Sábado, 27 de marzo de 2010 | Hoy
Por Miriam Cairo
Ahí salió el alma otra vez, el avestruz, con la frente fogosa. Calma, poeta, es también desfogada la piedra de la luna. Atando cabos, llegamos al extremo de la noche donde nadie nos aguarda. Donde una palabra es el cadáver de otra palabra y su silencio, la luz que nos acuna en sus brazos mancos. No, no, no, no sobornaremos la belleza. El amor no es esa cosa que se entierra entre los muertos. Hay mucha confusión, poeta. ¿Desde cuando la vida es una cifra exacta? Qué sería de nosotros, si al otro lado de la muralla no existiera el sexo. Qué sería de nosotros si nos condenaran a vivir un amor puro. El cuerpo puesto a morirà ¿a quién se le ocurre? Verdaderamente sería algo monstruoso. ¿Qué haría el alma sin su cuerpo? Nada más que hilar una tumba gris en el pabellón imaginario de los hombres.
Cómo goza el alma adentro de la lengua. Goza con el amor decapitado. Por sus propios medios pierde la cabeza y se enamora de la secreción, de la mancha, del esfínter, de la desembocadura. Un alma loca como los pájaros. Un amor corpóreo. Secretor. Húmedo. Un amor de lengua. Un alma a prueba de cielos. Un amor que no aclara. Un beso que arrastra otros besos. Humano. Una lengua que guía a otra lengua. Humana. El amor quiere definitivamente deshacerse de algo. Librarse definitivamente. Quiere estar hecho a mares, en cualquier parte. Calma, poeta, no lo hagas acá. Las condiciones no están dadas. Bajo las estrellas de los perdidos, lo harás mañana.
Esta alma que clausura las salidas rápidas y jadea detrás de todo. Esta alma que alucina en cuatro patas suele encontrar vestigios. Suele convertirse en un ángel de la guarda. Tiene todo para ser feliz: un cuerpo, una idea, un pecado, la lujuria que la consagra. Cómo fluye su chorro de estrella. Cómo prepara el tumulto del beso. Esta alma no es la flor del mundo pero qué aroma. Hay vidas y cosas tan amargas. Hay seres que no quieren salir de su jaula, gallos capones que nunca borrarán la pisada del destino. Calma, poeta. Esta alma nunca será la mujer vestida con un gris deslucido. Nunca será el ánima abstinente. No sobrevivirá si no se alimenta en tu cuenco. Calma. Ella es la mujer desnuda en tu memoria. La flor que duerme sobre tu corazón y amanece mojada de rocío.
Cómo goza el animal nonato. En nombre de los desamparados, en nombre de los que no han nacido, en nombre de los que han sido rechazados, este animal se tira por la rampa de los sueños. Tiene el sexo del tamaño de su corazón, el corazón heraldo del universo. Nunca habría imaginado que por la vagina iba a percibir al mundo. Que no se vuelva definitiva esta intensidad. Calma, poeta. Que ninguno de los silencios hable. Que el amor se ejercite de manera diferente. Que el nonato no escatime mamar la diluviante luz de los senos de su madre. Que se lance sobre el tejido de polvo con aullido de lobo desplumado. Cómo calienta cadáveres a pesar del mundo. Cómo se desnuda el nonato ante los hombres. ╔se nonato es una hembra abierta a la luna que la bebe en la noche. Pero no escribas este poema de amor, poeta, es muy posible que nadie lo comprenda.
La reinvención puede deformarte, nonato, no van a reconocerte. Vamos, criatura, no te cueles en el fondo de cada pozo. El sexo es un Lázaro reincidente. Muere una y otra vez con la cabeza apoyada en el pupitre para que su maestra estelar lo resucite. En qué estás pensado. La luna no va a enfermarse de tanto beber la noche. ¿Qué ve tu ojo pélvico, tu ojo de alma entre las piernas? ¿el remolino del corazón ceñido, besado, bendito? ¿el blue de una lluvia que no cesa? Si apoyaras el oído en tu vientre, escucharías el gemir del poeta que arde en tu comisura, nonato. Este cuerpo es un animal relámpago. Un no nacido para la castidad. Una bestia que tiembla afortunada. Una manera de conjurar la andrógina abstinencia. El sexo purifica a las personas. El poeta te ha lamido, nonato, el poeta no te olvidará.
Calma, poeta, acá está tu cuerpo, acá está tu lector. Si no creyeras en él, no existirías. No podrías ir replegándote sobre los revoleos de todas las tinieblas. Acá está tu lector. Acá está tu nonato. Acá está tu alma. Acá está tu minotauro. Tu criatura amamantada con leche de pájaros. Atando cabos, llegamos al extremo de la noche. A fin de cuentas, el mundo está lleno de cuerpos anestesiados, de sexos llorosos, de corazones magros. Reyes de su triste apogeo, no pueden hundirse o acabarse. Afortunadamente, poeta, tu lector arde como un meteoro. Tu lector habla tu lengua materna. Toca tu sexo materno. Lee tu poema materno. Vibra con tu virilidad materna. Calma, poeta, tu lector conoce a la mujer desnuda en tu memoria. El amor no es esa cosa que se entierra entre los muertos. Tu lector nonato lee las secretas bodas en las que cada noche, la mujer desnuda bebe de vos hasta el susurro último. Pero no escribas este poema de amor, poeta, es muy posible que nadie lo comprenda.
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