Sábado, 18 de diciembre de 2010 | Hoy
Por Miriam Cairo
Pupilar I
Alguien camina, con las manos en la espalda y habla con voz enérgica, penetrante. Recomienda el baño diario y con el mismo ímpetu pide silencio en la formación. La formación se estremece. Cuando ronda la lente estalla el ojo. Qué encorvado cuello ofrecerá la lluvia. Alguien le da un tinte indulgente a la voz y agrega:
Es normal lo que les pasa. Ustedes están en una edad en la que los olores son más fuertes.
Pupilar II
Alguien hace tres días que no come más que un trozo de pan y un bocado de queso rancio, en horas inusitadas. Mira, bosqueja, mastica, vuelve a mirar el catalejo que se vende en toda Holanda y ahora ha llegado a Italia. Alguien ve a través del vidrio. En los humores de la transpiración, el brillo de las estrellas. Alguien encuentra la oportunidad de refutar a Tolomeo. Cuando ronda la lente estalla el ojo. Qué encorvado cuello ofrecerá la lluvia.
Pupilar III
Alguien intenta formar dos enunciados diferentes con sólo cinco palabras. Mientras alguien no levanta la vista del cuaderno, alguien entra con el Lysoform en la mano derecha y perfuma lo infecto. Alguien deja de mirar las cinco palabras por un instante y luego vuelve a ellas, perfumado sin quererlo: "El lobo existía en la oscuridad para hacer temblar de miedo. /El lobo tembló de miedo en la oscuridad al pensar que no existía". Con aroma a desinfectante alguien vence el reto.
Pupilar IV
Alguien, después de ayudar con su música a los argonautas en guerras y navegaciones, tiene la osadía de bajar al Hades para implorar a las divinidades infernales, por el regreso de su amada muerta. Recitando al son leve y dulcísimo de su lira, les hace saber su pena. Todo el infierno se perturba. Tántalo olvida el agua que no puede beber. La rueda de Ixón se detiene. Sobre su piedra se sienta Sísifo. Titio deja de sentir en su corazón los picotazos de las aves avergonzadas. Las hijas de Belo dejan de echar agua en el tonel sin fondo. Los reyes de las sombras, emocionados, no pueden negarle la gracia que solicita, pero imponen la condición de no volver la mirada hacia atrás, mientras la amada lo sigue hacia la superficie. Pero alguien olvida la condición: desobedece y vuelve la cabeza. Alguien mira hacia donde le está prohibido y la amada desaparece.
Pupilar V
Alguien abre la ventana que da al patio, exhala el humo del cigarrillo y dice:
Ayer fui al centro. ¿Se dieron cuenta cuántos (...) que hay? Alguien usa los dedos para dibujar el paréntesis y alguien se corre el relumbrón del jopo porque se pasma. Se siente un olor tremendo cuando te pasan cerca.
Alguien con el jopo en su sitio abre la boca como un ganso desplumado, entonces alguien cree que no se está tomando en serio su comentario pero alguien más lo corrobora:
Vos porque no sabés, pero antes, los (...) no iban al centro. Alguien cierra la boca desplumada. Por cristal o por azor ve el ojo lo que ve.
Pupilar VI
Alguien se mancha los dedos con tinta mientras escribe a toda prisa un breve texto en el que asevera que la tierra no es el centro en el que convergen todos los movimientos que se producen en el cielo. Eufórico, dedica el manuscrito al gran duque de Toscana y en su honor llama a los satélites de Júpiter con nombres monárquicos para que el poder lo respalde en caso de infortunios venideros. Cuando ronda la lente estalla el ojo. Qué encorvado cuello ofrecerá la lluvia. Alguien tendrá que desdecirse.
Pupilar VII
Vos, vos, vos, vos (...) vos me parece que no.
¿? Alguien (...) se pasma.
Vos no ganás más de 3.000 ¿no?
Ah, no.
Por eso. Alguien continúa con el panóptico y quienes al principio no prestaban atención, se mantienen atentos porque alguien además de (...) gana menos de 3.000 y porque alguien tiene algo qué decir a quienes lo superaran.
Vos, vos, vos, vos alguien vuelve a señalar a todos los señalados y pasa por alto a quien no corresponde. Tráiganme factura de lo que gastan en farmacia, o si tienen madre o suegra a cargo, o servicio doméstico para que no les descuenten.
Ah, sí, justo voy a declarar el servicio doméstico para que después me obliguen a blanquearlo.
Bueno, es un decir, el servicio doméstico noà se rectifica alguien.
Alguien mira el Lysoform inactivo. ¿Matará el germen de los colgajos puestos a macerar durante noches? Ya no se puede distinguir el pájaro del vuelo.
Pupilar VIII
Alguien, que con la dulzura de su canto suaviza los animales, los árboles y las rocas, llega solo a la superficie del mundo. Alguien intenta vanamente volver al infierno. Durante siete largos días con sus siete noches, alguien permanece en la ribera del río infernal sin otra compañía que su dolor. Pero alguien no recibe el permiso para retornar al infierno. Se retira entonces a la vida mundana, y se dedica a cantar los misterios sagrados, los sacrificios, los amores prohibidos, los asesinatos. El acto de ver lo ha dejado solo. Ya no se puede distinguir el pájaro del vuelo.
Pupilar IX
Alguien alcanza su máximo nivel de ansiedad. No puede distinguir el pájaro del vuelo. Alguien rompe el vínculo con la palabra porque alguien habla un lenguaje que nadie habla, un lenguaje retirado del curso del mundo. Alguien intenta salvar su relación con el mundo. Alguien crea personajes y los hace existir en el mundo que es mismo y otro. Alguien les quita la materialidad del cuerpo y los hace palabras. Alguien está contenido allí donde no hay nada contenido. Queda claro que alguien no siempre mejora su situación con el mundo.
Pupilar X
Ya no se puede distinguir el pájaro del vuelo.
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