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Lunes, 21 de mayo de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › "LAS MANTENIDAS SIN SUEÑOS", DIRIGIDA Y ACTUADA POR VERA FOGWILL

Sobre el mundo de bigotes pintados

 Por Leandro Arteaga

Las mantenidas sin sueños. 8 puntos

Argentina/España, 2005

Dirección: Vera Fogwill, Martín Desalvo.

Guión: Vera Fogwill, con la colaboración de Martín Desalvo.

Fotografía: Nicolás Trovato.

Música: Babasónicos.

Montaje: Rosario Suárez.

Intérpretes: Vera Fogwill, Mirta Busnelli, Lucía Snieg, Gastón Pauls, Edda Díaz.

Salas: Showcase, Village.

Algo de absurdo, mucho de desparpajo, junto con personajes sorprendentes y terribles, hacen que Las mantenidas sin sueños sea un film notable. El arrebato inicial es muestra de ello, lo supo indicar Hugo Salas en el suplemento Radar del 6 de mayo. Sara (Mirta Busnelli) acompaña a su hija Florencia (Vera Fogwill) a un aborto. Pero Florencia es una adicta que se valdrá del recurso que crea necesario para mantener su provisión de cocaína. A partir de allí, el film se redimensiona, se tortura. Porque Florencia también es madre; la pequeña Eugenia (Lucía Snieg) asiste a la mamá, se hace el desayuno, corre a la escuela, mezcla cocaína por azúcar con la leche, todo mientras mamá duerme inconsciente en el sofá. Como si se tratase de anversos y reversos que ocupan a distintas generaciones, con mujeres en lugares generacionales diferentes, todas unidas por un lazo que resiste desde fuerzas casi débiles.

No es una "película de mujeres", sino un film con mirada femenina, que indaga el lugar del mandato familiar, en relación con una clase social media que gusta de barrer la tierra bajo la alfombra. Porque Florencia hace eso, como empleada de limpieza de su otrora amiga de colegio, ahora dedicada al cuidado estético suyo y de sus dos hijas mellizas, que gustan de sacar la lengua. Pero también Sara oculta lo propio, mientras uno conjetura su trabajo de psicóloga atenta y profesional. Y entre medio la niña, Eugenia, un candor de criatura, que corre de un lugar a otro, mientras procura lazos que le sirvan de contención, y augura conocer el mar de la mano del padre, figura de promesas postergadas que se construye desde la voz telefónica.

Así como este papá (Gastón Pauls) que ya no guarda nexo alguno con mamá, otros personajes suman sus historias de vidas vividas y desconcertadas, de rumbos perdidos, o de desengaño como desenlace; allí está la gloriosa Edda Díaz, con su Olga, mujer anciana que sueña reencontrar a sus hijos idos a Europa, que piensa en mejor ser una muerta artificial, un cadáver en vida, ya que no hay reparo en su existir, en sus dolencias, en su vivir ocurrido.

Sin embargo, como si fuese el germen que se empecina y aparece, todo siempre rebrota. A pesar de las relaciones casi vencidas, de la droga que anula, simplifica y abisma, de las palabras que hieren peor que la daga, desde el fondo peor algo resurge. Pero también algo muere. Olga cerrando las puertas de la casa, yéndose a otro lugar que no conocemos, que no vemos, que presentimos, es desgarrador. Como si la memoria estuviese desfalleciendo. ¿Alguien la recordará? "Decime abuela", suplica a Eugenia. Pero la abuela existe en otro lugar, y aparece en el momento oportuno, justo cuando la niña se descubre desde su condición femenina.

Entonces uno piensa en el ciclo. Femenino, vital. Vueltas que, mejor o peor, devuelven a un mismo lugar. Otra vez la oportunidad, pero en manos de otras vidas. De mayores a pequeños. Lazos que, a pesar de todo, subsisten. Las máscaras, en un punto, se vuelven inútiles. Lo que anida importa más. En ese vaivén delicado se mueve Las mantenidas sin sueños. Será tarea de Eugenia, de los que vienen, soportar la responsabilidad. Has sido traído al mundo, ahora hazte cargo de él. Tan injusto como necesario.

La película del tándem Fogwill/Desalvo atravesó problemas financieros, de productores ladrones, que postergaron su realización. Destaquemos, entonces, el empecinamiento de sus directores, así como el reconocimiento que el film cultivó en numerosos festivales internacionales. Mientras que, por otro lado, la película constituye un paso más en la carrera de Vera Fogwill, actriz, escritora y, ahora, realizadora. Su ópera prima sacude sin aviso previo. Bienvenidos sean, espectadores tranquilos, al mundo de los bigotes pintados.

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Vera Fogwill y Lucía Snieg, madre e hija en la ficción. Su ópera prima sacude sin aviso previo.
 
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