Miércoles, 19 de marzo de 2008 | Hoy
Por Patricio Raffo *
viejos juegos de la infancia de la memoria subyacen en el entreluz de los visillos carcomiendo el olvido sacando el sol al sol para que reluzca como siempre como aquellos días ciertas risas que nunca acaban de irse o las voces o las miradas o las tibiezas que perduran y en las que ciertamente no éramos nosotros mismos sino nosotros perfumados por brisas y abrazos que solo laten ahora como recuerdos foquitos en el medio de las calles de los jazmines del verano si me parece verme de la mano manito de los viejos entre los lobos marinos como las postales que fueron pisoteadas por los tiempos y las máquinas saludos desde estas hermosas playas palabras escritas que ya no son quién las reconoce en cartoncitos avejentados por la rambla por la sal y la espuma oscura de los años pero enfrente en la calle en la avenida de la costa me parece verlo en su gran mercedes largo gris sin capota si se paraban todos para mirarle las manos la mano derecha la izquierda esa guardia desprolija de los pies planos porque nadie daba crédito que desde boedo y hasta contra clay contra todos los pronósticos hizo de las suyas como cuando cayó el chicken y dentro del autazo charlaba con su gran cara su gran boca bocota me parecía inmenso sentado en esos asientos de cuero negro atentamente hablaba con alguien parado al costado de la puerta vaya uno a saber quién y el habano enorme en su boca como una gran figura y vaya que lo era desde el pío pío hasta el pobre goyo que lo supo sufrir y el luna que reventaba como nunca se pudo repetir ni siquiera él que estaba ahí para la admiración oscar en doble fila como siempre debe haber estado miren les digo a los viejos si es ringo inimaginable tan de cerca enfrente en su enormidad ya desde ese momento lo supe que habría de fotografiarlo para siempre me suelto me dejan ir desde esa tibieza de los viejos hasta el gran hombre y su habano y el gesto con la mano derecha sacándolo de su boca bocaza y echando el humo para que nadie se equivoque esa chimenea de oro poder grandeza por nada era bonavena como si nadie lo supiese pero la gente desde lejos lo miraba gesticular espectacularmente tal vez el miedo a tanto temple monumental pero cómo no iba a acercarme al gran ringo me quedé al costadito pensé que no me veía mientras lo miraba lo escuchaba ahí como un cuento oscar cerquita para siempre y de repente aparta a su compañero que querés pibe me dice me habla me mira y mis viejos en la vereda de enfrente me miraban también y miraban como ringo me miraba quiero que me firmes un papelito chiquito demasiado para tanto hombre y otra vez el habano tan largo que ni siquiera se me ocurre decir cuánto con las cejas levantadas a lo campeón sabía que yo sabía y el garabato ahí y ensaya un recto a la mandíbula mi mandíbula tan suave que llega rozando me parecía mentira poder sostenerme quedar en pie si el mismo mismísimo oscar ringo bonavena me había golpeado dulcemente pasaron los años ya hace tanto de estos viejos juegos de la infancia de la memoria que guardé el papelito tan guardado entre las hojas de un libro y nunca pero nunca pude encontrarlo hace cuarenta años que sigo buscándolo como un loco hoja por hoja y nada de nada como si se lo hubiera tragado la tierra al papelito ese con el garabato del gran oscar pero dónde lo habré metido que mi viejo ya no está ni ringo tampoco ni siquiera mi vieja debe recordar esto que me llega desde atrás tan lejano que lo parió y mirá que sigo buscándolo pero no voy a aflojar así nomás con el papelito y su garabato cuando tome unos mates con ella la ayudo con la memoria le cuento le relato de a pantallazos como si se tratase de un viejo film así para encontramos una vez más los cuatro en aquella avenida costanera de mar del plata como si no hubiese pasado el tiempo y la sal siguiese manchando de blanco las postales de la infancia vamos a ver si nos encontramos otra vez digo una vez más es decir como siempre desde aquella lejana tibieza mi viejo ella yo y bonavena
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