Martes, 14 de noviembre de 2006 | Hoy
Pasado mañana, se inaugura en el Bernardino Rivadavia una mega muestra del talentoso dibujante Oscar Grillo, quien vive en Europa.
Por Fernanda González Cortiñas
Esta semana llega a Rosario una megamuestra de quien es --probablemente y junto al crédito local residente en Francia, Napo-- uno de los más notorios embajadores de la historieta argentina en el mundo: Oscar Grillo (Buenos Aires, 1943). Dibujante profesional desde 1960, Grillo vive en Europa desde 1969. Con una variopinta foja de antecedentes en la que figuran, entre otras cosas, el haber ganado dos Oscar por Mejor Animación --uno en 1972, junto a Richard Williams, por A Christmas Carol, y cuatro años después, otro por el diseño de Bob Godfrey's Great--, ilustrado libros como I Malavoglia, de Giovanni Verga o Los cantos de Maldoror, de Lautremont y animado cortos sobre la vida de Linda McCartney, Rembrandt o Charlie Parker, actualmente Grillo se las ingenia para colaborar con el sitio web de la BBC, crear personajes para la Pixar y hasta alimentar diariamente un blog (okgrillo.blogspot.com) que edita un rosarino, el músico Rubén "Chivo" González. En esta entrevista, el maestro de Lanús habla de sus comienzos, de sus influencias, del autoexilio y de por qué, aunque hace casi 40 años que falta del país, se siente "más porteño que nunca".
--¿Por qué se fue del país? Y, ya que estamos, ¿por qué no ha vuelto a vivir aquí?
-Yo soy como el Rocha de "La Vuelta de Rocha", que entre volver y quedarse, como era un hombre de pocas decisiones, optó por la del menor esfuerzo (¿o ese era Obligado, de "La Vuelta de Obligado"?). En fin. Me fui de Argentina en 1969; y no me fui por irme nada más, sino para buscar a la Argentina que tenía adentro, porque la Argentina que estaba afuera de mí, era un desastre de banalidad e inminente fractura, de onganiismo (sic) y tontería televisiva; una Argentina "menesúndica" (por "La Menesunda", obra cúlmine del período happenings de Martha Minujin en el Di Tella). El poeta Fernando Guibert me dijo alguna vez que Hemingway se había descubierto "americano en París", y yo pensé que si eso le había servido a Hemingway también me podía también servir a mí, salvando las distancias, naturalmente. Me fui por un año que al final se hicieron 37. Viví en Barcelona y en Milán. Ahora vivo y trabajo en Londres. Lo bueno del caso es que finalmente, después de tanto tiempo, ahora, soy mas porteño que nunca. En mi cabeza todavía tengo 12 años y me paseo insistentemente por mi barrio natal, Lanús. Hay varios dibujos en esta muestra que llevo a Rosario que lo comprueban, a pesar de que la calle en que vivo ahora se llama Gordon Road. Vuelvo cada vez más seguido a Argentina, sobre todo porque ahora no hay milicos en el poder y también porque me reconcilié con la idea de que esta Argentina que piso es de otros, pero la Argentina de mi memoria es toda mía y nadie me la puede sacar. Ni necesito pensar en radicarme. Hasta en Kuala Lumpur puedo sentirme argentino acordándome de los radioteatros con Omar Aladio y de la voz del Flaco Pratolongo --que se nos fue pero aún me guía--.
--¿Qué valor le adjudica al hecho de exponer en la Argentina?
-El valor principal de exhibir en Argentina es el de poder sintetizar algunas ideas compartibles con un público que tiene claras las referencias que cito en algunos de mis dibujos. La de un ficticio Carlos Gardel que lleva a babuchas, a Ireneo Leguizamo, o Ciriaco Ortiz enseñándole a hablar en Alemán a su bandoneón. Aunque si lo pienso bien, ¿cuánta gente hoy en día sabe quién era Ciriaco Ortiz? (bandoneonista cordobés que practicaba el estilo del "fueye chamuyador").
--¿En dónde (el cómic, el cine, la literatura, el arte, etc) y en quiénes (referentes) reconoce sus más fuertes influencias al momento de decidir ser dibujante?
--Tengo tantas influencias que no cabrían en la biblioteca de Babel. Me crié dentro del cine Las Flores, de Villa Industriales. Allí vi de todo, desde El acorazado Potemkin a los seriales de Crash Corrigan. Para mí el cine fue una influencia fundamental pero también lo fue la historieta. Grandes lecturas en el techo de mi casa, escondiéndome de mis obligaciones escolares, leyendo el Pato Donald y Patoruzito, Pif Paf, El Rayo Rojo y el Titbits. De todo. Pero también leía las versiones de Editorial Tor de Dostoyevski y Georges Simenon. Las influencias más potentes fueron Krazy Kat, Saúl Steinberg, las animaciones de Upa, y Picasso en una enciclopedia de mi padre. Siempre quise ser dibujante, desde mi más tierna infancia. Dibujaba en el suelo de tierra del fondo de mi casa las películas que había visto ese día. Era una tarea audiovisual: dibujaba siempre acompañándome de efectos sonoros hechos con la boca. Estudié en varias academias por correspondencia pero el momento más importante fue cuando fui a la Escuela Panamericana de Arte, a los quince años. Ahí conocí a Carlos Garaycochea. El fue --y sigue siendo-- uno de los más extraordinarios maestros de dibujo de este país, capaz de respetar al alumno y guiarlo por el camino de su verdadero potencial. Garaycochea me hizo unificar todas las influencias que había recibido hasta ese entonces y encontrar mi propio camino.
--¿Cómo es su sistema de trabajo, organizado o según la inspiración? Sé por ejemplo, que la guerra en Irak lo impulsó a trabajar muy duro. En este sentido, ¿qué temas lo movilizan?
--Primero tengo que especificar que mi carrera se divide en dos aspectos bien diferenciados: el del trabajo comercial, como animador e ilustrador, y el de mi expresión personal. En los trabajos comerciales, naturalmente, tengo que atenerme a un código profesional y entender las necesidades de quienes me comisionan la tarea. Por interés propio y mi naturaleza, he desarrollado muchísimas formas de hacerlo. Me gusta la variedad y la aventura de las diversidades gráficas, desde tratar de replicar en animación un estilo disneyano (sic) de los años treinta en comerciales hasta animar a Picasso para las identificaciones de un canal de televisión inglés. En mi trabajo personal prefiero usar una forma más catártica. Empiezo con una hoja en blanco y apoyando mi instrumento de trabajo, sea un pincel o una pluma, empiezo a trazar líneas que terminan convirtiéndose en historias absurdas o expresiones dolorosas. La temática de la invasión a Irak me movilizó a hacer caricaturas contra esa agresión, que mandaba diariamente por e--mail a varios amigos. Más tarde, seguí mandando, aún lo hago, pero ya dibujos de otra índole, quizás más surrealista. El reciente ataque al Líbano me hizo volver a hacer algunos dibujos representativos de la frustración que sentí ante la violencia perpetrada sobre todo contra los niños.
--¿Los temas de su trabajo cambian según el humor o según pasan los años?
--Sí, cambian continuamente. Caminando por las calles de las ciudades que visito, me siento estimulado a dibujar esa vorágine de movimiento, los personajes que adivinan en ese caos. También, a menudo, la música que escucho mientras trabajo me invita a explorar diferentes estados de ánimo, aunque la mayoría de las veces mi clave más común es la de la ironía sardónica.
--En estos días Página/12 relanzó Fierro, una muestra de lo potente que fue el movimiento historietístico en la Argentina. ¿Cómo ve, en perspectiva, el lugar de las viejas, y el futuro de las nuevas camadas de ilustradores e historietistas argentinos?
--Estoy de acuerdo con que Fierro ha marcado un hito importantísimo en la historia de la historieta y esperemos que este lanzamiento vuelva a revivir, en nuestro país, a este medio extraordinario de expresión narrativa y dé a toda una camada de jóvenes creadores un espacio para poder desarrollar sus ideas y su talento. El internet y los blogs están haciendo florecer una gran cantidad de artistas extraordinarios. Yo soy un ávido navegante del "web" y tengo la satisfacción de decir que quizás algunos de los más interesantes artistas con los que me vengo encontrando provienen de la Argentina. Esto me llena de alegría y vitaliza mi propia contribución en ese medio tan excitante. Mi recomendación es que busquemos a los talentos del futuro en esos espacios.
(Dibujos impresentables de Oscar Grillo, se inaugura este jueves a las 20.15, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, San Martín 1080).
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