La editorial Ciudad Gótica ha publicado recientemente la novela breve del escritor rosarino Eugenio Previgliano, la cual lleva por título La pelea. Transcripción de los manuscritos del Comandante Rossi. Nacido en 1958, Eugenio Previgliano es poeta y narrador, mientras, como él mismo señala, "por producir su digna vida material ejerce como agrimensor". Actualmente colabora en Rosario/12 y diversas revistas literarias, y en 2004, la misma editorial, Ciudad Gótica, publicó su libro de poemas Alcohol para las heridas.

En La pelea, Previgliano produce un relato irónico y de impecable hechura que gira en torno a un relato mayor, aquel de la Conquista del Desierto y los fantasmales cimientos de lo que se ha dado en llamar el Ser Nacional. Y sobre la premisa de no ser el narrador de una ficción, sino el "devoto" transcriptor de unos manuscritos hallados por azar durante una campaña topográfica, trae a la luz los fragmentos de las memorias del Comandante Rossi.

La oportuna pérdida de los manuscritos, debido al lamentable estado en que son hallados dentro de un arcón en una tapera extraviada monte adentro y situada en un impreciso paraje del litoral, convierte a Previgliano en lector privilegiado de los así llamados en el prólogo "fragmentos beatíficos" de estas memorias.

En el mismo prólogo da cuenta, por otra parte, de la tradición de escritura con la que dialoga el libro, aquella que configuran, entre otras, la obra de Lucio V. Mansilla, Esteban Echeverría y el Comandante Prado (Rosario, 1863﷓1932), autor de La guerra al malón (1907), sobre el telón de fondo de la canónica oposición entre civilización y barbarie. La trama narrativa conjuga historia y ficción a un punto tal que será Prado en persona, según pronto descubrirá el lector, el encargado de investir con su rango militar al autor de las recobradas memorias, el Comandante Rossi.

Es éste último, comisionado por el gobierno nacional para defender una difusa frontera contra un enemigo no menos difuso ﷓y, como se verá, hasta esquivo﷓, quien no puede dejar de escribir y volcar en el papel "unos pensamientos fatuos, sencillos y pasajeros", que no cesan de presentarse mientras ejerce el mando de "un pelotón harapiento" integrado por un número de hombres que, pareciera, se vuelve contable sólo en la medida en que su recuento es recuento de muertos. Y son sus palabras, esas que empezó a escribir cuando "soñaba con bajar a Buenos Aires y contar (sus) andanzas en los salones", las que nos internan lentamente en una atmósfera que se torna fantasmal, y en un paisaje ﷓natural y humano﷓ hecho de extensas llanuras desiertas, inundaciones, rutinas vacías, soledad, disolución y muerte.

La aparición, siempre rodeada de un cierto halo de misterio, de sucesivos personajes cuyo nombre y circunstancias el Comandante registra, crea breves ensanchamientos y sutiles desvíos del cauce del relato cuyo caudal mayor resulta cada vez alimentado por estas presencias, para volver a confluir en el despliegue de la voz central que narra, por momentos, en los límites de la alucinación. Así, al tiempo que vaga de un lado a otro haciendo y deshaciendo campamentos "en los espacios que van dejando lagunas, ríos y arroyos", Rossi trata de convencer a sus hombres, se diría tanto como a sí mismo, de la importancia de su presencia a la vera de esos arroyos y la "gloriosa tarea de civilización y progreso" que les ha sido encomendada.

Mientras se apronta, en esta incierta frontera ﷓que termina siendo la de lo real mismo﷓, para una batalla que siempre espera pelear contra un enemigo que parece eludirlo, y añora una guerra "verdadera" (en su horizonte, la de la Triple Alianza, librada fuera de su alcance), Rossi se entrega al fluir de su conciencia tanto como al decurso de las acciones que lo conducirán a un punto de no retorno en cuya manifestación final es posible recuperar la parábola inquietante que, creemos, Previgliano anota, con este libro, al pie de nuestra historia nacional.