Jueves, 6 de mayo de 2010 | Hoy
El deceso de un joven camionero de 28 años como consecuencia de una intoxicación provocada por la fumigación de su rodado cargado con cereal, mueve a reflexiones y a debatir el rol del Estado en los controles de las comercializaciones de los productos agropecuarios.
¿Qué costo tiene el "acondicionamiento de la carga" y en cuánto incide en el de la tonelada a exportar? ¿Justifica eludir esa tramitación al precio de una vida?
La insuficiente infraestructura operativa de la descarga de los millones de toneladas de cereales que se comercializan en nuestro cinturón industrial y portuario, junto a los problemas de tránsito que generan, la rotura de nuestros caminos, (calles, rutas y autopistas) y el exponencial incremento de la siniestralidad que supera ya las 8.500 víctimas fatales por año, parece no ser de preocupación de nuestros parlamentarios, funcionarios y dirigentes políticos.
En una actitud de irritante atonía la muerte de este trabajador del volante no ha despertado más que una tibia protesta de sus pares. El tiempo irá licuando gradual pero inexorablemente el impacto luctuoso, desaparecerá de las páginas y pantallas de los medios y todo volverá a su "normalidad" como ahora se denomina al "hacer lo que se quiere o se puede" fuera de la ley, la ética y las básicas normas de la convivencia.
Me mueve el interés por determinar la ecuación con la que se mide la vida de los trabajadores. Al analizar las condiciones de receptividad de los miles de camiones, la precariedad de las playas en las que hacen noche, en la que carecen de sanitarios adecuados, lugares para almorzar o cenar, distenderse del stress provocado por la conducción en saturadas rutas o autopistas, los problemas derivados de la inclemencia climática (frío o calor) y al día de hoy, sigo sin respuestas. Se confirma que "la vida no vale nada".
¿Cómo le explican a la familia de este muchacho que lo mataron la avaricia, la desidia, la irresponsabilidad, la falta de controles del Estado y el afán de lucro de las empresas que demuestran con este y otros casos que se suman, que el negocio está por sobre el cuidado del ser humano.
Angel M. Contestí
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