Domingo, 17 de julio de 2016 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › SE ABRIó LA 12º EDICIóN DEL CONVOCANTE FESTIVAL DE TEATRO DE RAFAELA
El creador del festival desde la gestión pública rafaelina y hoy director del Instituto Nacional de Teatro, Marcelo Allasino dijo que este acontecimiento teatral debe "convertirse en una política de Estado", para garantizar su continuidad.
Por Julio Cejas
Hace algunos años, cuando el Festival de teatro de Rafaela se instalaba definitivamente en la agenda cotidiana de todos los habitantes de esta ciudad y en los gustos y las preferencias de creadores, investigadores y gran parte de la prensa nacional; ya sugeríamos en reuniones con sus organizadores la continuidad de una movida que era defendida por la comunidad toda, ante la posibilidad de que alguna gestión política dejara de lado esta importante apuesta por la cultura local y nacional.
En el acto inaugural de esta 12ª edición, las emotivas palabras de uno de los creadores históricos del Festival de teatro de Rafaela y ahora flamante Director Ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro, Marcelo Allasino, parecieron confirmar aquellos planteos y la apuesta de algunos colegas y críticos, acerca de la necesidad de fortalecer este proyecto.
"El Festival de Teatro de Rafaela, no le pertenece a ningún funcionario de ningún gobierno, sino a los artistas, los gestores, los productores, los directores, los dramaturgos, los técnicos, los investigadores, los críticos, los intérpretes, y es del público, es de ustedes", dijo Allasino, ante la desbordada sala del Cine-teatro municipal Belgrano.
"Cuando la política asume el poder transformador del arte y apuesta por la evolución, ocurren fenómenos que movilizan la esperanza y confirman lo posible, como ocurre con este Festival", dijo este activo creador que reivindicó públicamente al arte y la cultura como sus auténticos espacios de militancia.
Aclamado por un público que lo sigue reconociendo por su aporte a la comunidad como artista, creador del Festival de teatro y Secretario de Cultura de la Municipalidad rafaelina, Allasino le habló directamente a las autoridades presentes, a las que invitó a hacerse cargo de la continuidad del Festival.
"Hoy reformularé una idea que hasta ahora no alcanzó a concretarse, a pesar de mis esfuerzos en mi paso por la administración pública local, pero voy a insistir porque creo que las autoridades locales tienen una deuda con la comunidad: el FTR debe dejar de ser una política de gestión, para ser política de Estado"- dijo el Director del INT.
Con esta apertura que continuó con las vibrantes palabras de la Ministra de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, que jugó con las palabras que imaginaba al comparar política y cultura, Chiqui González dijo a la entusiasta audiencia que "el teatro es un arte con presencia de cuerpo a cuerpo, sin espejo, porque luego de la obra cambian muchas cosas".
Esta 12ª edición del Festival comenzó con un fuerte tono político que se extendió a la programación y que tuvo uno de sus picos más altos en la provocadora "El grado cero del insomnio" del reconocido creador porteño Emilio García Wehbi.
A partir de una propuesta que se niega como espectáculo y que arrasa con las convenciones del teatro tradicional, como también del comercial, y el llamado independiente, Wehbi dispara contra las prácticas teatrales que adaptan y acomodan a los espectadores atraves de una estrategia estético-ideológica que coquetea con lo políticamente correcto.
El día de la inauguración, sorprendieron el abordaje de dos clásicos del teatro tanto nacional como internacional: "Jettatore" ,dirigida por Mariana Chaud, una inteligente versión del texto de Laferrère y "Brecht", una experimentación irreverente acerca del mundo brechtiano, a cargo de dos talentosos dramaturgos y directores también porteños como son Walter Jacob y Agustin Mendilaharzu.
La rosarina "Carne de juguete" dirigida por Gustavo Guirado también se inscribió dentro de las propuestas que abordaron lo político, en este caso una vez más el tema de las Malvinas, a partir de una destacada labor actoral.
Volviendo sobre los clásicos, el director Francisco Lumerman provocó una de las ovaciones del público, con una inteligente versión que recupera lo más dramático de "Tío Vania" de Chéjov, en "El amor es un bien" y María Marull escribió y dirigió su tierna y festejada "La pilarcita", otra de las obras que tienen sus localidades agotadas en la cartelera porteña.
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