Raúl Perrone es uno de los más grandes cineastas. Hoy, Cine El Cairo completa el ciclo Zoom con la proyección de Fávula (2014) a las 22.30, título que cierra una selección magistral, compuesta por Hierba (2015), Samuray-s (2015) y Ragazzi (2014), más el retrato que del realizador ha logrado Patricio Carroggio con El perro de Ituzaingó (2015), en alusión al ámbito de vida y cinematográfico del director más transgresor del cine argentino.

"Con cada película trato de ir poniendo un poco más, de ir un poco más allá, eso es muy interesante y a su vez muy agotador --le cuenta Raúl Perrone a Rosario/12--. En lo posible, trato de llevar a cabo mis ideas de la mejor manera, pero a veces es muy difícil. Uno es muy radical, me gusta mucho asumir desafíos y que la gente a la vez los acepte, algo que es complicado, porque la gente está acostumbrada a ver determinado tipo de películas y cuando les llevás una propuesta nueva, cuesta; cosa contraria a lo que está pasando en Europa, donde son más abiertos. Como lo demuestra P3ND3JO5, que está funcionando cada vez mejor, cada vez más festivales la piden, y eso me llena de orgullo, está buenísimo".

- Siempre persististe con la manera de hacer cine que estaba a tu alcance, una manera que me resulta estética y moral.

- También la tecnología juega a favor, cada vez hay más cosas y están ahí, para que uno las use, y eso está muy bueno porque es mucho más importante para mí tratar de llevar el cine a los límites, pero cuidándolos, tratando de que una película sea más arriesgada que la otra. A veces hay gente que no quiere asumir riesgos, yo por suerte tengo la libertad de poder hacerlo y lo llevo adelante, pero eso también trae consecuencias, como que algunas veces la gente no entienda. Por eso, en los últimos años me propuse no preocuparme por si la gente entiende las películas. Lo que importa es que se dejen llevar, que viajen. El que lo pueda hacer, será maravilloso; y el que no, se queda afuera.

- Entiendo que ese riesgo también está con las otras partes que hacen una película, como los actores. ¿Cómo vas concretando la idea que te motiva al momento de filmar?

- Eso es algo que tiene que ver con el oficio y con lo que uno eligió. Desde hace muchos años trabajo únicamente con la gente que me rodea, gente que viene al taller de cine. Trato de llevar eso al máximo y no de hacerlo con gente vinculada al cine, prefiero estar lejos de eso, y es eso lo que me hace tener libertad.

- Es conocida tu postura crítica sobre los festivales y similares.

- Sí, pero no estoy muy atento a ese tipo de cosas, trato de encerrarme en lo mío, de tratar de hacer lo que quiero. Es algo que lleva mucho trabajo, porque no contás con presupuesto y ese tipo de cosas, se vuelve mucho más difícil. Pero no me quejo, porque es ése el camino que elegí, por ahí sigo yendo, teniendo la tranquilidad de que no voy a tratar de hacer cosas que me impongan desde afuera ni a estar atento a lo que marca el ritmo de la industria, que me importa bien poco. La verdad es que el tiempo me ha dado la razón.

- En Hierba, ¿tenías previsto hacia dónde se iban a dirigir los personajes al salir de la pintura (se trata de Almuerzo sobre la hierba, de Manet)?

- No, me gusta mucho la improvisación, y eso es algo que propongo siempre como un juego. Lo que más me interesaba de la pintura era cuando se levantaran esos tipos; mi pregunta era: ¿qué hacían ahí? Fui boceteando ciertas cosas que tenía pensadas y por eso la dividí en capítulos, donde quizás uno no tenga que ver con el otro pero en el conjunto hacen un todo. Así fui trabajando, esa es la manera de laburar que me gusta. Soy mi primer espectador, digamos, es la única manera con la cual me siento seguro. Si escribiera todo un guión me aburriría; además, no estoy preparado para hacerlo. Me gusta llegar al lugar y decir: "Hoy va a pasar esto". Tampoco quiero minimizar la cosa, porque hay mucho laburo detrás de esto. Es un método que de alguna manera me inventé.