Martes, 8 de julio de 2014 | Hoy
Por Evelyn Arach
"Denuncian nuevos abusos de Gendarmería en barrio Ludueña. Mataron a un motociclista en Barrio Ludueña. Un muerto y un detenido en una pelea entre vecinos, en Ludueña. Destrozaron una escuela de barrio Ludueña". Estos son algunos de los títulos con los que uno se topa en las noticias que hacen referencia al barrio. Ubicado en la zona noroeste de Rosario, es una de las barriadas más castigadas, de mayor vulnerabilidad social. Cualquiera que lo atraviesa masculla entre dientes la desazón y el olvido que flotan en el aire de esas calles donde el cordón cuneta es una promesa repetida, como otras tantas que el tiempo deshace con impunidad.
Hace varias décadas que Edgardo Montaldo (allá es el padre Edgardo, los pibes lo conocen de sobra) se instaló y se convirtió en un referente social de los desfavorecidos. Muchos años después llegaría una mujer con sus mismos sueños y otras herramientas en las manos: violines, violas, chelos y algunos otros instrumentos de percusión. Corría octubre de 2005 cuando Derna Isla (maestra de música) fundó Vibrato, hoy conocida como la Orquesta de Barrio Ludueña. Por entonces ella confesaba que entre sus alumnos había chicos y chicas cartoneras y otros atravesados por realidades violentas y dramáticas. Pero tenía un lema: soñar, resistir y luchar. Su padre era médico y ella durante años se había preguntado para qué sirve la música. Podría salvar vidas? En ese proyecto parecía encontrar la respuesta. Aunque todo muchas veces se le hacía cuesta arriba.
Prestó sus propios instrumentos, luego consiguió que le donaran otros y poco a poco la Orquesta se fue consolidando y encontró mayor respaldo municipal.
Esos mismos chicos que a veces faltaban a la escuela para ayudar a sus padres a rescatar cartones y vidrios de entre la basura, o para cuidar a sus hermanitos menores, si eran nenas, tenían la posibilidad de integrar una orquesta, hacer música, superar sus propias expectativas. Los ensayos eran a contraturno en las aulas de una escuela pública.
Los años fueron pasando y Ludueña siguió siendo noticia... casi siempre policial. Se instalaron los bunker de drogas, los pibes fueron usados como mano de obra barata de los narcos, la violencia se transformó en un espiral. Y la Orquesta siguió tocando.
Julio de 2014. El frío se cuela por las paredes de la escuela que sigue haciendo las veces de conservatorio improvisado en el Barrio Ludueña. Los chicos ensayan para la presentación que tuvieron en el Teatro La Comedia el domingo, eran 96 en el escenario. En medio del ensayo entra un joven, en silencio saca de su mochila una flauta y empieza a tocar, casi sin descanso. Domina el instrumento de viento como pocos. Se llama Gabriel Nuñez, tiene 18 años. Cuando le preguntan, explica que fue uno de los primeros alumnos de Derna Isla allá por 2005. Cuanta que no fue fácil, que sí, trabajó en la calle y a veces durmió en la calle. Pero la orquesta siguió tocando. Que se le hizo difícil seguir en la escuela porque tenía que rebuscárselas vendiendo en los colectivos para ganar una moneda. Pero la orquesta siguió tocando. Y que hoy a los 18 años sigue integrando la Orquesta de Barrio Ludueña mientras cursa el primer año del profesorado de música en Instituto Superior del Carlos Guastavino. Sabe que esa será su profesión porque aquellos primeros acordes lo transformaron para siempre. "La música libera el alma y a mí me salvó la vida", dice, con la sencillez que lo caracteriza.
Su historia, dirán, es una aguja en un pajar. Seguramente. Pero saben qué? La Orquesta sigue tocando.
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