Lunes, 26 de diciembre de 2005 | Hoy
Por Sonia Catela
Especímenes de plantas carnívoras que va regando, en tanto desarma con su brazo los enjambres de mosquitas que se reagrupan con rapidez, insectos que husmean, otros ya cadáveres dentro de los cálices, esqueletos diminutos, que ella sopla, cataloga, clasifica.
-Cuidate-, la tomo de la muñeca; he dicho lo que no se debe, la sarracenia apresa una mosca con su hoja lanceolada, moscas devoradas por nuestro diálogo que engulle palabras y las abandona, secas, sin movimiento: "tomá precauciones", "no te pido ni acepto consejos, "¿no? cuidate", "me sé atender sola", palabras muertas en nuestras salivas, no se dicen. Lisa se desase con furia, -Mis plantas no comen manos humanas-, replica.
-No me refería a tus plantas. ¿Vas a salir?
-Hacete el desentendido.
Con su trapo quita sedimentos, escruta esas valvas vulvas bermellones atrapadoras, la salubridad de su carne viva; escruto por adelantado la asamblea carnívora que hoy tragará cuerpos y el cuerpo de Lisa se me escurre desde hace veintiún días porque "tengo que ir, es un compromiso", "ir e ir", una sesión del Concejo tras otra pero hoy llegó la tarde que algo se va a tragar, "estúpido", me espetó cuando quise atajarla con el primer "cuidate"; me enfrentó con la palma abierta, como si con ella hiciera retroceder vampiros y matones de armas en pecho pero si esta tarde sale se la van a dar y se la van a dar, "no vayás, es por hoy, hoy tenés que esquivar la realidad, sólo hoy" tampoco se dice,
-Pensaba en un fin de semana en la casa de la costa, juntos, Lisa.
-Me esperan a las cuatro. Hasta parecés mi madre. ¿O no entendés lo que está en juego? cansada, harta porque en la ciudad, en el mundo es de público conocimiento lo que se juega, ¿qué se juega? ¿en el mundo? dame tu pellejo, Lisa, estirémoslo en la arena, al sol, sobre la alfombra, estirémonos y no esa palma abierta y esa rabia, porque caen dos, tres, mártires, cuando tanto está en juego (¿tanto?) los Pampillón, los Kosteki, los Lepratti, acordate de Bordabehere, y las Lisa, obituarios del caso, llanto y moscas, meto mis dedos bajo su nuca,
-Hace tres semanas que no nos juntamos en la playa.
-Buscate una puta y desahogate.
Brutal desde lo que es de público conocimiento. "No vayas". No se dice, y las más repulsivas son las Nepenthes, que cazan ranas desprevenidas y pajaritos, con esos vellos, vellos de brazo del matón que disimula y ¿qué saca de debajo de su remera? un estilete afilado, lo clava en el cuello de la oradora -Lisa- de la alborotadora que delante de él exacerba los ánimos, azuza para que se vote un presupuesto, uno de los tantos presupuestos de la historia que perjudican algún interés, siempre se afecta algún interés pero con éste en particular mejor no te metas, son intereses de armas tomar, acordate de Bordabehere, y los gritos, los "se desmayó, cayó como fulminada", cuerpos cómplices en el recinto que le abren paso al brazo velludo para que se escurra entre quienes lo palmean subrepticiamente, protegen su brazo velludo de flor carnívora y esta Cephalotus ha apresado una pequeña oruga y se engulle a Lisa
-No quiero una puta, vayámonos a la costa.
-Hoy se vota, y me libero-, saca la oruguita, anota algo de la Venus atrapamoscas, se dispone a mirar el reloj, que no mire la hora, me agacho, le abrazo los muslos,
-Blajer también los ha abandonado, Lisa. Blajer arruga.
-Mentís, ¿cómo podés difamar a alguien tan gratuitamente? Canalla- me caen sus bofetadas, las descarga su lengua.
-Llamalo. El contestador automático te dirá cómo tu doctor tuvo que viajar de urgencia a Paraná.
Se cerciora, ratifica la deserción. El golpe le retumba adentro, la afloja, la inclina sobre su estómago. Atragantada de palabras muertas. Atragantado yo también, con lo que no me permito decir, "salvá al mundo pasado mañana, hoy esquivá la realidad, Lisa, sólo hoy".
-Por eso mismo tengo que ir; soltame, es tarde.
-Déjenlos sin quórum, sin quórum no pueden hacer nada.
-Pero ¿vos qué te creés?
Mucha agua, ya les puso demasiado agua, -las vas a ahogar a esas plantas, -me distraje, terminá vos-, me pasa la regadera, se quita el delantal, alza su portafolios, pone una mirada sobre Utricularias y Aldrovandas, Pinguiculas y Droseras, sobre trompas y tentáculos y úteros y dientes, el vivero completo, siniestro, vaya vocación. Me besa sin atender el gesto, -vuelvo a las seis- se apura; no volverá a las seis; se precipita hacia el auto porque hay que jugarse, porque es de público conocimiento lo que se halla en juego, porque qué me creo, el mundo no espera y porque se la van a dar.
Me quedo al lado del teléfono. Cuando comienza a sonar la mala noticia, lo descuelgo. Busco la salida. Camino entre las matas y sus lenguas, tumbo la primera maceta, la segunda, sigo, aplasto tiestos contra los estantes. Refriego las plantas hasta hacerlas una masa. Las estrello contra el piso. Me abro paso entre almohadones de moscas mareadas de perfume, pesadas, que buscan cómo meterse en las bocas que ahogo, ahogo esas bocas.
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