Sábado, 16 de septiembre de 2006 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Uno anda dando rasguños de aquí para allá, todo el tiempo, o en el tiempo que podemos, y esos rasguños son nada más que eso y no otras cosas que pensamos pueden ser. Hace unas tardes, entre claridad, sombra y viento, dimos unos rasguños en la espalda de ella y ella nos rasguño con ferocidad la nuestra. A esto que pasó le dimos otros nombres, muchos nombres, muchas palabras como para excitarnos nuevamente, pero en realidad fueron solamente rasguños. Y rasguños en la nada. Porque ocurre que en muchas ocasiones, más que las convenientes, somos esa nada.
Hace unos días, creo que el miércoles de la otra semana (pero no estoy seguro, además no me convencen demasiado las precisiones) me dejaste tu mano. Cerca de mí, cuando te fuiste. Entre un frasco azul, una máquina de cartas y un mazo de cartas, de barajas quiero decir. ¿Pero era la mano lo que dejaste o solamente un rasguño de esa mano? Qué fue en realidad lo que dejaste no lo sé. Creo que un hueco en el aire. ¿Cómo es un hueco en el aire? Una trampa a los ojos, supongo. Se me ocurre que Marcel Duchamp podría hacer una exposición de huecos en el aire. En un amplio salón, lo más amplio posible, se crearían huecos en el aire dejados por una máquina de escribir, una mesa de carpintero, una bicicleta, una máquina de coser, un caballo de calesita, siete maniquís, un organito callejero, una máquina de café, el ataúd de Dimitiros, pero vacío, una mesa con un cubilete de dados en su interior y otro cubilete del cual ya se han tirado los dados que también están sobre la mesa, demostrando una vez mas que un juego de dados jamás abolirá el azar.
El artista, antes de irse (no estará presente en la exposición) colgará del techo de la sala unos hilos fuertes, esos que se usan en la pesca de los peces espada, con un cartón numerado. Cada número que corresponderá al hueco de aire dejado por tal o cual objeto. A la salida de la muestra cada espectador recibirá un pliego con los números y deberá anotar a qué objeto corresponde el hueco de aire que ha sido dejado.
La muestra tendría un objeto didáctico. Su título sería simple: "Así es la vida", "El juego de estar vivo", "La vida, nada mas"; el espectador deberá aprender, por lo menos algunos de los que asisten, que la vida es una serie de rasguños que van dejando huecos en el aire y nosotros, los autores de los rasguños, no llegamos a entender demasiado qué diablos hemos querido hacer.
No nos convertiremos en polvo sino en huecos en el aire. Se dirá: huecos en la tierra, pero estos no tienen gracia ni misterio alguno. Seremos eso, huecos en el aire y no perceptibles por todos. Es cierto que no solamente hay huecos en el aire. Y no tan solo rasguños en la nada. Hay rasguños que son una pintura, que pueden ser un cuarteto para cuerdas, un poema, una escultura, los rasguños desesperados de felicidad de las cuevas de Altamira, los rasguños de Cachilo en las paredes de las calles de Rosario.
Los rasguños en la nada dejan huecos en el aire. Los gatos, las rosas y los tigres rasguñan. En nosotros, que somos una de las formas de la nada que no llegamos a comprender. Hay grupos de heterodoxos que niegan rotundamente (les bastaría solamente con la negación) la existencia de los rasguños y de la nada.
Hay otro grupo que acepta los rasguños pero no la nada. El diccionario al menos algunos remiten a la palabra arañar. Y esta, a su vez, significa también recoger de varias partes, en pequeñas porciones, lo necesario para un fin. Tal vez el diccionario sea un poco optimista y es probable que nosotros demos nuestros rasguños o arañazos en la nada, logremos pequeñas porciones de algo, pero no tenemos ningún fin que nos guíe. Hablo por mi, claro, y por algunos que conozco, no demasiados. Hay otros que si tienen un propósito (el poder, la obediencia, el prestigio, poder trepar la pirámide de las actividades sociales a la mayor posibilidad posible), pero de estos podemos hablar en otra ocasión.
Me interesan los rasguños en el aire que solamente dejan huecos en el aire difíciles de descubrir: son únicos, eso que no puede reemplazarse. Los rasguños pueden significar amor, sorpresa, enojo, impotencia, el sólo deseo de dejar señales para otros y asimilándolos a eso que nadie llama rasguños, pueden serlo alguna obras de la creación del hombre. Se puede tirar con lo que sea pintura sobre un lienzo puesto en el piso y luego trabajar con uñas y manos sobre esa pintura, como Pollock, pero ignoro si con la misma intención; se puede apuntar una nota o un acorde en una partitura; se puede rasguñar una letra o una palabra ya escrita. En el cuadro, en el poema, en la sinfonía se podrán detectar aquellos rasguños que salen de la profundidad más pura del ser humano. Esa, en la que la creación parece haber ganado la batalla final que por el momento estamos perdiendo. Todos aquellos que creemos, hasta los límites de lo que podemos, en el no matarás. Hay también rasguños de esa desesperación de quienes fueron condenados por pelear por una causa. Los rasguños del dolor no son diferentes de un campo exterminio a otro. El torturado, aquel que es muerto de una u otra manera deliberadamente cruel y cada vez más sofisticada, quienes enseñan esos métodos (y hay más de lo que se puede suponer) deben evitar en aquello que Camus llamaba la dialéctica de la imbecilidad. Esos cadáveres de aquellos que pagaron el alto precio de sus vidas por defender sus ideales no serán huecos de aire hasta que todos tomemos conciencia de la responsabilidad que nos cabe a cada uno por lo que ha pasado y sigue pasando. Entonces seremos libres para que podamos comprender dónde se encuentran y cómo pueden detectarse los huecos de aire, esos que ahora están en nuestra imaginación, dando vueltas.
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