Sábado, 15 de abril de 2006 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Las publicaciones de Jorge Luis Borges en la Revista Multicolor del diario Crítica abarcan un período que va de agosto de 1933 a setiembre de 1934. Su participación es relevante, señala Jorge B. Rivera en su excelente estudio Los juegos de un tímido en el suplemento de Crítica, uno de los ensayos incluidos en el volumen Medios de comunicación y cultura popular, libro que me parece indispensable para quien esta interesado seriamente en un tema que siempre puede despertar polémicas. Entre esas publicaciones se encuentran varios de los textos que aparecerán en Historia universal de la infamia, al cual ya nos hemos referido en esta misma página. En una obra posterior, que trata del mismo tema, la participación de Borges en la Revista Multicolor, libro publicado por Atlántida, y cuya exhaustiva recopilación fue realizada por Irma Zangara, se incluye todo aquello que no fue incluido en libros como el ya mencionado. Releyendo este tomo volvemos a encontrarnos con la traducción que Borges hace de un fragmento breve de La rama dorada de James George Frazer (1854-1941). La versión original consta de doce tomos publicados a partir de 1890. En 1992 el mismo autor hizo una versión abreviada en un solo tomo, que fue la que el Fondo de Cultura Económica publicaría en 1944, en traducción de Elisabeth y Tadeo I. Campuzano.
Es decir, cuando Borges publica su versión en julio de 1934, con el título de Dioses y reyes, no creo que haya habido otra traducción al español de esa obra. Por lo cual Borges, pienso, debe haber leído para su trabajo uno de los tomos, The dying God. En la traducción de Elisabeth y Tadeo Campuzano, el título es Occisión del rey divino y su primera parte La mortalidad de los dioses (Capítulo XXIV).
El comienzo es prácticamente idéntico en las dos versiones:
Borges traduce: "Los dioses fueron creados por el hombre a su imagen y semejanza y éste, al principio, los imaginó capaces de muerte".
En la traducción mexicana: "El hombre a creado a los dioses a su propia semejanza y siendo mortal supone naturalmente que los por él creados tienen el mismo triste fin". Salvo una mención todo lo demás se encuentra en las páginas iniciales del mencionado capítulo.
En otros lugares del texto la diferencia es mínima:
Borges: "En la Cambodia, la muerte natural les está vedada a los reyes que asumen el título misterioso del Rey del fuego y Rey del agua".
Los mexicanos: "A los reyes del fuego y del agua, en Camboya no se les permite morir de muerte natural...". Uno de los síntomas de ese decaer físico, que significa la muerte, estaba dado "cuando al rey ya no podía satisfacer las pasiones de sus numerosas mujeres".
Borges: "El harem real (distribuido en cinco o seis casas del lugar de Fashoda) era el encargado de vigilarlo (al rey que ya no podía con todas). Cuando las innumerables mujeres no eran atendidas debidamente, hacían la denuncia a los jefes". El fin del dios era más cruel que en otras ocasiones: "Después (de la sentencia) armaban una choza, hacían que el rey pusiera la cabeza en el regazo de una doncella, tapiaban solemnemente la entrada y los dejaban a los dos sin agua y sin pan para que la sofocación y la sed dieran cuanta de ellos".
Es una lástima que Borges no haya traducido más largamente el texto de Frazer y a su manera de enriquecer el original (lo que en lo publicado en Crítica no lo hace) porque hay elementos que hubieran permitido la ironía o el juego literario de Borges. Por ejemplo, el hecho que el rey de Sofala se atreviera a sobrevivir a la pérdida de un diente delantero lo transformó en un reformador intrépido. Los zulúes por su parte no permitían que sus reyes tuvieran arrugas y tampoco canas. Un tirano zulú, llamado Chaka, se obsesionó con un aceite para el pelo recomendado por un tal Farewell. Un diente y canas, lo que no deja de ser un alivio para quienes somos humildes seres humanos, canosos desde muy jóvenes y en cuanto a los dientes mejor no hablar.
No es fácil enriquecer literariamente el texto de Frazer pues sus interéses son, eminentemente literarios, lo que valió la crítica de quienes, también estudiosos de la religión, no se permitían esa actitud. No puede llamarnos la atención el interés que Borges demostró por esa obra, porque las interpretaciones de Borges de temas que hacen a la filosofía pusieron el acento en la literatura. Como a Frazer no le entusiasmaba la obra de Freud (Tampoco a Harold Bloom) lo que es extraño ya que Freud también era, además de todo lo que significa su modificación del concepto de la condición humana, un estupendo escritor que puede gustar a los profanos como el que escribe estas líneas.
No me siento capaz, pero confieso que me gustaría inventar una pequeña o no tan pequeña obra policial, en los que personajes fueran Frazer, Borges, Freud y Bloom. Las partes de detectives privados tendrían como protagonistas a Marx y Darwin (otros dos revolucionarios en el arte de comprendernos) con un toque de Philip Marlowe. Y el tema central sería, justamente, la investigación del ritual del asesinato de un rey divino como parte "del intento del hombre de dominar la naturaleza". En estos tiempos en donde los fundamentalismos religiosos han provocado y siguen provocando tantos asesinatos, no dudo que el tema tendría actualidad. El problema es que no me animo a escribir lo que deseo pues no me siento capaz de hacerlo. Una lástima para mi, un alivio para la gente de Rosario/12 que aún me soporta.
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