Con la intención de presentar su nuevo disco Encaje, Adriana Varela llega esta noche a la ciudad. En una única función a las 21.30 en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), la Varela subirá a escena con la excusa de cantar algunos de los doce temas que integran este flamante trabajo, el octavo desde que empezó su carrera profesional, allá cuando alumbraba la década del `90. Claro que esto rara vez ocurre, ya que la canyengue familiaridad con que la acoge el público de Rosario cada vez que viene, hace que en cada función ella termine alterando el programa para complacer a alguien que, entre piropos, le pide un tema.

Aunque ella insista en hacerlo pasar por simple arrojo, lo de Adriana Varela es el resultado de una reflexiva provocación. Porque conoce lo sagrado de algunos gritos, en cada nuevo trabajo se anima a un poco más. Esta vez fue Sur, probablemente uno de los tangos más transitados de Manzi. Y, sin embargo, la Varela confiesa que antes de Encaje, su flamante último disco, no sólo nunca lo había grabado, sino que ni siquiera se había animado a cantarlo.

Como lo hizo en uno de sus primeros discos, Maquillaje (1993), con Afiche de Expósito, en esta nueva aventura decidió abrir con uno de esos tangos mitológicos. Verseada, fraseada, casi comentada, Sur abre la trama de esta nueva placa, un disco etéreo, seductor, pleno de transparencias y ocultamientos.

También como en otros trabajos, este cuenta con ese sello cuidadamente ecléctico que le sabe imprimir la cantante a cada uno de sus discos. La clave es mezclar: lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo contemporáneo, lo clásico y lo moderno. Por eso, como en otras oportunidades sonaron en el mismo disco temas de Gardel y Fito Páez, de Piazzolla y Lalo de los Santos, de Cadícamo y Litto Nebbia, de Flores y Joaquín Sabina, aquí conviven delicadamente Discepolo y Jaime Roos, Azucena Maizani y Judith Gómez Bas, una vecina de la cantante que aporta un Chau! para cerrar un disco que entre Malevaje, Lloró como una mujer, Pero yo sé y Lejana tierra mía se desnuda en una femineidad sublevada, orgullosa de ser.