Martes, 14 de junio de 2016 | Hoy
Por Marcelo Scaravilli
Dedicado a un escritor ruso incomparable: Fiodor Dostoievsky, y en especial a su novela Los Hermanos Karamazov y a nuestra Rita La Salvaje.
I-Marenka de Bielorrusia
Estaban sí, Rasputín, Esenin e Isadora, junto a Vladimir Ilich Ulianov y otros guerreros. El zar Pedro, Nicolás y Dostoievsky. Marenka de Bielorrusia, matrioshka célebre y hasta el camarada - comisario José Vissaronovich Dzugashvilli (Stalin) sin poseer invitación se hizo presente.
José: --¿Porque no brindas a la salud del pueblo ruso? - sugirió Marenka con amabilidad aunque con cordial ironía.
José azuzó su bigote satíricamente, sabiendo que su humor tenía límites y su obligación más que encontrarlos era situarlos. Reflexionó para sí: Un nuevo comentario o sugerencia fuera de contexto lo sacaría de sí, a lo cual era muy proclive. Ummmm. Molesta mosca blanca, ésta Marenka. Molesta mosca blanca sobrevolando el pastel polaco.
Marenka se dirigió a los comensales, exultante y entre risas propuso:
--¡Ayudemos a José a beber su copa!
Fumaba. Cruzó sus piernas y meneando la cabeza continuó:
--Es sólo una copa, José. ¡Ponle un poco de sexo, de eros o de lo que se trate a este teatro!
--Sé amable y no te enfades conmigo ahora.
II-Eros, Thanatos, propios y extraños
Un gesto inesperado de Rasputín permitió que José pudiera soltarse de las presiones mundanas. ¡Desagradable vida social! Dios tenía derecho a ser y no ser y con esta aseveración consideró haber ido muy lejos de lo pertinente en cuanto a la negociación con el enemigo ideológico.
José, como Thanatos, se encontraba en las antípodas del deseo y mucho más cerca de la muerte. De todas maneras Eros Thanatos y compañía le sabía tan lacaniano como la presencia de aquel Rasputín que no dejaba de ensayar su baile tártaro.
Vladimir Ilich disfrutó el espectáculo situándose a la cabecera de la mesa desde donde amenizó con el traidor Kerensky y tal como lo hiciera más tarde Kasparov, explicó paso a paso el error consuetudinario en el que cayeron invariablemente las posturas burguesas de reparación de las estructuras jugando con blancas y la necesaria traición al proletariado de la ciudad y el campesinado hasta que se cansó de reacomodar las piezas a los fines didácticos.
Que los miembros del antiguo régimen continuaran divirtiéndose como bobos. ¡Eso sí que estaba bueno! ¡Que suene el Acorazado Potetkim como la mejor nota de Tchaicovsky! Vladimir guardó la compostura en todo momento, habiendo bebido a esa altura no más de dos copas de vodka.
III-Máximo Gorki
Fue entonces cuando mediante una señal de su parte, hizo pasar al recinto al camarada Máximo Gorki, quien esperaba sentado sobre un banco del jardín. ¡Nevaba y cómo sobre las estepas!
Gorki se lució, introvertido, hambreado e inquieto. Uno tras otro engulló panecillos con caviar servidos en bandeja de plata.. Con inmenso placer devoraba Máximo y también bebió champagne. En su imaginación, aparecía y se difuminaba Chejov cargando una hoz gigante con ambos brazos y mucha bronca. Pero brindó. Alzó su copa por Chejov, lejos de los acontecimientos que se tramaban esa noche en el gran salón.
Los ojos de Rasputín se clavaron en los arabescos de la alfombra hasta caer desmayado.
Marenka fue por más bebida y Fiodor Dostoievsky lanzó enormes bocanadas de humo rojo y negro. Saludos al querido Stendhal. Echó una ojeada a su cigarro en tanto armaba su nueva novela basada en la ambición desmedida de los juegos de azar. Apostaría a plenos y verdes semilunios.
IV-Isadora Duncan y Rita
Isadora bailó para los soldados del frente y regaló, en gesto de profunda amistad, pequeños y sabrosos terrones de azúcar de remolacha mojados en los pliegues laterales e interiores de su herida soberana.
Desde fuera se escuchaban los acordes melancólicos de una balalaika. Un trineo atascado en la nieve, perros ladrando.
Serguei Esenin abrí sus venas lentamente sin que nadie se diera por aludido. A medida que se nos iba, retrocedían sus imágenes. Retratos de una Rusia tan infantil como anciana, irracional, cerrada, valiente y emocional; todo iba en retroceso. Un sueño se coló entre las divagaciones de Esenin: hubo un amigo norteamericano, un poeta llamado Ezra Pound. A Isadora le ocurriò algo similar. Se dejó tentar por la pena que le causaba una prima lejana, tan anónima como artista, que trabajó en lejanos piringundines del Hemisferio Sur. Una tal Rita la Salvaje, de quien se dijo, aprendió los secretos de la excitación por el arte.
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