Domingo, 5 de noviembre de 2006 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › REEDITARON LOS TRES PRIMEROS LIBROS DE FRANCISCO GANDOLFO
Un elemento central de su escritura parte
de sus vivencias, donde es posible hallar
la amistad, el amor, la muerte y la política.
Por Sonia Scarabelli
La Editorial Municipal de Rosario, continuando con un proyecto de publicación que permite el acceso a la obra de voces fundamentales de la poesía de Rosario, ha presentado bajo el título de Versos para despejar la mente, una recopilación de los tres primeros libros editados de poemas de Francisco Gandolfo: Mitos (1968), El sicópata (1974) y Poemas joviales (1977).
La singularidad de la obra de Gandolfo, quien fue, además, fundador, junto con su hijo Elvio, de la mítica revista rosarina El lagrimal trifurca (1968-1976), despliega una potencia de proyección que no sólo incumbe a la producción local, sino que se integra en el ámbito mayor de la literatura argentina contemporánea.
En este sentido, el prólogo de Daniel García Helder, da cuenta del extenso y rico proceso de constitución de esta poética, y señala que "pudiendo haber pertenecido por edad a las promociones del 40 o del 50, Gandolfo integra plenamente la del 70, como lo indican los años de publicación de sus primeros libros (68, 74, 77), el período que duró la revista (68-76) y el comienzo de su actividad como editor de otros poetas a través de su colección de libros, plaquetas y cuadernos El Búho Encantado, que continuó a lo largo de los 80 y hasta los primeros 90".
Francisco Gandolfo -quien cuenta con ocho libros publicados y tres aún inéditos- nació en Hernando, provincia de Córdoba, el 7 de septiembre de 1921, y luego de una serie de desplazamientos geográficos que incluyeron, entre otros destinos, la ciudad de San Rafael (Mendoza), y también Buenos Aires, llegó a Rosario, donde se halla radicado desde 1948. Si bien el inicio de su práctica poética más especificamente formativa se remite a los tiempos en que cumplía la milicia en San Rafael, a principios de los años 40, el giro estrictamente personal de su producción se configura y afianza, indica Helder, en el proceso de escritura que se inicia con Mitos, continúa en El sicópata y se consolida con los Poemas joviales.
Sin renegar nunca de lo que él llama, en reiteradas ocasiones, su "vocación lírica" -en íntima relación con su amor por la música- Gandolfo asumirá una tarea que lo vinculará estrechamente con un proceso de renovación de la poesía, en el que jugarán un papel significativo los recursos ofrecidos por un registro coloquial de la lengua y la incorporación de una cierta estructura narrativa en el desarrollo de los poemas; orientado siempre en la dirección de lograr un lenguaje despojado, reconoce una capital importancia a la lectura de Trilce, de Vallejo, que llevara adelante a principios de los años 60, y que, según expresa el mismo Gandolfo, constituyó "la revelación de cómo hay que trabajar y descarnar la palabra". Esta intensa preocupación formal se entrama con otras constantes de su poesía observadas por Helder. Entre ellas se encuentra la inscripción recurrente en su obra de la "instancia autobiográfica", que se vincula claramente con esta afirmación del poeta, de 1981, en la cual manifiesta: "Las primeras líneas que escribí en mi adolescencia (16-17 años) me demostraron que lo que merecía ser escrito podía permitir el acceso a regiones ansiadas imposibles de alcanzar físicamente, pero teniendo conciencia de que para llegar había que poner no sólo el espíritu, la inteligencia, sino también el cuerpo formando parte de una experiencia total del existente con su sociedad y en sus tres tiempos: pasado, presente y futuro". Las "vivencias" constituyen, por lo tanto, un elemento central de su escritura -parte de ese sustrato material que entra en los versos, en los que se habla de la amistad, el amor, la muerte, la religión, la política, la infancia, entre otras cuestiones-, e insiste en que, para desarrollar una potencia de la expresión, hay que manejar estas vivencias "al nivel de la poesía". En este sentido, la asunción de un cierto choque entre una esfera más lírica de la experiencia y los aspectos concretos y muchas veces opresivos de la vida cotidiana, dan lugar a una indagación acerca del modo de neutralizar la potencia destructiva de este "choque", e integrar la experiencia en una nueva dimensión, para lo cual Gandolfo apela a lo que el prologuista apunta como el "archi-rasgo" de su producción: "el signo positivo, el humor". La poesía permite propiciar un equilibrio en el que la vitalidad se constituye en valor principal frente a la muerte, (de allí su "poder terapéutico"); así, el carácter humorístico y optimista que toma impulso en la obra de Gandolfo, y se realiza plenamente en Poemas joviales, no es sino el producto de una poderosa y seria convicción, la de que "... este es el goce inteligente y primitivo/ de la naturaleza y sus dones/ charlando con humor/ para seguir adelante con más fuerza// porque lo jovial se da/ para favorecer la relación social/ despejar los problemas de la mente / alegrar el corazón/ y enderezar el espinazo".
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