Miércoles, 9 de septiembre de 2015 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. EL CASO VIGIL, DE NATALIA GARCíA.
La investigadora desmonta el fetiche historiográfico llamado "la Vigil" cartografiando el mapa de la materialidad de su producción. Cuestionando mitos, su relato tensiona el presente como quien comparte un código abierto.
Por Beatriz Vignoli
Revisar las condiciones determinantes de un hecho histórico es un acto que contribuye a descongelarlo como icono para relanzarlo como posibilidad. Esto hace Natalia García en su libro El caso Vigil: desmontar el fetiche historiográfico llamado "la Vigil" y cartografiar el mapa de la materialidad de su producción. Reemplazar la pregunta esencialista (¿qué es esto?) por la fenomenológica: ¿cómo fue posible? ¿Cuándo, dónde? y sobre todo, ¿quiénes lo hicieron posible y quiénes eran (allá en el barrio, por entonces) estos que lo hicieron posible?
Cuestionando mitos, su nuevo relato tensiona el presente como quien comparte un código abierto, en tanto documenta esta creación con registros concretos y en la voz de sus protagonistas. Reabre el caso, interroga la novela institucional, relativiza el mito fundacional del demiurgo solitario y vuelve a situar a los actores individuales en una trama social y política, de la que cada cual participó y participa aún con sus propias singularidades, pero de la que resulta indisociable.
Natalia García es profesora en Ciencias de la Educación graduada en la Universidad Nacional de Rosario y doctora en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Su libro El caso Vigil: Historia sociocultural, política y educativa de la Biblioteca Vigil (19331981) nació precisamente como su tesis doctoral en la UNER. La investigación de años que lo sustenta fue realizada con dos becas del Conicet, una con sede en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNR y otra en el marco de dicho doctorado. Es uno de los primeros tres libros publicados por la nueva editorial de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, Fhumyar ediciones, que lo presentó el miércoles 2 en el más indicado de los lugares: el teatro Saulo Benavente de Alem y Gaboto, el edificio de la Vigil.
Allí abrió la lista de oradores Antonia Frutos, más conocida como Checha. Referente histórica de la institución fundada en 1959, emocionó con su testimonio sobre un quehacer colectivo donde todos tenían voz, todos tenían lugar y cada cual se sentaba donde quería. Luego el profesor de Letras Fernando Avendaño, director del Instituto Rosarino de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice), destacó el valor y el sentido de que el trabajo se remonte al fenómeno del vecinalismo de las décadas del 20 y del 30, a las que caracterizó como una etapa de "construcción de sociedad civil". Para ilustrar el "progreso casi sin límites del proyecto Vigil" al que la autora dedica la primera mitad del libro, dio un dato duro: mil quinientos millones de pesos fue el excedente que el ejercicio contable de 1972 arrojó gracias a la venta del bono contribución conocido como la rifa de la Vigil; cifra que se invertiría en la edición de libros por la Editorial Biblioteca, una Universidad Popular y otros proyectos. En 1977, la Vigil fue intervenida por la última dictadura militar; se "reactivó" en 2014.
También hablaron la autora y Rubén Chababo, director del Programa Editorial de Fhumyar. Natalia García es docente investigadora en la cátedra Historia Socio Política del Sistema Educativo Argentino de la Escuela de Ciencias de la Educación y miembro de HEAR, Centro de estudios en Historia de la Educación Argentina Reciente de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). Otros libros de Fhumyar ediciones son Mercaderes de Mar y Tierra de Elsa Caula, La salud de los trabajadores de Gloria Rodríguez, y la serie Cuadernos de Trabajo.
A partir de la alegórica cubierta ilustrada por la artista rosarina Claudia Del Río en una paleta y un estilo evocadores de los libros infantiles de Constancio C. Vigil, zambullirse en estas 418 páginas de historia reciente local es una aventura transformadora. Desde esa "C." en el nombre de la Biblioteca Popular que fue elegido por consulta vecinal (irónicamente, en una de sus dos versiones fue el de uno de sus "enemigos", presidente honorario de Editorial Atlántida) hasta la carta elogiosa de Juan Domingo Perón el 21 de abril de 1971, cada detalle es novelesco. García desmonta la figura mítica del "carbonero analfabeto" que Rubén Naranjo (llegado en 1963 desde el centro, desde el comunismo y desde la UNR a un ámbito filoperonista barrial) instaurara como héroe, y rescata del olvido la figura del docente Gregorio Larrosa: él entusiasmó a los "jóvenes entusiastas" que durante las décadas del 60 y 70 desarrollarían en barrio Tablada uno de los proyectos de educación popular más importantes de América Latina.
Investigar la novela institucional de un colectivo social se parece al fin bastante a diseccionar lo que Freud llamaba la "novela familiar" de un sujeto en análisis: aquí también, la represión efectuada por el olvido produce el devastador efecto de la repetición.
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