Viernes, 27 de marzo de 2009 | Hoy
Por Jorge Isaías
La leyenda quiere que el periodista federal José Hernández Pueyrredón, -para aliviar el fastidio del hotel-, se haya dispuesto a perpetrar -sin proponérselo, como dice la cultura hegemónica uno de los textos más corrosivos, conmovedores, originales y aceptados por grandes masas no precisamente letradas, muchas veces.
¿Qué llevó a este luchador político a esconderse a escasos metros de la Casa de Gobierno, donde moraba su acérrimo enemigo, a escribir "los males que conocen todos pero que naides contó"?
El problema de escribir sobre un libro canónico o un poema que al parecer representa "lo argentino" o "el ser nacional", suponiendo que esto no fuera discutible, es mellarse contra una tradición que nos subsume en un juego de lanzas y polvaredas y caballos atravesando el espacio, modo de vida rural que atraviesa gran parte del siglo XIX y al que no fue ajeno el autor de nuestro poema mayor.
Muchas veces aluciné pensando a este hombrón generoso y lleno de humor, tal lo describen los que lo trataron, fatigando gran parte del litoral y no sólo argentino sino brasileño y oriental.
Suponer que el gaucho que inventó fue siempre un rebelde es no haber leído con detenimiento las dos partes ("La Ida" y "La vuelta", como simplificadamente se metaforiza a "El Gaucho Martín Fierro" y "La vuelta de Martín Fierro", de 1872 y 1879, respectivamente.
¿Dónde fue y de dónde vino el gaucho de Hernández?
De la frontera.
Es decir de la tierra de los "infieles" (infieles a la religión católica apostólica romana, se entiende).
Hernández trató muy mal al aborigen, como toda la literatura de su siglo, salvo el paternalismo del coronel Mansilla. Echeverría en esto también fue un precursor, aunque mediocre poeta.
Desaparecidas las condiciones políticas que le dieron origen, ¿qué hace del Martín Fierro un poema actual?
Tal vez los desheredados de siempre vean en el héroe hernandiano a un perseguido del poder, un receptor de las injusticias que perviven en el espacio que media entre los que mandan y los que deben fatalmente obedecer.
Si bien es cierto que entre una y otra parte del poema existe la distancia que hay entre un conspirador y un próspero adaptado al sistema, el lector común tal vez privilegie esa rebeldía anárquica del hombre que se promete, al ser despojado de todo, "ser más malo que una fiera". Es decir: oponerse a ese sistema corrupto e injusto que expulsa a ese sector marginal de la producción de su tiempo. Por eso el regreso del héroe nos devuelve un ser reflexivo, que viene para contar el infierno de la "barbarie", que da consejos y elude -cosa insólita en la primera parte del poema una pelea.
Si bien es cierto que el enigmático final donde se separan los cuatro (Martín Fierro, Hijo Mayor, Hijo Menor y Picardía) nada menos que a los cuatro vientos, a los cuatro puntos cardinales, hace que sea abierto a interpretaciones disímiles y aún contradictorias, pero nos deja algo seguro: no hay lugar ya para esa clase social desheredada en el proyecto que sigue a la Conquista del Desierto.
Los cuatro personajes en ese final, ¿adónde van? ¿A llevar qué mensajes? ¿O a perderse en la nada de los tiempos, en el mar de otros miles de hombres y mujeres de ojos azules y pelo de trigo que venían a suplantarlos?
Despedida. "Después, a los cuatro vientos/ Los cuatro se dirigieron/ Una promesa se hicieron/ Que todos debían cumplir;/ Mas no la puedo decir,/
Pues secreto prometieron.// Les advierto solamente,/ Y esto a ninguno asombre,/ Pues muchas veces el hombre/ Tiene que hacer de ese modo:/ Convinieron entre todos/ En mudar allí el nombre".
Probablemente Martínez Estrada tenga razón y el libro de José Hernández destruya la gauchesca anterior y la sature para siempre, en lugar de perfeccionarla como quieren algunos.
Veamos un poco: si bien nos guiamos por los temas -como toda tradición literaria que se precie escribir con toda la tradición significa que Hernández (tratándose de sus antecesores "gauchescos" y también cultos como Echeverría) es decir transitar la frontera, el indio, el gaucho, el desierto, el malón, el contrapunto, la cautiva, la injusticia, la guerra, la cumplió con creces.
Le incluye la injusticia de las levas y la demonización del juez de paz -la autoridad la ley del embudo, en fin, lo que sabemos. Borges ironizó con crueldad diciendo que el libro estaba escrito contra el ministro de Guerra Gainza, el Ganza del poema. Es una verdad a medias, pero cierta.
Por otra parte convulsiona -desde el nivel de la lengua la posibilidad del género y enfrenta la oralidad a la escritura.
No es casual que el Martín Fierro en general se lea (salvo los críticos y los profesores) como una especie de "Biblia gaucha" (palabra de Dios), llena de consejos y frases de ingenio que la mnemotecnia de la rima ayuda a no olvidar fácilmente, versos que parecen hechos a propósito para situaciones de la vida cotidiana, para las injusticias vigentes por más Internet y revolución de las comunicaciones que los brujos de la tecnología exhiben como un logro (y lo es), pero siguen existiendo las tolderías y la "barbarie".
La vigencia del Martín Fierro, hoy tiene que ver con estos tópicos. Allí donde se juega una referencialidad contemporánea que hace vivos a los textos aunque ya nadie hable esa lengua arcaica aún en los tiempos del siglo XIX en que se compuso el Poema, pero en algunos de sus refranes y consejos pueden identificarse vastos sectores de este país donde el gaucho es una leyenda y un mito y no una realidad llena de remezclas raciales que contribuyó en su momento a deponer su altiva figura y reemplazarla por millares de espaldas inclinadas ala tierra recibiendo semillas.
Algo que el gaucho, sin dudar, despreció.
Es fama que el gobierno le encomendó al senador por Buenos Aires, José Hernández, un viaje a Australia para estudiar las posibilidades de la agricultura y sus mejoras para el país. El senador omitió viajar para "no cargar con gastos el erario público", y escribió su famosa Instrucción del estanciero en su casa de Belgrano, donde murió el 21 de octubre de 1886. Había nacido en las Chacras de Pueyrredón -ex caserío de Perdriel el 10 de noviembre de 1834. (Eran otros hombres y otros funcionarios, claro.)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.