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Miré un árbol. La plenitud del árbol, la generosidad con que dejó caer sus frutos y hojas sobre mi cabeza. Pensé cuán distinta es la naturaleza, de los hombres.

El río da, la nieve se derrama, nos sigue un perro aún con el piedrazo. ¡Qué diferentes somos nosotros frente a ese entorno que parece siempre: tener!.

Desagües de pieles, cometas, castañas refulgentes, Santa ritas, espinas, vacas, granos, riveras de almíbar. Pienso en cuán distinta es la naturaleza, de los Juanes y los Luises, de nosotros las Beatrices, los Marcelos, las Rominas, etcétera.

De ella recibimos, provienen manantiales, corazones de almendra, ministerios de tallos hermoseados, fragancias, frescuras, hogueras, cabritos, tulipanes, viento que remonta; desde ella baja el bosque, suda la sangre confusa de un bicho a la vera de la ruta, de ella tenemos la ramita, el cruce de jardines, el oeste, la nube sacada de los cielos.

Y nosotros ¿qué damos?. Espiamos el aire, bebemos los relojes; orientados por calles pedimos y pedimos, le rogamos al crudo caminito de acelgas que nos de fibra, pedigüeñamos vino, tabaco, patitas de cordero.

No damos. No le damos. Sacamos provecho y aventura, sacamos además escopeta y anzuelo, robamos sin que nadie nos apunte como posibles ladrones.

Distinta la pradera al pastor. El campesino a su tierra. El dorado al pescador. El surubí.

Distintos, diferentes, muchos con el egoísmo. Y la luna se derrama. Habitados de miedo firmamos documentos, y los Alces nos miran, las liebres y perdices, desorientadas por la guerra. Nosotros esperando la primavera para hurtarle flores.

Una estrellita fecunda su hermosura en la tardecita de verano, las papas se deforman pero se dejan comer, virtudes tienen los conejos aún en escabeche, el melón y la rosa son esclavos nuestros.

¿Y porqué? ¿y porqué cuando ella arrasa con huracanes y oleadas pensamos que es tan injusto?.

En una de esas es el cobro de una cuenta, algo que le debemos.

Desde hace mucho tiempo.

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