El intendente Miguel Lifschitz no ha tenido mucho tiempo para relajarse entre un conflicto y otro. Apenas sacó al municipio del estridente reclamo de los médicos municipales -en el camino tuvo que dejar a su secretaria de Salud Mónica Fein-; cuando su administración ya estaba sumida en otra crisis de proporciones: la protesta de vecinos de Nuevo Alberdi tomaba un impulso impensado.

Divididos en dos, los vecinos que más sufrieron las copiosas lluvias de fines de marzo estallaron cortando Circunvalación y en un acampe frente al Palacio de los Leones, desarrollando un grado de conflictividad social al que las autoridades y la ciudad misma se habían desacostumbrado después de diciembre de 2001.

Como en el reclamo de los médicos autoconvocados, el Ejecutivo tardó en reaccionar y dejó crecer la protesta hasta el límite del enfrentamiento. La muerte del camionero que tuvo que desviarse por el piquete en la Circunvalación y fue asesinado en un intento de asalto, representó el momento más dramático de la protesta que -justamente por ese hecho- comenzó a ser debatida por vastos sectores sociales a través de los medios de comunicación que, con escasas excepciones, volvieron a reflejar los discursos más reaccionarios de los sectores medios de la ciudad. Poniendo el eje de la crisis muy lejos del sitio adecuado para resolverla.

Afortunadamente, quienes estaban directamente involucrados -los ransportadores de cargas- fueron quienes pusieron las cosas en su lugar lanzando un paro en reclamo de mayor seguridad pero salvando de responsabilidades a los piqueteros de Nuevo Alberdi y reclamando con vehemencia al Estado en sus tres niveles. Lo mismo que el fiscal Esteban Franicevich, quien adhirió a esta nueva y sana ola de mensajes desde la justicia lanzados como dardos al corazón de la administración pública.

Como sea, el piquete se llevó la atención de los funcionarios que -con la ciudad presionando a sus espaldas- lograron destrabar la protesta más que nada por la escasa resistencia que ya les quedaba a los manifestantes. Pero se olvidaron de la otra parte, de los vecinos que habían lanzado desde Nuevo Alberdi un reclamo más pacífico pero no por eso menos vehemente. Liderados por el sacerdote Daniel Siñeryz optaron por una modalidad más simbólica que fue erróneamente interpretada por el Ejecutivo como más débil. Nada de eso. No entendieron en esta instancia quién estaba al frente de la protesta: un cura de mucho predicamento en su comunidad pero además, muy respetado en diversos ámbito sociales de Rosario por su seriedad y consecuencia en sus actos.

Su discurso campechano y conciliador no debe ser confundido con un mensaje de extrema tolerancia frente a las injusticias sociales. Todo lo contrario, cuando Siñeryz habla está avisando -con paciencia cristiana- lo que se avecina si no se dan las respuestas adecuadas. Y así lo comprendió demasiado tarde el subsecretario de Gobierno, Fernando Asegurado, que en las últimas horas pudo palpar de cerca la furia del sacerdote de Nuevo Alberdi cuando agotado en su paciencia desató durísimas críticas contra este y otros funcionarios de la administración Lifschitz. Precisamente, por ser políticamente insospechado y garante de la honestidad de los reclamos de los vecinos, es que sus palabras impactaron de lleno en el plexo del Ejecutivo Municipal.

La oferta de realizar un tercer relevamiento de las necesidades materiales de los vecinos afectados por la crisis hídrica de fines de marzo, alcanzó para levantar el fuerte piquete, pero no para apaciguar los ánimos de los vecinos más "pacíficos" que rechazaron la propuesta y continúan con la protesta. Pero la prédica de Siñeryz volvió a cambiar el escenario y ayer -a pesar de ser domingo- nadie descansó tranquilo alrededor del intendente y fueron numerosos los contactos telefónicos con el cura para establecer nuevas líneas de negociaciones a partir de hoy.

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