Sábado, 12 de enero de 2008 | Hoy
Salud
Si bien el periodista ético, es conciente de su propia dimensión subjetiva, necesita acceder a datos objetivos, que no estén impregnados por datos y "captos" falsos. ¿A quién o a qué fuente recurrir sin caer en la trampa de intereses cruzados, previendo las "consecuencias" que tienen ciertos contenidos emitidos, en los comunicandos? El problema se agrava, cuando lo emitido se vincula a temas de "la salud", con efectos diferentes, según cada cultura (suma de creencias y conocimientos). Quizás el rol periodístico se ubique en el espacio de transición (como decía Winnicott), entre lo empírico y lo científico y necesita conjugar opiniones de distintas disciplinas, que respeten la complejidad de cualquier cuestión humana. Quizás más que un problema, sea este un dilema, difícil de resolver en la actualidad, ya que el enfrentamiento entre el derecho a la información ética en salud y el poderoso mercado de conocimientos, utiliza armas provenientes de lugares e intenciones diferentes. Hace un tiempo nos advirtieron a los pediatras que no utilicemos el Aqualane, para el tratamiento de las dermatitis del bebé, por su contenido en mercurio. Después vino la información para la manipulación de las pilas, sobretodo si eran "truchas" y la dificultad planteada para eliminarlas una vez gastadas. Hace poco nos entrenaron para enseñar a eliminar con más cuidado, los restos de termómetros rotos y sugerir la utilización de otros métodos, para medir la temperatura del cuerpo. La Dra. Estela Giménez, una de nuestras maestras en el tema de toxicología tenía escrito en su libro: "Manual de Toxicología Infantil", que los padres no teman tanto al mercurio derramado de un termómetro roto y al contacto de piel, bucal o anal, ya que esta forma de presentación era inocua. Esto podía casi confirmarse por nuestra "praxis" infantil, de romperlos "accidentalmente" y jugar con las poco manipulables bolitas de mercurio. Hoy se plantea el tema de las lámparas de bajo consumo y la posible intoxicación que produciría la emanación de Hg (mercurio). En medio de una decisión política que inevitablemente despierta críticas y otras cuestiones en las que se mezclan, ocultan o se exageran datos sobre el tema, la Agencia Británica del Medio ambiente, advierte que donde se rompe una lamparita de este tipo, debe ventilarse y evacuarse la habitación, al menos quince minutos, por los gases tóxicos que emana. El toxicólogo David Ray enuncia la peligrosa su acumulación en cerebro. También alertan los británicos, sobre otras consecuencias al utilizar fluorescentes, que paradojalmente, son los mismos que a 45 cm. y en número de solo 4, solucionan la ictericia en los recién nacidos. En el laberinto de Internet, encuentro un artículo que escribí al respecto, hace bastante tiempo, como parte de mi tarea en el Comité de Educación para la Salud, de nuestra Sociedad de Pediatría. La transcribo por si sirve todavía: Hace mucho tiempo fue popular la "locura de los fabricantes de sombreros de fieltro" entre las enfermedades "profesionales". Actualmente los riesgos lo corren fotógrafos, fabricantes de espejos, relojes y los niños que usan con tanta frecuencia, juguetes y tarjetas musicales, activados por pilas con forma de botón, que portan altos niveles de mercurio. Otra manera de intoxicación es por productos desinfectantes, antihongos, piojicidas, etc. Los síntomas suelen aparecer hasta tres meses después de la ingesta de agua, cereales o pescados, contaminados.
Mirta Guelman de Javkin
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