Martes, 14 de agosto de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EL POSTOMODERNISMO ARQUEOLOGICO DE UN ARTISTA CORDOBES
Lo humano como enigma atraviesa rostros, trazos, siluetas, objetos y textos. El Artista expone por primera vez en el Macro.
Por Beatriz Vignoli
Enigmático, el auto chocado contra un árbol en las cercanías de los silos Davis produce una vacilación: ¿verdad o artificio? La cercanía del Museo de Arte Contemporáneo no garantiza nada. Inquietados los paradigmas de lo predecible, la normalidad se resquebraja: un acontecimiento absurdo como un sueño aparece de pronto como posible. Si un avión pudo chocar contra las Torres Gemelas, ¿no puede un auto, viniendo desde el río, estrellarse ahí contra ese árbol? En ese instante de duda, la realidad se ha vuelto más poética, pero también más aterradora: es monstruosa la proliferación de posibilidades. Recién al enterarse de que ha visto una obra de la artista rosarina Mariana Tellería, titulada "último lugar", el transeúnte e involuntario espectador se tranquiliza. El velo que se había descorrido revelando un horror fascinante vuelve a ocultarlo. Pero persistirá, como una grieta, el rastro del temblor.
Cuando el espectador ya advertido llega hasta el museo de Oroño y el río Paraná se encuentra con una pregunta: ¿Quién es José Pizarro? Se puede responder diciendo que José Pizarro es un artista cordobés nacido en 1966. Tiene veinte años de trayectoria, un hijo compositor y niño prodigio de la música, una tendencia a dibujar constantemente que él mismo con mucha modestia califica de anticuada, y una pasión por leer filosofía moderna. Se sabe, la filosofía es la disciplina que hace preguntas. Y la pregunta citada más arriba titula su primera muestra individual en Rosario, que ocupa los tres primeros pisos del Macro. Y las respuestas ensayadas más arriba sólo dan pie a más preguntas: ¿qué es un artista? Etcétera. Y el arte no da respuestas. José Pizarro usa la fotografía para registrar esas sombras de sombras que son las imágenes de lo real. Y así las pinta, como sombras. O las presenta como máscaras que revelan una verdad tanto más genuina cuanto más extraña es la ficción y elaborado el artificio. Sus autorretratos lo captan actuando, siendo el que no es ni fue: mendigo, marginal en situación límite, hombre en los años setenta. Sus fotos de sí mismo son ucronías. Su yo sólo se manifiesta negándose a sí mismo mediante una alteridad construida.
Su obra, así, es dialéctica. La pregunta que la titula señala un vacío. Su obra siempre en curso y siempre inconclusa afirma que el yo no es una sustancia ni una esencia, sino un simulacro. Yo es otro. Sus pinturas, entonces, congelan irónicamente el gesto, parodian gestos ajenos o propios, los enfrían, se distancian. Y sin embargo no se trata de la ironía que obtura toda verdad posible, sino de la que parece estar al acecho de algún momento futuro de verdad. O al imposible acecho del pasado. El gusto, en las pinturas de Pizarro, es un sistema de anacronismos cuya verdad se ha perdido. Hay un naranja con negro de Chevy; hay un celeste plomizo en modulaciones líricas modernistas que lo llevan al lila; hay un contraste blanco y negro urgente, violento, años setenta, de foto quemada. ¿Y por qué? No se sabe. Otro hizo todo eso. El código de acceso se ha olvidado. Todo luce insomne, como obras en construcción abandonadas, como esperando el don de un ser al que se llega tarde. Hay una serena desesperación en el postmodernismo arqueológico de José Pizarro. Lo humano como enigma atraviesa sus rostros, sus trazos, sus siluetas, sus objetos, sus textos. "La ciudad está oscura. La ciudad emerge en esta espera, sale gateando de mí, no está allí afuera convertida en hombre, ni en piedra, ni en noche. Es la falsa presencia de un acontecer que niego con entusiasmo diariamente. Quién es quién... en la torre de barro. ¿Quién es ese hombre? Todo parece estar fuera de borda. En la superficie los objetos brillan, los ojos sonríen, los cuerpos posan indecentes... No hay nubes, no hay nombres, ni cielos ni sombras, hay luz, y la verdad duele."
La ciudad es el tema en Lenguaje Urbano, la muestra de esténciles de Carlos Larrosa en el noveno piso. Y en los pisos 4, 5 y 6 la curadora Gabriela Galati y los artistas Paolo Bertocchi, Vanessa Chimera, Guillermo Faivovich, Jorge Gumier Maier, Alfredo Londaibere y Miguel Mitlag despliegan Belleza Manifiesta, una muestra colectiva que indaga acerca de lo bello y de la experiencia estética en el arte de hoy.
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