Miércoles, 12 de agosto de 2015 | Hoy
Por Pablo Bilsky
"Fue un caso de sobredosis, debido al uso excesivo de LSD por parte de nuestros agentes. Todo iba bien al principio. El objetivo, bajo control y de visita en el museo, como estaba previsto. Los explosivos, ya colocados. Sólo hacía falta detonarlos", decía el informe, que brindaba detalles del asesinato de Bratva Ho Hadid, también conocido con los nombres clave BHH y B2H.
Hadid, un chinoruso yihadista, ocupaba el puesto tres en la lista negra de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA).
"Había que llamar al celular de BHH para que la bomba colocada en el museo detonara. Pero no lográbamos marcar bien su número, de tan drogados que estábamos. Primero hablamos con una mujer de General Pico, en la Argentina, una señora muy amable, a la que interrogamos, porque sospechamos que era BHH fingiendo. Después nos comunicamos con una línea de sexo. Nos masturbamos como monos. En ese momento nos avisan que BHH estaba a punto de dejar el museo. Pudimos confirmar, además, que a causa de la sobredosis, el personal que fue a colocar el artefacto firmó el libro de visitas, e incluso escribió: Venimos a volar este museo ruso de mierda y al ruso de mierda que está dentro: La CIA".
El informe daba cuenta de la operación que comenzó en el Museo del Arte Iconográfico Ruso de Praga y culminó en un cabaret de esa ciudad.
"Finalmente pudimos hacer el llamado al número de BHH y activar el dispositivo. Pero lejos de estallar, salió una banderita que decía Pumba. Se trató, evidentemente, de un homenaje de los agentes a Los tres chiflados. La banderita le sacó el ojo a un sacerdote ortodoxo que visitaba el museo, un homenaje a Woody Allen, claro. El ojo cayó sobre su barba y desapareció en medio de la espesura, acaso otro homenaje a alguien no identificado hasta el momento. BHH escapó del museo. Si no hubiera sido por la heroica acción del agente J. J. Pit, la operación habría fracasado. Pit persiguió al objetivo, que se escondió entre el público de un cabaret. Una vez allí, el agente hipnotizó a todo el personal de seguridad. Los hizo creerse pájaros, y se lanzaron al vacío por la ventana desde un quinto piso. Al mago, en cambio, lo hizo desaparecer. Pit salió al escenario y realizó su más famoso número. Se tragó un tubo fluorescente e hizo salir el haz de luz por el ano. Primero, para no levantar sospechas, hizo de su ano un proyector, y ofreció la película Cincuenta sombras de Grey, y luego dirigió el haz de luz hacia la frente del objetivo", continúa el informe en referencia al agente especial J.J. Pit, también conocido como Juan José del Pozo, también conocido como Tusam, el mentalista argentino.
La luz intestinal de Tusam, capaz de producir amor, locura y muerte, fue una de las más poderosas armas secretas de la CIA. "La famosa luz al final del túnel, la que ven lo que mueren, no es el más allá, sino la salida del ano vista desde dentro", solía explicar Tusam.
En su despacho de Arlington, Virginia, el general Thomas Gouge, a cargo de la operación "HGuarany", cerró la carpeta con documentos sobre la eliminación de BHH y levantó la vista, decidido a trasladarse a la oficina contigua. Pero no fue hasta la puerta para salir. Se puso de pie, apuntó su cuerpo hacia una de las paredes, y se lanzó. Rebotó varias veces contra el muro, hasta quedar inconsciente.
Hace décadas que la CIA viene experimentando con LSD y otras sustancias psicoativas. "Al ejército de los Estados Unidos no le queda otra alternativa seria que ser maravilloso", escribió el teniente coronel Jim Channon en el informe confidencial de 1979 "Manual de Operaciones del Primer Batallón de la Tierra".
El militar intentaba salvar al imperio con una nueva espiritualidad, proporcionadas por la cultura New Age. Pensaba crear de una legión de "monjes guerreros", imbatibles supersoldados místicos moldeados a imagen y semejanza de los guerreros Jedi de La Guerra de las galaxias.
Parapsicología, ikebana, ponyterapia, baños de asiento con fluido Manchester, levitación, y, sobre todo, LSD y aspiraciones en caniles. El programa ultrasecreto "HGuarany" recurrió a esas y otra técnicas para crear guerreros de la mente, y generalizó el uso de sustancias psicoactivas incorporándolas a la red de agua potable de los cuarteles, oficinas y predios de la CIA.
La película "Hombres de mentes", protagonizada por George Clooney, Ewan McGregor, Kevin Spacey y Jeff Bridges, cuenta la historia de esos experimentos. Se basa en la investigación del periodista galés Jon Jonson, cuyo libro Los hombres que miraban fijamente a las cabras narra las aventuras del batallón de soldados con superpoderes. El periodista documenta cómo muchas de esas técnicas son hoy aplicadas en Irak y Afganistán.
La autora Frances Sauderns menciona en La CIA y la guerra fría cultural que "una de las operaciones más polémicas de la CIA fue el programa HGuarany, de investigación sobre el control mental".
En los sitios www.futurasciences.com y www.federalobserver.com se afirma que "Las experiencias con el LSD condujeron al suicidio al científico militar Frank Olson en 1953. Fueron necesarios 22 años para que su familia conociera la verdad".
Pero ninguno de los libros ni las películas ni los sitios en red menciona el aporte fundamental del argentino Tusam. Lo que resulta más indignante es que el gran mentalista, nacido en 1932 en Villa Urquiza, Buenos Aires, en más de una ocasión salvó a la CIA de la humillación y el fracaso. El caso BHH, lejos de ser una excepción, fue regla.
Ni el LSD ni el control mental resultaron suficientes para mejorar siquiera un poco el desempeño de los cerebros de las espías estadounidenses. Neurólogos de la Universidad de Virginia señalaron que "acaso haya sido determinante el hecho de que la mayoría de los estadounidenses blancos son descendientes de los Padres Peregrinos, puritanos que llegaron a América con sus cerebros ya secos de tanto té y avena Quaker".
Nadie tiene la culpa de los vicios y perversiones de sus ancestros. Pero lo que indigna, y merece ser denunciado, es que, encima, los yanquis fueron desagradecidos y ocultaron los aportes de Tusam.
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