima huella de un gesto fluido, decidido y vital.

En los grabados, ciertas figuras que se dejan leer como citas de la escuela española (Las Meninas, de Velázquez, La Vendimia, del primer Goya) producen la extrañeza de hallarse ante íconos tradicionales de un arte barroco tardío y romántico temprano cuyas formas siguen siendo reconocibles, pero que sin embargo han sido transformados, recreados y reinterpretados según el espíritu de épocas más recientes. Los títulos (Serie "Suite Española", Subserie "Figuras goyescas") explicitan plenamente dicho ida y vuelta de influencia y homenaje. Este gesto posmoderno, en la plástica, aparece en ciertas pinturas de Carlos Alonso; en música es mucho más común, y al pensar en el cine (ese subgénero del grabado en que la matriz es de celuloide y la estampa se da fugazmente en la pantalla) es casi inevitable la analogía con aquellos muebles rococó que se volvían psicodélicos ante los ojos del viajero del tiempo en 2001, Odisea del espacio, de Stanley Kubrick.

Las pinturas más exquisitas de la muestra son las que representan aves tropicales, ramos multicolores de flores, o mujeres cuyas faldas coloridas, piernas esbeltas como tallos y expresión plácida hacen pensar, por su gracia, en una mujer-flor. La reducción de la figura a un puñado de manchas que la aluden remite a la técnica pictórica de Goya, pero también a las escenas casi impresionistas de Figari. La colorida paleta fauve, posimpresionista, que Santander domina con maestría le sienta mejor que nada a sus pájaros y plantas de la selva, una serie de obras que fueron mostradas con éxito en Brasil.

Cristina Santander nació en Buenos Aires, ha expuesto y vendido internacionalmente, ha obtenido numerosos premios en salones de grabado tanto en Argentina como en el exterior, fue profesora en las escuelas Pueyrredón y De la Cárcova y becaria en la Casa de Velázquez del gobierno de Francia en Madrid.