Domingo, 29 de julio de 2007 | Hoy
Por Luis Novaresio
Uno: La jueza me miró y entendí que me estaba diciendo que era un idiota. Ni siquiera un ingenuo. Un verdadero idiota. Por estos mismos pasillos, me dijo la jueza, corren con gesto de trascendencia, fiscales y jueces que persiguen a un ladrón de gallinas o a una pobre piba que se fue a hacer un aborto porque no sabe cómo asumir la responsabilidad de otra vida si ni puede con la propia. Manga de hipócritas que no encuentran motivo para ocuparse de estos estafadores que de un plumazo embolsan ocho millones. Claro, ella cerró su expediente, el aborto no aprieta ni amenaza como los delincuentes económicos. Esa misma noche, Julio Bocca le dice a Susana Gieménez que su madre sabía divertirse y que en uno de esos divertimentos nació él. Menos mal que ella decidió tenerme, se animó él. Y claro, supo decir ella, si no, no hubieras podido bailar. En apenas un mes, vamos a elegir al gobernador y al intendente que administren nuestros impuestos para hacernos vivir con dignidad en los próximos cuatro años. ¿Y a quién le importa?, me dijiste. Nadie escucha lo que se están diciendo. Ahora se viene con chicanas personales con temas tabú como la droga o el aborto. Entonces sigo leyendo el diario y veo el proyecto. El Estado le garantizará un subsidio de por vida a ella y otro a su hijo o hija, hasta la mayoría de edad, si decide continuar con el embarazo producto de la violación. El subsidio para ella será el equivalente a medio salario mínimo. En cambio, el niño o niña recibirá un salario mínimo, ahora fijado en 980 pesos. Además sólo se dejará como aborto no punible en el Código Penal el caso de riesgo de vida de la madre. Una mujer violada no podría, entonces, elegir.
Dos: "Las leyes que exigen el heroísmo propio de los santos, requieren que los encargados de aplicarla tengan la crueldad de los demonios". (Del voto del juez de la Corte Suprema de Justicia de Buenos Aires, Francisco Roncoroni, el año pasado, admitiendo un caso de aborto previsto por la ley).
Tres: La semana que viene se van a tirar por la cabeza el tema del aborto. Y te miré. No te estoy diciendo que me parece bien; simplemente te cuento. No dejé de mirarte. Falta exactamente un mes, consideremos los dos días de veda electoral, para que los santafesinos elijamos autoridades. Coincido con vos que la mayoría de nosotros no está interesada ni tiene ganas de escuchar lo que debería. Los productores de programas de radio y TV y los editores de diarios sostienen que no se puede ir con notas de tapa basadas en los candidatos porque eso es "piantaudiencia". Y entonces, parece, no se hacen. Salvo honrosas excepciones en los canales locales de cable, no hay en los medios más abiertos (sic) programas de discusión política y todo se resume a un desfile de caras conocidas la última semana de campaña en donde se escucha "Nosotros nos comprometemos" o "estamos dispuestos a resolver" sin que entrevistado, entrevistador y lector o asistente le crean un soto. ¿Alguien debate proyectos y modos de realizarlos?
Hasta ahora, especialmente entre los que aspiran a ser gobernador, el cambio de ideas ha sido pobre. Y poco frecuente, por el tono. Si vos trabajaste en tal época y tuviste título bien habido en la universidad o si estás en condiciones de debatir o reconocer ideas en vez de rebuznos. No caben dudas que el debate público entre los dos o tres aspirantes con más chances a ocupar la Casa Gris ya no es una facultad de los candidatos sino un derecho irrenunciable de los votantes. Para gobernador. Y para intendente, no hay que olvidarse. En otros lugares, hay leyes que organizan la discusión y hasta organizaciones no gubernamentales respetadas que sólo trabajan para ello. Que no haya debate pauperiza el sistema. Ahora, sin solución de continuidad, hay que preguntarse qué hay que debatir. Porque si el cruce va a ser un alambicado duelo verbal para ver quien tiene el don de la palabra y no el del talento y conocimiento para hacer, conviene seguir recomendando el Match de Improvisación que tan genialmente dirige en teatro Cristian Marchesi. El debate de candidatos obligatorio es de fondo. El temario, no tan sólo de forma. Si es cierto que el próximo pretendido golpe de efecto en la "campaña" va a ser chicanear con superficialidad de lo que se piensa sobre el aborto algún otro tema de efecto es que estamos al horno. Los santafesinos, digo. No los candidatos. Claro que es bueno que saber qué se piensa del aborto, de la droga, de la eutanasia, de Marx o de Blumberg. Pero no como juego. Ya fue bastante pobre jugar al envío de mails o al detective de computadoras en estas pampas en donde la riqueza estalla y la pobreza e indigencia sigue presente. Yo no envidio nada de una Santa Fe que no puede cerrar el problema del hambre, la desnutrición o la falta de educación para todos. Para todos. Es también cierto que la exigencia del debate o de un temario serio depende mucho de nosotros como, alguna vez, ciudadanos adultos que no nos conformamos con u n cacerolazo o un carta de lectores rabiosa, típicos conformismos burgueses de quien cree que eso es el modo de participar. Si no, juguemos a que nos escandalizamos con el aborto, en pro o en contra, y sintamos que somos el pilar republicano de peticionar a las autoridades.
Cuatro: En el mismo turno judicial en que se conocía una enésima maniobra parecida a una estafa (tiene color, olor y sabor a, pero hay que decir parecida) en una de las instituciones que nos definen como rosarinos, se instaba una acción penal para perseguir a una mujer que había ido a una partera para interrumpir su embarazo. El mismo fiscal de turno y el mismo juez de instrucción que pudieron intervenir en ambos casos miraron para el mismo lado. Pero sólo para uno de esos lados. Una jueza (por las dudas, que no tiene nada que ver con estos temas) me dijo que era un idiota si yo creía que se iba a esclarecer este gran caso de estafa que perjudicaba a muchos y entristecía a tantos más. Y sabes lo que es peor, me preguntó esta mujer muy religiosa, casi exageradamente me atrevo a decir, lo peor es que no les importa nada ni el aborto, ni el delito ni nada. Lo hacen porque sienten que tranquilizan su conciencia y porque aceitan con este módico gesto de valentía el engranaje de impunidad del estado. Y ojo que no estoy defendiendo el aborto. Lo repudio, me indigna, me molesta. Perseguir a una piba indefensa no es hacer justicia si al lado, el poderoso se ríe estafando a todos generando más injusticia y uno juega a que no puede. Y esto pasa. Acá nomás. La juez levanta la mano y me señala el pasillo oscuro del tribunal. Acá.
Cinco:Ana María luce de cuarenta. Pero dice que ya pegó la vuelta de los cincuenta. Decí lo que lucís, mamá y olvidate del DNI. La que la corrige es su hija de veinte años, un prodigio de imitación que sólo la naturaleza puede. Tan iguales, tan distintas en el giro de treinta años. Ana María dice que cuando la violaban, hace ya casi la edad que luce, pensaba que Dios la estaba castigando. El dolor, que fue mucho, era lo de menos. Dios ve todo y te castiga aprendió en el catecismo. Entonces debe haber visto algo muy grave en mí, se dijo, y me está castigando.
Hoy sigue creyendo en Dios. Sólo que cree que El debe haber visto cuando la violaron y por eso, ese mismo Dios, no debe querer otro castigo mayor. Dios, me dice Ana María debe haber puesto su mirada de amor cuando aborté. Y llora. Su hija le alcanza un té.
Cuando me despide, me ruega que le diga a los diputados que quieren dar una pensión a las mujeres que fueron violadas para que tenga a su hijo que sus 900 pesos son inmundos y que su vida no merece indemnización, sino respeto.
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