Lunes, 5 de mayo de 2008 | Hoy
Por Sonia Catela
Diez días asilado en este barco en reparaciones, que no puede arrancar de la dársena de Puerto Nuevo, ni escapar a la lluvia de bombas que momento a momento auguran los nubarrones de la prensa o las noticias fehacientes que trae el Prefecto Victoriano Martín, directamente de la Marina, sobre el seguro cañoneo; aislado de cualquier afecto, necesito verte, escribo cartas a amigos y enemigos, y yo, cuyo apellido se proscribirá por ley con número y fecha, decreto 4161, penada con prisión de treinta días a seis años la pronunciación del nombre propio del presidente depuesto, yo, tirano prófugo, yo, castigo de cárcel por la utilización de mi retrato o los de mis parientes muertos, escarmiento de rejas y muerte civil, inhabilitación por llevar el escudo de mi partido, yo, apenas duermo fondeado en este río que mueve al barco sin llevarlo a parte alguna, cansado, mucho, y no sólo porque lleve días sin conciliar el sueño. Escribo cartas. Escribiré una al general que me tacha de cobarde; le diré: "Si el pueblo no lo cuelga como merece y espero, lo aguardaré en algunas de las muchas fronteras del país; sólo así podría demostrarme que no es la gallina que siempre conocí", si no lo cuelgan, digo, pero van a hacerlo, ejecutado, caerá, mis brazos me urgen, abrazarte.
Renner puede facilitarte la salida del país, ya no se sabe con quién se puede contar. Tenés que conseguir algo de plata por si la "Paraguay" estalla bajo la ira, las bombas. Hasta los periódicos tirarían al blanco para acertarme. El más pusilánime dispararía; caerán. Sin alcanzarme, las otras esquirlas, las de las bombas de junio sobre mi casa, me mataron. Cinco por uno. Dispongo de suficiente dinero para ambos, si logramos reunirnos; el capitán Renner me trajo una valija con dos millones de pesos moneda nacional, setenta mil dólares y pertenencias personales; en una sola valija toda mi vida reducida a su puro esqueleto descarnado, ni siquiera mis libros. Tené cuidado y desconfianza. Me mantienen donde les conviene, apresado en esta cañonera averiada. El mapa de tus lunares en mis dedos, pero tan lejos. Caerán. He delegado el mando en Lucero, a las siete de la mañana, ¿de hoy? no; ¿pasaron cuántos días? diez, diez días confinado en esta nave muerta, inmóvil, blanco de lo que caiga, tengo que verte. "Si el pueblo no lo cuelga como merece y espero" escribiré, escribo cartas; camino, me trasladan a pie por más de quinientos metros hasta otra embarcación, bajo un cielo armado, que me apunta; esta cañonera sí podría moverse pero no la activan, en el centro de un firmamento blindado, ¿por qué no la mueven? prohibirán por ley la pronunciación de mi nombre, cansado, caerán, escribo cartas, buscame, Isabel, encontrémonos, vendé algunas joyas y tené cuidado, cargado en un anfibio me sacan del país, urge, me urge verte, no por río, alguna ciudad del Paraná puede levantarse al son de la marcha prohibida apellido prohibido disposiciones del decreto ley 4161, vuelo a Asunción, verte, Isabelita, desconfiá y tené cuidado, caerán, yo, interdicto. Aunque las esquirlas de las bombas del 16 de junio, lanzadas sobre mi casa, no alcanzaron a darme, realmente hicieron blanco en mi cuerpo y me dejaron muerto.
*Después del golpe de 1955, Perón permaneció en la Argentina en las cañoneras Paraguay y Humaitá, fondeadas en una dársena de Buenos Aires, del 20 de setiembre al 3 de octubre. El fragmento de carta es textual y se la dirigió a Aramburu. Los hechos narrados son históricamente exactos. Cinco por uno, alude a la famosa frase "por cada uno de nosotros caerán cinco de ellos".
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