Viernes, 21 de agosto de 2015 | Hoy
Por Bea Suárez
"El horror tiene cauces por donde no se va. Asoma un espejo de cristal detenido. La invasión de las orillas mudas deposita el pasado en fondos de la espera. La lengua resplandece en su fuga de quejumbres/ desquicios de la cama de oro. Pero ahí están, con la cabeza gacha, no tristes por pegar, sino por lo que pegó en su desnudez". Juan Gelman. De su libro "Hoy".
[Del latín habeas corpus (ad subiiciendum) que tengas (tu) cuerpo (para exponer) "Tendrás tu cuerpo libre", siendo "hábeas" la segunda persona singular del presente subjuntivo del verbo latino Habere ("tener"). O puede ser llamado igualmente como "cuerpo presente" o "persona presente".]
Tráiganme el cuerpo, el tuyo, tu cuerpo del amor, el cuerpo del amor: y su tortura: y su milagro.
No el de los médicos, no, el que me abrazó alguna vez con esperanza de fusión entre los nudos del pecado.
Tráiganme el cuerpo, es importante saber que este Hábeas corpus no es un simple procedimiento sino un proceso desesperado. Un proceso de cosas del querer que ansía huesos, sangre, tejido subcutáneo; proceso de uñas y dientes. De valor, de pudor, de desnudez.
Tráiganmelo, el que se limitó a mí misma, el que me ahogó en su imperfección y tuvo, otrora, fin reparador.
Tráiganme el cuerpo ilegalmente privado de mis músculos, de las noticias que tienen los olores, la materia, en circunstancia de sábana y misterio.
Me encuentro en el envés de nadie sin él y su fin genérico, amenazada en mi seguridad individual, sin juez que dictamine lo que siento, sin árbitros, sin contexto legal en las razones de esta carta documento.
Tráiganme el cuerpo, los aspectos vivientes, las células, los organismos que hicieron (algún día) que te amara, el cuerpo clandestino, la experiencia, el desasosiego feroz cuando te fuiste y quedaron en sombras la cosa y la palabra.
Un Hábeas corpus de viernes a la noche (el día en que muere la rutina y nace la bruja, el día en que el terror amaina por, justamente, hallarse enamorado).
No tengo más que llorar en tribunales ante el fiscal que, de turno, me presta un pañuelito.
Han privado mi libertad de verte, hablarte, ser lo principal, el rasgo de la vida; me atiende un secretario común de mocasines y mi capacidad hispano hablante no alcanza para transmitir este Hábeas corpus.
Libertad individual e integridad personal van al carajo, de un barco que una vez nos cobijaba, el delfín que nadaba al lado tuyo ya no está amparando la ausencia.
Todo es ilegalidad que espanta, elude la ley y el cumplimiento, me sacaron tu cuerpo, las huellas dactilares de lo que nos hacía personajes, queda la tragedia mas insólita, lo insepulto. Estoy rara extrañando que avance mi reloj.
Tráiganme el cuerpo, el rizoma principal, la asamblea general donde te amé sin quorum.
Aunque la circunstancia carezca de remedio.
Aunque sea una hilacha.
El cuerpo como máquina de triplicar la vida, como una forma de tirar piedras al espanto, neutralizante de las desdichas generales.
Pido esa osamenta que no da sombra pero permite la existencia, que habla, pero que también ladra al alma, alma con alma.
Conozco su mecánica, puedo dar datos fidedignos, sé a la perfección describirlo para que hurguen en mi desposesión. Ruego por peritajes, fiscalías, ando con mi suplicio caminante, veo la realidad que me lo pisa, lloro la confusión que se ha creado.
Un recurso de Hábeas corpus que sufre en el correo mientras la muerte visita algún circuito necesario.
Cuerpo como catástrofe, ciego ya de pájaros, oxidado en mis países, con la cabeza gacha por la invasión en esta orilla de mi vida, que se ha quedado sin palabras.
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