Lunes, 31 de mayo de 2010 | Hoy
Por Sonia Catela
Se los etiqueta con los datos del difunto. Se los acomoda en el sótano del hogar, en cajas que se apilan a medida que las circunstancias lo requieren, y a la espera de que los deudos pasen a retirarlos. Pero, raro que algún pariente se interese y caiga por esta chacarita humana.
-"Señora Nilda Caserta...le hablo del geriátrico Petrone, para avisarle que aquí se hallan a su disposición los objetos que dejó su tía Rosalía". -"un par de bombachas, libros y revistas, algunas cartas". -"No, de oro, nada". -"Entonces, ¿la esperamos el jueves"". No vendrá.
Saco una rápida cuenta de tantas por alto y tantas a lo largo, calculo que yacen unas quinientas cajas en este basural.
La de Rosalía difiere en su contenido. Estiro las medias de red, de "bataclana", calificaría mi madre. Estos calzones rojos, que ya no le cabían, esta ropa interior metida en bolsas de papel de seda, conservadas como un guerrero cuida a sus armas. Coloridos afiches del club nocturno "Can can" con su fotografía. Recortes del diario "La urbe" que muestran a Rosalía bailando, en ilustración de las costumbres noctámbulas rosarinas con aderezo de fragmentos de tangos que riman naipes, minas y escabio. Hallo también este manojo de cartas atado con la clásica cinta descolorida.
Llueve en Rosario; la barranca del río se guisa entre remotas humaredas. Abro el primer sobre. Ostenta el escudo del concejo deliberante de la ciudad. Quién suscribe: un Luis Anónimo. Sin apellido, ni firma. Sólo las letras tecleadas remiten a ese nombre vulgar. ¿Fecha? 13 de diciembre, año 1970.
El contenido me impulsa a recorrer rápidamente las demás misivas, escritas en una máquina manual cuyos tipos reconocería cualquiera de esa generación. Olivetti. Remington. Entresaco mentalmente fragmentos sucesivos. Toda una historia.
"A Iraola lo tenés acampado en tu concha". "Sacarle lo que te pido (vamos, sólo es un voto) te resultará de lo más fácil". "No me salgas con que eso está mal, fijate quién sos, qué hacés. Lo tenés enganchado de la nariz, qué te importa a vos qué voto largue". Otra: "Necesito este favor. Una mano lava la otra. Sabés que te quiero. Sabés lo que te conviene". Y en una del 20 de diciembre: "Mirá, todavía no puedo visitarte. Date cuenta. Apenas pase la sesión de la que te hablo, dispondrás de este servidor para un all inclusive". Y en una del 22: "Es mañana o nunca, piba. O lo hacés por las buenas, o por las malas. No te busques problemas. Cuando esta noche te abras de piernas, Iraola te será pan comido. Te quiero mucho, Cucarachita. Nos vemos el 24 y de ahí directo a Mar del Plata".
Punto final. No más correspondencia. Ato los sobres tal como Rosalía los había anudado. Acomodo sus pertenencias con apuro. Me requieren de la administración para que reciba a un nuevo huésped. Pero no arrojo la caja al desaguadero donde se les pone punto final a estos NN. Le doy alojamiento en mi armarito, entre mis libros, mi ropa, mis viejas cartas de cuando se usaba lapicera para redactar mensajes de amor.
En los ratos libres curso como puedo comunicación social. Aunque no piense ya en un título o trabajar como periodista, su mecanismo actúa de respirador artificial. Sentada en la hemeroteca por una "investigación" que nos han encargado en el Instituto, hojeo los ejemplares del Tribuno de diciembre de 1970, especialmente los que van del día 13 al 24. Los reviso de rabo a cabeza. Busco ¿qué busco? Algo sobre ordenanzas, sesiones del Concejo. Pero lo que encuentro, lo hallo en policiales, día 24 de diciembre. "Allanamiento en lupanar clandestino. Conocida bailarina del bajo mundo apresada por alboroto y ejercicio de la prostitución. En el procedimiento se secuestaron x gramos de heroína. La detenida integraría una red de tráfico de narcóticos. Interviene el Juzgado Penal". No se economizan datos sobre la prolija identidad de Rosalía Martínez, 28 años de edad, argentina, soltera. Pero se abstienen de utilizar la única palabra indispensable que cabe para el titular: represalia.
¿Cómo pasó?
Discuto con el jefe del archivo del Concejo Deliberante. Por esa vía discursiva no logro que me abra la tranquera que lleva a los libros de Actas del cuerpo. Bofeteo por un momento mis ímpetus feministas y apelo a encantos algo marchitos que todavía adornan algunos de mis estantes. Un rato de flirteo y las amarillas hojas corren entre mis dedos. 23 de diciembre de 1970. Ordenanza sobre llamado a licitación de casino y bingo en la isla Marías "Monto previsto para la obra: trece millones de pesos. Desestimada por 22 votos contra 20. Reviso los apellidos que votaron por la negativa. Iraola forma parte de la escuadra de rechazo. Me sumerjo en los exposiciones de los concejales. Surtido de argumentos de oposición: obra de despilfarro, presupuesto descabellado, sospechas fundadas de coimas, no permitiremos semejante atropello".
Y a Rosalía se le advirtió "o lo convencés o atenete a las consecuencias".
Cuando la bañaba a la ex vedette, me entretenía frotando su piel, ocupada por corazones tatuados, cada uno con un nombre masculino o una inicial prudente. Memorias de amores.
Pero nunca pregunté y Rosalía economizaba sus palabras. Tampoco puedo precisar ahora si figuraba algún Iraola en ese sembradío de pasiones.
Me calzo sus pulseras estrepitosas, sus anillos de fantasía. Hojeo sus novelitas de romance. En una de ellas, "La vida de Manón", Rosalía garabeató en el margen una frase que mis prejuicios obligan a calificar de kischt, un trapo demasiado usado o abusado: "Me quiebro pero no me doblo (Melchor Ocampo)". Vaya.
Si los efectos se hallan aquí, en este sótano, es porque pertenecen a occisos, óbitos, residuos que no dejan un arañazo sobre la costra de la memoria. Se me ocurre imitar a aquel alemán que inscribió un poema en la cristaleria de su ventanal apelando a un diamante. Sólo que uso una herramienta barata que graba el vidrio y empieza a decir: "Rosalía Martínez. Bailarina del cabaret Can Can...Activa en la década del 70 tuvo participación política".
Me encojo de hombros: "Y sí, estoy loca", concedo a don Rivas que me deja atrás pasando el lampazo. "¿La vieja de la 12, cabaretera?" se asombra. "Esperate y verás", respondo pensando cómo se redactará lo que sigue.
Porque mañana salgo tras Iraola.
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