Domingo, 19 de agosto de 2007 | Hoy
Por Luis Novaresio
Uno: Cuatro rasgos son característicos de la figura de ellos: La falta de pudor, la distintividad, la franqueza y libertad en el hablar. Así son los cínicos.
Dos: Hace unas horas detuvieron a unos treinta pibes de entre 14 y 20 años que se golpeaban y tomaban a cascotazos en plena vía pública. Empezaron por el macrocentro de Rosario y luego terminaron por la zona de la Aduana y el Monumento. Cuando hablás con los amigos de los detenidos te cuentan que es una vieja pelea de dos escuelas "enemigas" que tienen la banda de "El niño" por un lado con la banda de "La favela" por el otro. Todo, me dice el pibe, se estaba armando por Internet. ¿No viste los videos en You Tube? No los vi. Ni los encuentro ahora. Me cansa buscar en Internet. Es que no sabés "guglear", me dice el pibe de 15. Será. Cuando hablás con los padres de los pibes, los que los fueron a retirar de la comisaría, dicen que ellos no entienden nada, que están pasando por un momento muy difícil, que la adolescencia es muy conflictiva, que el país es pura violencia y sexo, qué querés que hagan los pibes. Si es pregunta, no sé qué responder. Francamente no tengo idea de qué quiero. Es más: No sé si me corresponde querer. Una de las amigas de la madre que espera a su hijo de 14 golpeado por una piedra en su ceja, apenas en susurro, me dice. Somos todos cínicos. Los padres que nos golpeamos el pecho, los docentes que dicen que el sistema educativo está colapsado, los alumnos que rompen los bancos y se filman y apenas si los amonestan y los chicos, sí, también los chicos, que dicen que quieren libertad y ni se enteran para qué. Cínicos. Todos cínicos.
Tres: Ya te lo dije. Y te lo repito. Necesito repetirlo. Chico siempre listo de los que profesamos admiración eterna por la palabra, el pobre, siempre ayuda: Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de las acciones o doctrinas vituperables. Real Academia. Menos mal que luego se dice que es la doctrina de los cínicos, definidos como impúdicos, procaces o desvergonzados, eso sí. Mejor que el diccionario, el filósofo francés Michel Onfray en el genial libro que le dedica a la corriente griega de pensamiento cínico (Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros. Espacio del Saber. Ed. Paidòs) no ahorra enumeraciones: "El cínico es un hombre que maldice y tiene una reputación deplorable. Es sucio, bebe y nunca está en ayunas. Cuando puede, estafa y golpea a quienes descubren el engaño antes de que puedan denunciarlo. Ladrón, a menudo se lo encuentra en comisarías a menos que se convierta en abogado de las causas indefendibles. El cínico, deja sin sentir vergüenza que su madre se muera de hambre". Apenas eso.
Por suerte se ha dicho, con razón, que si la historia la escriben los que ganan, es que, en realidad, hay otra historia. Gracias a Onfray uno puede entender con qué fuerza los dueños de la dogmática histórica de exclusiones impusieron sobre Diógenes de Sínope o Antístenes la condena de desgracia total para que en el idioma común, en tu enojo, conectemos a los cínicos con lo peor. Gracias a los padres de la Edad Media, sotana y fuego purificador, Platón y Aritósteles lucen dorado, los cínicos huelen a materia fecal.
Ser cínicos en la época de Sócrates era pertenecer a una escuela de pensamiento que admiraba, entre otras cosas, al perro. No al perro faldero, sino al que es fiel a sus sentimientos, "al que desconoce la correa, la casilla y la pitanza regular adquirida al precio del conformismo", dice el francés, al que como el filósofo siente que su función es "gruñir contra los obstáculos a esta tensión (social de desigualdades)". La vida es pura soledad, no hay más posibilidad que ser libres, seguir nuestros instintos y dejar de creer, como Platón, en un mundo ideal de perfecciones despreciando el real porque no se ajusta a esa imaginación. Los males que sufre la humanidad pueden resumirse en un único y mismo orden: Los hombres están enfermos de no saber vivir en libertad y de no conocer la delicia de la autonomía. Ni mundo ideal ni mundo post mortem. Lo que sabemos es lo que tenemos y eso es lo que hay que disfrutar. No hay peor esclavitud que no satisfacer un deseo. Un deseo satisfecho, libera. Obedecer al deseo es la mejor manera de olvidarlo. Son nihilistas para cambiar aquí lo que está mal. Sin esperar nada del más allá. "El cínico prefiere la subversión, incluso en las palabras, la sintaxis y el estilo. Las convenciones lo estorban las estructuras lo molestan, el sentido y la definición lo limitan. Vivir conforme a nuestra naturaleza propia. No conforme a la multitud. Nuestra obra de arte más grande y gloriosa es vivir oportunamente. Todas las demás cosas, como reinar, atesorar, ganar, no son más que apéndices y accesorios de lo mayor". Es otra vez Onfray citando a Luciano de Samosata.
Ser libres, subvertir la injusticia social, vivir el aquí y ahora, no esperar nada. Cómo no ser condenados con desgracia y pelear por equipar el cinismo con lo peor.
Cuatro: ¿Los chicos de la Técnica 6 y los de "la Favela" y "El niño" buscan subvertir la injusticia social? ¿No esperan, cínicamente, nada y quieren vivir el hoy y el ahora? Me extraña no haber escuchado esta explicación después de haber opinado (el que suscribe, primero, y todo cuanto se anime a una carta de los lectores o a un micrófono) de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo. Llegué a sentir de una conocida especialista (sic) que estos chicos son los hijos del siconanálisis que cree que la ley no existe y que sus padres internalizaron en años y años de diván que culpabilizar es traumatizar. ¿Quién se va a animar a reprenderlos? Me imaginé, no pude resistir, al Colegio de Sicólogos de Rosario sentado en el banco de los acusados de los tribunales ordinarios de Rosario acusados de romper pupitres y lanzar cascotes en la vía pública. Los que miran desde el derecho insisten que esto pasa porque no hay sanción. La norma sin sanción no existe. Uno no cumple la luz roja del semáforo, no roba, no anda desnudo por peatonal Córdoba porque hay una norma de justicia sobrenatural, tan bonita y ética que causa imitación. No existe ni en el alma más blanca la idea de un ciudadano que acepta la invitación de la ley porque lo hace más bueno. Lo hace porque hay sanción prevista para el que no lo haga. Al no aplicarse, al poder quemar comisarías, ingresar valijas truchas o robarte tres cuartas partes del país sin que pase nada, el resto baja, aquí si, por natural imitación. Los pibes rompen o se destrozan porque no va a pasar nada. Y, por fin, todo se explica según otros porque Tinelli le da con furia al caño sin solución de continuidad, Bruce Willis sigue ametrallando a los cincuenta y los dirigentes del fútbol dicen que los Borrachos del Tablón son servidores de la Carmelitas descalzas.
Sigo sin poder responderme. Ni siquiera puedo entusiasmarme con algunos de los "explicadores" de turno que, frente a un hecho nuevo, ensayan pensamientos que justifiquen o describan el caso hasta que otro hecho, más nuevo y más resonante, invoque a los próximos ensayistas. Sí creo que nadie de los que voluntariamente asumen la función de resolver los problemas ha abierto la boca. Y eso sí que es un síntoma. Y eso sí, me parece, puede empezar a explicar porqué se van a seguir sucediendo los hechos de estas escuelas.
¿No sería apropiado que los candidatos del 2 de setiembre digan qué piensan hacer si son gobierno con casos como estos? ¿Escuchaste a algún postulante para la Casa Gris decir si el Ministerio de educación debe asumir alguna actitud frente a lo que pasa en una escuela pública o si tiene preparada alguna idea distinta para ver cómo puede afrontar las consecuencias?
Sumidos en silencios que niegan sin explicación seria debates o estructuras oficialistas que usan el estado de todos, regalos de trescientos pesos y donativos a clubes o a amigos, para apoyar a un candidato de parte, partidario, ellos no hablan de esto y de tanta otra cosa. Bueno sería saber qué harán con la policía y los pibes que salen de la ley, con el nuevo código de procedimientos penales aprobado a ciegas por diputados y senadores que ni cuidaron las formas de leerlo en el recinto y pidieron que sólo mencionaran los títulos, para ganar tiempo, teniendo en cuenta que la ley da vueltas el sistema penal, supone el modo de defenderte de la autoridad estatal y piensa en jueces y fiscales, sobre todo fiscales, que se carguen la tarea de investigar delitos (Un amigo abogado me dice que el Código Civil de Vélez Sarsfield fue aprobado a libro cerrado. ¡Pero lo había redactado Vélez y no estos legisladores!). ¿Qué pensarán hacer con la salud pública colapsada o los comedores escolares que deben dar de comer con un mango treinta por mes? ¿Qué tienen para decir de las enfermedades del subdesarrollo del norte santafesino en la provincia cuenca lechera y aceitera admirada del mundo?
Ni los pibes que rompen, ni los funcionarios que no dicen, ni los responsables de paternidades o de otras cuestiones sonamos como actores de lo que está mal para subvertirlo y hacer una sociedad menos injusta como querían Diógenes o Antístenes. Apenas si somos módicos bochincheros que tranquilizamos nuestras conciencias satirizando un pequeño cambio para que nada cambie. También es cierto que un alumno, un padre, un ciudadano común y un funcionario público tienen distintas responsabilidades. Cínicamente hablando, digo.
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