CONTRATAPA
› Por Miriam Cairo
Ahora vamos por el otro camino. Dale, vamos; ¿así que vos me soñaste? Sí, te soñé porque no le tengo miedo a nada. Yo sí tuve un poco de miedo. Yo también. Yo no, y soñé que vos venías para este lado. ¿Querés que vaya? Sí, vení. ¿Querés ir mi vida? Sí, tengo ganas. Andá, entonces, que yo miro por el espejo retrovisor.
Ahora se trata de dejar la cartera y el estado civil en el asiento de adelante y pasar para atrás las piernas, las manos, la cabeza, la lengua, la cintura y todos los otros dispositivos humanos, se trata de pasar la conversación apuntillada y el viento que entra por la ventanilla en esta noche, ¿de agosto? Sí, de agosto. Pasan también la síntesis, los incidentes ínfimos, los gestos tenues, el instinto gregario. Quedan en la guantera los chicles de menta y el puñal para la defensa propia, en caso de que, en el asiento de atrás, el desconocido del sueño se convierta en pesadilla.
¿Qué dirán los que nos miran? Nada porque miran pero no ven. A nadie se le ocurre que este sueño pueda pasearse en auto y rampar la noche como un lobizón comiéndose una blanca rana desnuda. Pocos entienden el dialecto de los sueños.
Ahora se trata de la llave de oro que abre la dimensión coral de la ocurrencia. Es natural que te quites esto, porque después de todo sos mi sueño, y sueño que te sacás esto para que yo pueda verte y tocarte esa dicha constelada. Estaba pensando en la agilidad onírica: de no haber sido yo, habría sido otra. Y de no haber sido vos, yo habría sido otro. Y de no haber sido ustedes, yo habría sido otro. Me confundís. Porque es mi sueño y no el tuyo. Claro, mi vida, es el sueño de él.
Ese perro quiere subir. Que suba. Que sube. No es un perro de verdad, no puede subir. Que es mi sueño y el perro sube. Que suba el perro de su sueño. Que es mi auto y el perro sube. Dámelo. Este perro que no existe qué hace. Me obedece. ¿Sigo derecho o doblo? Seguí, seguí, hasta el fondo. ¿Después qué hago? Bajás el perro y doblás a la izquierda.
Ahora se trata de que las mantas con alas van desnudando el frío, y las nubes se van tirando flores, y las estrellas allá arriba no tienen forma, y saco de este sueño el pie desnudo y lo meto en tu boca. ¿Qué llevás en los pies?, parece un regimiento de dragones. Parece una flecha rosada. En mi sueño son dragones. En mi boca, una flecha rosada. Es mi pie una lanza que traspasa las fronteras. Tu pie es una lanza; preguntame por dónde voy, amor. ¿Por dónde vas, amor? Por las lindes de la luna.
Ahora se trata de que la noche se pone a brillar en tus ojos que me miran por el espejo retrovisor; no sueltes las manos del volante, amor. Por supuesto, ¿estás bien mi cielo? Sí, mi vida. Ahora te llevo por los montes de Saturno y sigo viaje. Parece que sí. Yo estoy segura. ¿Es de día? Es de noche. En la luna siempre es de noche, amor. Y el perro no terminó de comer su comida. Sigo yo. Dale, seguí vos.
Mi amor, esta caja que tengo en el pecho respira y me duele todo. ¿Es lindo ese dolor, mi vida? Lindo como los pliegues de tus ojos que me miran por el espejo retrovisor. Él me dijo que te iba a hacer eso. Sí, sí, conversábamos de sueño a sueño y él también me dijo que vos podías hacer esto. Cosas que a una se la han dado, como la varicela o las cosquillas.
Sí, sí, a mí se me ha dado por el sueño, el fútbol, la tos convulsa y los ladridos de perro en la luna; hoy por ejemplo fue un día apoteótico: soñé que ustedes venían en auto, que vos te pasabas del asiento de adelante al asiento de atrás, y que metías un pie desnudo en mi sueño y otro pie desnudo en la boca de él, y que la gente de los otros autos miraba sin entender nada, y que hacíamos subir al perro de la luna, y que el perro me obedecía, me obedecía hasta más no poder; después me dio un ataque soberano de tos y escupí lirio tras lirio. Mi lirio. Tu lirio, amor, tu lirio. Mi lirio de Saturno. Sí, el lirio de ella, que antes no lo conocía pero ahora es igual a como yo lo escupía; y empecé a gambetear pelotas inmensas, planetas inmensos, del tamaño de una pelota que era del tamaño de Saturno por todo el césped del universo.
Ahora se trata de que este sueño se puede recorrer de punta a punta. Sí, se puede ir y venir, de punta a punta. Y además hay un jardín. Y una caverna. Y un cerezo de Japón y lirios de la luna. Y un perro de Saturno. Hay una melodía que plantó John Coltrane y un océano que abriste con el dedo y un fuego que me enciende desde tus ojos.
Otra vez tengo un pie en tu sueño y otro pie en tu boca. Otra vez tiene un pie en mi sueño y otro pie en tu boca. Otra vez tenés un pie en su sueño y otro pie en mi boca. Me pregunto hasta qué punto un perro callejero puede ser un perro de la luna. Qué hermosa pregunta, mi amor. Qué poca atención les prestamos a los perros que bajan de la luna. Sí, qué poca, siendo tan blanca y tan bella, mi amor.
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