Inicia la cuarta edición de Conecta, Muestra de Cine Interdisciplinaria, organizada por ARTEA y RAC en Cine El Cairo, y entre las películas y actividades de relieve que ofrece, se encuentra la presencia del cineasta Lisandro Alonso, quien acompañará las proyecciones de dos de sus películas: hoy a las 20.15 podrá verse su último largometraje: Jauja (2014), con participación de Viggo Mortensen; y mañana, en mismo horario, será oportunidad para La libertad (2001), el primer título de su laureada carrera: La libertad tiene premios en los festivales de Rotterdam y Oslo; Jauja, en Huelva y Cannes. Es en el festival francés donde el nombre de Alonso, de hecho, oficia de visitante asiduo. Tener la posibilidad de dialogar con él, junto a sus películas, será oportunidad magnífica.

Vale detenerse unos párrafos en estos films, porque son obras maestras y anudan, justo, el resto de su filmografía, compuesta de tres películas más: Los muertos (2004), Fantasma (2006) y Liverpool (2008). Podría decirse que La libertad oficia como matriz y cosmogonía fílmica. Es decir, un relato que se cierra sobre sí mismo, que deriva hacia un desenlace que es inicio renovado, atrapado en un ciclo que tiene sus límites: la alambrada del campo termina por hacer saber hasta dónde puede ir el hachero, también hasta dónde puede con él ir la cámara. Allí dentro, lo que se respira es un trabajo de rutina y pocos pesos, pero también el aire con el fuego, la tierra y el agua. Elementos en equilibrio con su protagonista, así como lo descubría esa otra obra maestra que es Los salvajes, de Alejandro Fadel, con la película siendo consumida por sí misma.

En este sentido, vale también pensar Jauja (y la filmografía de Alonso). Ambientada en el desierto argentino, en épocas de conquista, con "cabezas de coco" y militares fantasmas, Jauja es una tierra prometida que, nada casual, también oficia como palíndromo. Bienestar, gozo, en esa promesa de abundancia que en algún lado anida, tal vez magnificada por los relatos que la dicen.

Hacia allí parten el Capitán danés Gunnar Dinesen (Mortensen) con su hija. También un militar con su detenido. Paralelo espejado que propiciará un cruce y una huida, para que entonces Dinesen se interne, tras las huellas de su hija, en una búsqueda de horizontes lejanos, quizás cercanos (como también sucede en el cine de Capra y de Jodorowsky).

Cuán cierto es lo que sucede, no tiene demasiado sentido determinarlo. Qué es lo significa, tampoco. Lo mejor es dejarse llevar por este viaje que puede durar demasiado, o muy poco. Los espacios, junto con el tiempo, se desarticulan y reconfiguran. Es ésa, justamente, la propiedad esencial del montaje cinematográfico. Así como en los sueños. Manejar estos recursos es el saber de un cineasta. Lisandro Alonso, por eso, destaca.

También será imperdible el disfrute supuesto por quien es una de las personas de mayor incidencia en el cine argentino de los últimos tiempos: Lita Stantic ofrecerá un diálogo en Cine El Cairo, mañana a las 18. La impulsora del cine de talentos como Lucrecia Martel, Israel Caetano, Diego Lerman, directora a su vez de esa película maldita y valiente que es Un muro de silencio (1993), en un diálogo destinado a repasar su trayectoria y problematizar esa área fundamental que significa la producción. Vale recordar que el título más reciente producido por Stantic es La patota, de Santiago Mitre.

Entre toda la programación de Conecta.04, que puede consultarse completa en www.elcairocinepublico.gob.ar, este cronista no duda en destacar la proyección de Placer y martirio (sábado a las 22.30), la más reciente película de José Celestino Campusano, el director de Vikingo, Fango, El Perro Molina. Si hay algún director que exprese las vías auténticas, cercanas y filmables de un cine que se sienta de modo visceral, violento, inconformista, ése es Campusano.

Apenas tres menciones extraordinarias -Alonso, Stantic, Campusano - dentro de una muestra, que se extiende hasta el domingo 12, y que ha ganado un espacio audiovisual propio para la ciudad.