Viernes, 26 de enero de 2007 | Hoy
Por Beatriz G. Suárez
Noche a noche el programa televisivo "Gran hermano" concita la atención de millones de argentinos. De refilón lo he visto, más de una vez me detengo a escuchar y observar este producto que la caja negra ofrece como tesoro.
Dice el conductor que la elección de los participantes no es inocente sino que intenta representar la sociedad. Tanto es así que entre los elegidos siempre hay alguna prostituta, chicos que han estado en cárcel, gays, trabajadores comunes, universitarios, madres solteras, ex adictos, etc. Al menos basándose en esta macedonia es que se explica la cosa. Como si además la sociedad pudiera reproducirse con una licuadora y listo.
No obstante la ensalada se completa con una especie de "adentro y afuera" que es la casa.
Sumado a esto van litros de lágrimas, confesiones de invierno, gritos, reyertas, sentimientos profundos en quince minutos, caras de espanto, relaciones casi sexuales, unidos a las reglas de un juego basado en la exclusión y la selección de quien finalmente gana pero, a ciencia cierta, no se sabe porqué.
Este año entre los colaboradores está el mediático Trezeguet que hace un tiempo llegó a la final porque era "el que había entendido mejor la cuestión"; pero si hubiera que explicar porqué queda un último sin irse (el ganador del juego) yo diría que no se entiende al menos que la conclusión fuera: gana el menos votado.
¡Claro! ¿cómo podría entonces representar a la sociedad democrática? (pues los votos se los lleva quien se va... ¿o no?).
Por otra parte pienso que tal vez sí represente más que nunca a nuestra sociedad este juego. Una sociedad entre hermanos, una casa sin padres, sin padre; en todo caso un domicilio de huérfanos liderado por un igual "el gran hermano", que tiene el altavoz, nomina, dice, baja línea, escucha, y tiene por momentos la verdad, pero no se ve ni se siente la voz del padre que en la familia occidental da la posibilidad de un orden simbólico, es decir, la oportunidad misma de la familia.
Y no hablo exclusivamente de un padre físico que estuviera presente sino que operara entre los hermanos sacándolos tal vez del caos imaginario en que caen una y otra vez con el corazón a flor de piel, dando la vida por no irse, llorando a moco tendido, o sostenidos en un amor de tarjeta postal que cae irremediablemente en el ridículo y el desorden de gritos, tiros, y palabras al azar.
¿Será además que quien gana es el que se lleva bien con todo el mundo y en eso el padre puede estar tranquilo? Como diría Serrat. Es decir ¿gana el que falsea, el hipócrita, el demagogo? ¡Qué hermoso juego!
Digo que quizás sea cierta la representatividad que tiene este casa.
Lamentablemente creo que es así cada vez que nosotros acá afuera vivimos acéfalos de estado, sin el orden necesario de un gobierno y el sistema democrático, cada vez que terminamos peleándonos entre hermanos mientras papá Estado goza comiéndose los bienes, acorralándolos, o mandándolos a Suiza.
Dinero de YPF, ENTEL, Gas del estado, Obras sanitarias de la nación, todos depositados a plazo fijo hasta desaparecer.
Recordaba a Matín Fierro (no a Laport, sino al de José Hernández, vale la aclaración para una sociedad lectora) cuando reza: "Los hermanos sean unidos pues esa es la ley primera/ tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea/ pues si entre ellos pelean los devoran los de ajuera".
Y eso me hizo pensar en otro "adentro y afuera" pues creo que subyace una profunda mentira en el programa ya que quien sale de la casa permanece en el estudio junto a Jorge Rial que no pierde oportunidad de llamar a sus "hermanitos" para que seamos nosotros, los televidentes, quienes los seguimos devorando mientras ellos se pelean.
Luego de ver este juego reivindico aquél de cuando éramos chicos y jugar a la mamá y al papá organizaba la cabeza, la preparaba, la calentaba, y se escuchaban serenos tecitos en casas improvisadas. No este cuchicherío bocasucia que no hace mas que seguir confundiéndonos.
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